Fort Williams, Escocia.
Año 1700.
Graham cabalgaba por el peligroso sendero montañés a bordo del único ser vivo en el que verdaderamente confiaba: un pura sangre negro que él mismo había ayudado a sacar del vientre de la yegua que lo dio a luz y que había adiestrado para que fuera su compañero desde que nació. Kendrick había sido lo único que había tomado, a parte de la ropa que llevaba puesta y unas míseras monedas de oro que eran nada al lado de la fortuna de su padre, de su hogar de la infancia cuando se marchó de ella a la edad de veinte años. Desde entonces había estado viajando por toda Escocia, habituándose a la vida de highlander que habían llevado tanto su abuelo como sus antepasados, pero que su progenitor había saltado en búsqueda de la modernización como si se sintiera avergonzado de ello. Muchas personas le huían, pero a él no le importaba porque amaba la soledad.
Graham nunca había tenido en mente compartir su vida con alguien hasta que conoció a Leslie y le resultó imposible no enamorarse de ella, pues era la viva imagen de todo lo que un hombre en sus cabales, incluso uno como él, podría desear.
La bella rubia de ojos azules lo había hechizado con su belleza, pero también con su aura pura, virginal y sencilla; desde que la vio ayudando a su madre a limpiar semanalmente la cabaña en la que se quedaba a las afueras de la propiedad de su abuelo por órdenes de este. Él era su único nieto varón. El padre de Graham, Jonathan, nunca lo visitaba, por ese motivo su abuelo volcó toda su atención en él. Era más que bienvenido a vivir junto a él en el castillo del clan, pero Graham había rechazado cada una de sus propuestas. Por ese motivo, lo mínimo que podía hacer por él era ayudarlo a tener un nivel de vida aceptable para su condición de noble, ya que el heredero MacAllister no se sentía listo para regresar al punto de mira de la alta sociedad escocesa después de lo que sucedió unos cuantos años atrás cuando creyó que se casaría.
Al igual que cada vez que pensaba en ello, el dolor empezó a esparcirse por su pecho, por lo que se obligó a sí mismo a continuar buscando a Leslie entre los árboles de la zona más alta de los Montes Grampianos, a dónde había huido entre lágrimas después de que la acusara de engañarlo con el capataz de las tierras de su familia. A pesar de que en el fondo Graham sabía que solo eran amigos, casi hermanos, algo dentro de él había colapsado cuando los vio juntos cerca del riachuelo que se encontraba frente a su cabaña. Al ver la situación desde otra perspectiva, estaba avergonzado y preocupado debido a que no la encontraba y se daba cuenta de lo injusto que había sido con ella.
Leslie era dulce y amable, diferente al resto de las mujeres con las que se había topado en su vida. Se daba cuenta de ello cada vez que la miraba, pero siempre había habido una sensación en su pecho que hacía que se resistiera a la idea de proponerle matrimonio pese a que sus ojos lo pedían a gritos. Él sabía que ella creía que no lo hacía porque no pertenecía a la nobleza, pero él, un hombre de metro noventa de altura y que intimidaba a todo aquel que le pasara por un lado, tenía miedo de estar tomando una decisión equivocada y de salir herido si se entregaba a la idea de formar una familia con Leslie.
De nuevo.
Sin embargo, se prometió a sí mismo que si encontraba a Leslie, no la dejaría ir jamás. Lucharía con fuerza contra sus demonios. Los vencería a todos por ella y por el futuro que quería que tuvieran juntos, porque no había conocido a nadie más con quién quisiera vivir la experiencia y porque ya se estaba haciendo viejo, tan simple como eso.
Soltó un suspiro cuando llegó a la cima de la montaña y contempló el atardecer con el viento agitando sus mechones de cabello oscuro fuera de su rostro antes de descender despacio, cuidándose de no perder ni un solo detalle del valle a cuyos pies vivía. Por más que buscó no había ningún rastro de Leslie. No estaba preocupado porque se hubiera perdido, ella conocía aquellos parajes montañosos muy bien ya que lo habían recorrido juntos en varias ocasiones; lo que sí le afligía era la idea de que lo hubiera dejado por culpa de las dos horas que le tomó recapacitar y seguirla, o que se hubiese lastimado durante la carrera que emprendió lejos de él.
A medida que descendía, su miedo a perderla se hacía más certero. No la hallaba por ningún lugar y si estuviese herida no habría llegado demasiado lejos. Lo único que le daba esperanza era el hecho de que la madre de Leslie todavía se encontraba en la fortaleza de su abuelo y esta no huiría sin ella. Era una mujer mayor que solo tenía a su angelical hija como apoyo, y Leslie no la abandonaría.
El sudor frío corrió por su frente cuando se detuvo junto a un pequeño deslave en el sendero y empezó a sopesar la posibilidad de que la chica hubiera caído por él. Tras desmontar y atar a Kendrick al árbol más cercano, empezó a descender con prisa utilizando nada más que sus botas como punto de apoyo mientras se deslizaba hacia abajo. Todo se encontraba oscuro y no tenía una antorcha, al detenerse con la respiración agitada entrecerró los ojos para ver cuánto fuera capaz en la penumbra. Su pecho se paralizó, impidiendo el paso del aire, cuando identificó una curvilínea figura femenina en la lejanía.
Esta se encontraba inconsciente en el suelo. Estaba ligeramente desnuda, sus extrañas vestimentas desgarradas y llenas de sangre, pero Graham no lograba visualizar en que parte de su cuerpo se encontraba la herida. Pese a que le aliviaba que no se tratara de Leslie, le preocupó el estado en el que la desconocida se encontraba. Debía haber caído por la irregularidad en el camino, descendiendo unos cien metros siendo arrastrada por el suelo y la gravedad. Pese a que solía mantenerse alejado de los problemas que no le concernían, no habría sido humano dejarla a su suerte.
Su búsqueda, probablemente sin sentido, acababa de terminar.
Leslie lo había dejado, no estaba herida, pero tampoco regresaría.
La chica frente a él lo necesitaba.
Tras quitarse la chaqueta de cuero que llevaba atada con sofisticadas correas que delataban su posición, cubrió a la joven de cabello oscuro con ella y la tomó en brazos. A pesar de que no era especialmente delgada, pudo escalar con su peso a cuestas hasta llegar a sitio en el que Kendrick se encontraba relinchando. Su caballo no protestó cuando puso el peso de la extraña sobre él.
Por el resto del camino hacia su cabaña, tomó las riendas y lo guió a pie hasta que se detuvieron frente a ella. Su mente se encontraba en la desaparecida rubia, pero también en la joven morena que se veía tan desolada y destruida como él se sentía en ese preciso instante; aunque su pesar no era por Leslie, sino por la manera en la que había arruinado su futuro y la estadía con una persona con la que se sentía cómodo actuando como un animal. El destino se empeñaba en demostrarle que el amor no estaba en su camino.
Graham se dirigió directamente a la fortaleza de su abuelo al percatarse de que nada de lo que él pudiera hacer ayudaría a la muchacha. Allí la mujer recibiría la atención que necesitaba. En su cabaña solo lo tendría a él. Pese a que Graham no vivía en el castillo, los sirvientes se inclinaron hacia el heredero del clan MacAllister y lo guiaron a su ala, la cual su viejo amo siempre mantenía acondicionada para él en el caso de que por fin recapacitara y abandonara la vieja choza en la que vivía en medio de la nada por tener un carácter tan terco y orgulloso. A pesar del estado de su acompañante, a quienes todos veían con la frente arrugada con confusión y lástima, nadie se atrevió a poner un dedo sobre ella para ayudarla hasta que él les dio permiso. No querían darle motivos para enfadarse con ellos. ─Haz todo lo posible por ayudarla ─le ordenó a Casandra, el ama de llaves favorita de su abuelo, antes de depositarla con cuidado en su cama y darse la vuelta sin presta
Cuando Isobel abrió los ojos, no podía creer dónde se encontraba. Estaba en el palacio a los pies de Ben Nevis, perteneciente por siglos al Clan MacAllister. Era una construcción blanca, hermosa y amplia que estaba situada en el valle que bordeaba los Montes Grampianos y llevaba años siendo mantenida intacta por sus familiares, quiénes habían amasado una fortuna a mediados de los siglos a raíz del comercio y la agricultura. Siempre había querido entrar en él, pero era una propiedad privada. Sus dueños siempre habían esquivado las propuestas de las organizaciones culturales para convertirlo en museo. Hasta dónde sabía, todavía había MacAllisters viviendo allí.Lo que nunca pensó fue que fueran tan extraños.En la habitación en la que se despertó, no había ni una sola bombilla. Habí
Las emociones reprimidas en su interior se sintieron más llevaderas al sincerarse consigo mismo. Estaba, por algún motivo, destinado a vivir y morir solo, pero al menos ya era consciente de ello.Cuando se encontró frente a la mujer que había rescatado, no pudo evitar sentirse identificado con ella. Ambos se veían solitarios e independientes. Debía trabajar en una de las tabernas del pueblo, pero observándola de cerca, con la luz del día y no con el pobre resplandor de una antorcha, podía decir a ciencia cierta que era demasiado hermosa para laborar en una. Su nariz era pequeña, y sus pómulos eran marcados a pesar de sus mejillas redondas y rostro ovalado. Sus espesas, gruesas y abundantes pestañas golpeaban contra su piel blanca como la nieve, la cual también se encontraba salpicada de diminutas pecas marrones. Descendiendo, no pudo evitar tragar ante la visión de su pecho expue
Montes Grampianos, 2020Duncan se detuvo a mitad del sendero de Ben Nevis para inclinarse con las manos apoyadas en las rodillas y tomar una profunda bocanada de aire. Su cabello rubio y mojado por el sudor caía sobre su rostro. Era un bailarín, un atleta entrenado para sobrellevar este tipo de situaciones, pero no había comido ni dormido en los últimos días y esa era la cuarta vez que subía la montaña en búsqueda de Isobel, reacio a creer el veredicto de la policía a pesar de que ya se había comprobado que la sangre que encontraron esparcida en la tierra le pertenecía. Oficialmente, ya estaba declarada muerta por las autoridades. Extraoficialmente, la culpa no le permitía descansar.Debía continuar buscándola.Una vez más, sus ojos se llenaron de lágrimas y su aliento se tornó pesado y espeso al pensar en su chica. En la manera
Usaba un vestido blanco que se encontraba desgarrado y sucio. Era pequeña y de apariencia débil. Tampoco notó su presencia hasta que se cernió sobre ella con la intención de tomarla en brazos para conseguir ayuda y atención médica, puesto que dudaba que pudiera levantarse por sí misma. Tenía la sospecha de que quizás podría darle información sobre Isobel.Duncan se enderezó cuando la rubia frente a él se arrinconó contra la pared de piedra, incorporándose y arrastrándose de golpe. Lejos de él.Por mucho que quería preguntarle sobre su novia y sobre cómo había terminado así, se forzó a sí mismo a ser tan paciente como pudiera. La pequeña desconocida estaba asustada y a punto de colapsar al menor estímulo. No quería perturbarla.─Estoy aquí para ayudar. No temas ─explic&o
Pasado«Estoymuerta»,había dicho la extraña chica que se encontraba inconsciente en su cama antes de caer como peso muerto sobre esta. Graham quedó absorto en sus pensamientos tras escuchar aquellas palabras. Sentía que debía entender algún misterio además del de la desaparición de Leslie y el que rodeaba su pasado. Debía poner orden en su cabeza y en sus actos, por tanto, primero se desharía de la lunática y después se centraría en la búsqueda.Su mandíbula se apretó al ver las manchas de sangre que la cubrían. Con la frente arrugada, se acercó y le quitó la gruesa manta de lana que todavía mantenía oculta sus piernas. Sin mirar demasiado bajó los extraños pantalones para ver el estado de sus heridas. Su confusión creció al percatarse de
PresenteLos padres de Duncan, Elizabeth y Derek, se mantuvieron en un curioso silencio mientras veían a su único hijo varón arrastrar a una extraña chica rubia a su habitación pese a que esta se veía como si proviniera de las víctimas fatales de un huracán. Duncan estaba desolado desde la desaparición de su novia. A pesar de que eran muy diferentes el uno del otro le constaba que se amaban o, como mínimo, se apreciaban y su pérdida lo tenía destrozado. Pese a que quería darle privacidad a su hijo, tras una discusión entre ella y su marido sobre si inmiscuirse o no, ambos decidieron que traer una desconocida a casa, era demasiado fuera de lo común para quedarse callados. Sus cejas se arrugaron cuando abrió la puerta de la habitación de Duncan y lo vio ayudándola a entrar en uno de sus suéteres.
Ahora el sonrojo en sus mejillas se esparcía hacia su pecho. Le avergonzaba que supiera lo vacío que estaba su estómago. No se había visto en un espejo, pero probablemente luciría patética. Leslie nunca había sido una chica pretenciosa, siempre se había sentido menos que todas las damiselas nobles que pasaban por el castillo de Sean MacAllister, y su aparición en ese extraño mundo no había elevado mágicamente su autoestima. Solo había tenido que ver a la madre de Duncan para confirmar lo que ya sabía: era alguien importante.Nuevamente se encontraba a merced de un hombre cuya posición la haría sentirse menos.Allí también existía la servidumbre.Allí también había amos.Allí también había nobles.Debía seguir las reglas y no aspirar a que Duncan la viera como algo m&aac