Danna continuó escuchando en silencio, mientras el siguiente hombre sudaba frío, carraspeo un poco para tomar valor.—Bueno, yo... Yo caí en una trampa tendida por Iris. Me sedujo para que firmara unos documentos —comenzó con voz temblorosa, mirando con temor a la reina—. Le juro que no tenía idea de lo que se trataba. —Su rostro se tornó rojo por la vergüenza—. Cuando los firmé, ella estaba debajo de mis piernas, y entonces...Sin embargo, antes de que pudiera continuar, la voz de Euclides lo interrumpió.—¡Maldito! —Exclamó con enojo—. Deja de difamar a mi hija con calumnias infundadas. —Señaló con un dedo acusador—. ¿Acaso el alfa te ha comprado, verdad? Te convenció para que lo apoyaras en su mala gestión.—¡Basta, Euclides, será mejor que te quedes callado! —exclamó Danna, visiblemente molesta. Luego, dirigió su mirada hacia el hombre, lo alentó a continuar—. Fausto termina de hablar.Fausto respiró profundamente antes de proseguir.—Como sabrá, su majestad, soy el encargado de d
Ares, finalmente recuperando el control de sí mismo, se transformó de nuevo a su forma humana y abrazó a su amada con fuerza. Ahora, estaba más decidido que nunca a proteger a su mate y a tomar medidas contra aquellos que habían conspirado contra él. Nunca pensó que esos desgraciados se atrevieran a complotar contra su alfa y su luna. Después de unos segundos se separó de Gina y acarició su cabello con ternura mientras expresaba su profundo pesar.—Mi amor, mi luna, lo siento tanto. Traerte a esta manada fue un error. Puse tu vida en peligro, y eso nunca debió haber ocurrido. Estoy dispuesto a renunciar a mi posición de alfa si eso significa protegerte. Mi principal preocupación es tu seguridad, y haré todo lo necesario para garantizarla —expresó con un tono de sincero arrepentimiento. Sus ojos reflejaban su amor, y sus palabras estaban cargadas de temor. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerla a salvo a toda costa. Su corazón estaba destrozado por la idea de que ella
Helena se encontraba ocupada preparando el almuerzo en la cabaña cuando, de repente, dos guardias irrumpieron en la cabaña, arrastrando consigo a un pálido Jonás. La sorpresa y preocupación se reflejaron en el rostro de ella al ver la condición de su compañero de casa. Sin perder tiempo y con una expresión llena de inquietud, preguntó con urgencia mientras observaba cómo depositaban a Jonás en la cama. —¿Qué ha sucedido? ¿Por qué lo traen así? Los guardias, sin ofrecer una sola explicación, se retiraron de la cabaña con un gesto de despedida. Helena, visiblemente preocupada, se acercó a la cama donde Jonás estaba postrado, empapado en sudor frío. Se inclinó junto a él, ansiosa por entender lo que había sucedido. —¿Qué te ocurre? ¿Dónde te duele? ¿Qué ha sucedido? —inquirió, notándose la angustia en su voz. Jonás, entre suspiros de dolor, apenas podía hablar. Los estragos de su lobo herido lo afligían profundamente mientras luchaba por explicar lo sucedido. —Rechacé a mi compañera
Dieciocho años después... —Eos, ¿cómo es que regresas de la colonia sin haber visitado la manada Vilkas? Colocarte como alfa de esa manada parece haber sido un error. Si hubiéramos sabido que no podrías manejarla, habríamos designado a otro lobo en tu lugar. —Expresó Danna con un tono de preocupación evidente en su voz. —Mami, ya sabes que la colonia me envuelve por completo. —susurró Eos, con sus ojos bicolores, resplandeciendo con una pasión innegable. —Me encanta ser la reina de la colonia. Estar en ese rincón del bosque tan hermoso me transforma en lo que siento que soy en el fondo: una ninfa. A medida que Eos crecía, sus ojos se transformaron en una fascinante mezcla de colores, tornándose bicolores, mientras que su cabello adquirió un tono rojizo que contrastaba con su piel blanca. Aunque compartía la estatura media de su madre, era una híbrida que se sentía más ninfa que loba en su esencia. Su loba interna permanecía en un profundo y constante letargo, y Eos se esforzaba por
Zeus intentó correr detrás de ella, pero sintió que algo envolvía su pata trasera derecha. El lobo gruñó, y la raíz lo soltó. Cuando se sintió liberado y salió a toda velocidad en busca de la ninfa coqueta que lo había cautivado, pero no pudo encontrarla. Por un rato, percibió que el bosque lo tenía dando vueltas por el mismo lugar, pensó que era esa traviesa que no quería que lo siguiera, susurró mentalmente: "Deja que te atrape y te daré tu castigo por coqueta".Zeus caminó hacia su manada y sospecho que el bosque sabía de su intención, ya que el sendero era claro y rápido. Llegó a su mansión, tomó su forma humana y comenzó su búsqueda. Habló con Galilea para que le hiciera una poción para cuando encontrara a su mate y pudiera deshacer su unión de manera menos dolorosa para ambos. Ya sabía que su Luna era esa hermosa ninfa.De vuelta en la realidad, Perseo sabía que tenía que encontrar a la ninfa que lo había hechizado. Sin embargo, la búsqueda había sido en vano, y su impaciencia l
Galilea y Eos se encontraban afuera de una tienda, esperando a que Ada completara su compra. Mientras aguardaban, Eos escucho un bullicio.—Hasta el momento, no ha aparecido la ninfa que el alfa Perseo busca con tanto ahínco. Para mí, parece una excusa para no buscar Luna. Pero aun así, tenemos esperanza, chicas.Eos, al escuchar mencionar el nombre del alfa Perseo, disimuló su interés y volvió su atención hacia tres mujeres que estaban cerca de ella. Las chicas destacaban por su altura y sus figuras como modelos. Eos se apoyó en la barandilla, tratando de mantenerse disimulada para escuchar la conversación.—Esperemos que alguna de nosotras tenga la oportunidad de acercarse al guapo y deseable alfa. Después de todo, parece que no está interesado en encontrar a su pareja destinada —comentó la segunda chica soltando un suspiro de anhelo en su voz. Eos continuó escuchando con atención, intrigada por la conversación.—Exacto, se rumorea que tuvo una experiencia traumática con su pareja d
Una hora después. El Alfa se encontraba reunido en su despacho con su Gamma, Beta y Galilea. Las hermanas descendieron con elegancia por la escalera principal y se dirigieron con pasos decididos hacia el despacho. En la entrada, un atento guardia las avistó y, mostrando el debido respeto, inclinó su cuerpo en una reverencia. —Buena tardes, princesas. El Alfa Perseo las espera, —anunció el guardia con cortesía. Las hermanas respondieron con gracia y educación mientras avanzaban hacia la reunión. Galilea, con su aguda sabiduría, percibió de la energía de la ninfa, decidió actuar rápidamente. De manera disimulada, entregó algunos documentos a Perseo, buscando distraer su atención. Su intención era clara: quería observar en vivo y en directo la reacción de Alfa ante la presencia de la ninfa. El alfa desvió su mirada hacia los papeles que tenía ante sí, los cuales contenían las cláusulas que debía firmar para formalizar la entrega de la manada. Mientras su atención se centraba en la lect
Perseo, con una sonrisa traviesa en los labios, habló con complicidad. —¡Sí! Eres mi ninfa coqueta, la que se la pasa desnuda cerca de la cascada, pero te debo castigar por enviar a ese roble a detenerme por la pata y hacerme dar vueltas por el bosque. —¡Zeus! ¿Tu lobo es Zeus? — Su tono reflejaba la mezcla de asombro y diversión por la situación, recordando con cariño las travesuras que hizo. —Sí, y tú eres nuestra mate. —Ya que estamos aquí, aprovecha y me rechazas como lo tenías planeado. No te preocupes, puedo curar mi dolor y mitigar el tuyo. Como tú eres un Alfa, puedes romper el vínculo sin ningún problema. —Sus palabras reflejaban seguridad, pero por dentro tenía una batalla de sentimientos, se sentía muy atraída por ese alfa, pero estaba dispuesta a aceptar lo que él decidiera hacer. Perseo entrecerró los ojos y una sonrisa traviesa jugó en sus labios mientras comenzaba a hablar. —Yo... Perseo Willfón, nuevo alfa de esta manada, te... —Se detuvo por unos segundos, manten