A escasos metros de la mansión Willfón, dos mujeres escuchaban los murmullos distantes de personas. Helena interrumpió su paso y, con una mirada decidida, se dirigió a Gina. —Hasta aquí te acompaño —Vociferó y le señalo el camino con un dedo—. Continúa recto y encontrarás la salida trasera de la mansión. Nos encontraremos aquí mañana, después del mediodía. —Helena, al final resultaste ser una buena persona —agradeció Gina con una sincera sonrisa—. Bueno, nos vemos mañana. Helena le dio la espalda y comenzó a retroceder por el mismo camino por el que habían caminado. Antes de dar el primer paso, le aconsejo con voz fría. —Recuerda, que no debes demostrar debilidad frente a los demás. Deja de llorar y habla con determinación en tu voz —sin esperar respuesta, inició su marcha sin mirar atrás. Gina avanzó, absorta en sus pensamientos sobre los cambios que necesitaba implementar en su vida. Sabía que si no lo hacía, su existencia seguiría siendo un ciclo repetitivo en el que alfas domi
—Amor, ¿no tenías trabajo y reuniones esta tarde? Me imagino que mi descuido retrasó tu gestión de alfa. —Sus palabras salieron con una nota de pesar, consciente de que había causado un inconveniente en su ocupada agenda. Sabía que su esposo tenía una jornada importante de reuniones y auditorías. Se preguntaba cuánto tiempo había estado esperándola allí, de pie, con una expresión lujuriosa en su rostro. Ella agradecía la discreción que le brindaba estar sumergida en el agua. De lo contrario, habría visto la reacción que su presencia desnuda despertaba en su cuerpo.Los intensos ojos verdes de él la observaba fijamente, mientras metía los pies en el agua tibia y se colocó detrás de ella, apoyó su espalda contra su pecho. Se quedó callado un momento antes de respirar hondo y decir.—El trabajo de la oficina puede esperar, ahora quiero estar contigo.—Está bien.—No sabes lo asustado que estaba, si te hubiera pasado algo en estas tierras que no conoces, nunca me lo perdonaría. —La rodeó
Al día siguiente, Gina se despertó más tarde de lo habitual y se dio cuenta de que Ares ya no estaba en la habitación. Se levantó con una sensación de felicidad contagiosa, al sentir sus piernas que le flaqueaban y le recordaban la apasionada tarde anterior, que la había mantenido en la habitación hasta ese momento. Después de asearse, salió en busca del desayuno. En su camino hacia la cocina, notó un susurro entre los empleados de la casa, y su paso se detuvo de inmediato cuando escuchó claramente su propio nombre en la conversación. —¿Cómo puede una criatura tan insípida como ella puede hacer que toda una manada la busque? —Expresó la cocinera con desdén. —La reina Danna se volvió loca al enviarnos a una Luna como ella —dijo otra mujer con desaprobación. —La reina no tiene la culpa. Ares es un bombón —suspiró con deseo. —Ese guerrero alfa, al ver que le tocó como mate a una piltrafa de loba, tenía que rechazarla. Él sí se volvió loco al colocarla como Luna de una manada como esta.
Después de visitar a Gina, Hécate se encontraba inquieta. No sabía si debía contarle a su nieta las barbaridades que estaban ocurriendo en la manada después de que ella se marchara. Durante el dominio de la reina, siempre había predominado el respeto entre la gente. Sin embargo, no sabía en qué momento los lobos salvajes dejaron de entrar en la manada, la gente se volvió irrespetuosa y dejó de ser amable con sus vecinos. Hécate esperaba con ansias que la gestión de Ares diera pronto sus frutos.Después de desayunar, Gina se dispuso a hornear galletas para distraer su mente. En ese momento, una joven se acercó a ella con una voz apacible y le comentó.—Luna Gina, si lo desea, puedo ayudarla. Ya he terminado mis tareas de la mañana.Gina, que en ese momento estaba de espaldas, se volteó y vio a una jovencita de alrededor de 18 años. La chica tenía la cabeza medio agachada, pero aun así le regaló una dulce sonrisa mientras le preguntaba.—¿Cómo te llamas?—Valentina, señora —expresó con
Con paso decidido, Gina regresó al lugar convenido donde había quedado con Helena. La luz del sol se filtraba a través de las hojas de un viejo, que alumbraba a Helena sentada en las raíces de aquel árbol.Helena levantó la cabeza y con una sonrisa preguntó.—¿Por qué vienes de ese lado del bosque?—Estaba disfrutando de este hermoso lugar. ¿Llevas mucho tiempo esperando? —respondió tranquilamente.—Algo. Mejor vamos. Te llevaré a un lugar que será ideal para comenzar tu entrenamiento.Helena se inclinó ligeramente para ponerse de pie y ambas mujeres comenzaron a caminar. Finalmente, llegaron a un hermoso llano rodeado de coloridas flores y coronado por una majestuosa cascada que caía con aguas cristalinas.—Qué hermoso lugar. Definitivamente, esta región es impresionante —murmuró Gina mientras sus ojos brillaban con admiración.—Sí, pensé lo mismo cuando empecé a explorar esta región. Vivo cerca de aquí, pero siempre vengo a este lugar cuando necesito encontrar paz — respondió con un
Un mes después, el corazón de Ares ardía en llamas al descubrir todas las atrocidades que habían ocurrido durante su ausencia, y no podía permitir que perduraran. Determinado a restaurar la honorabilidad y la justicia en su dominio, decidió convocar una reunión en la que destituiría de sus cargos a Euclides y a Iris, y los enviaría a prisión.Mientras reflexionaba sobre sus decisiones, su secretaria tocó la puerta y entró con una expresión de inquietud. Su voz temblorosa rompió el silencio.—Alfa Ares, en la sala de juntas están esperando una reunión de emergencia.Ares se quedó pensativo y curioso por la notificación de una reunión de emergencia. Mientras ordenaba algunos papeles dispersos en su escritorio. Respondió con serenidad.—Diles que ya voy. Mientras tanto, Hécate se preparaba para salir hacia la casa de acogida, donde dos familias problemáticas habían estado causando estragos y habían excedido los límites de su paciencia. Cuando intentó abrir la puerta de su cabaña,
La entrada de la reina causó un sobresalto en todos los presentes. Euclides, visiblemente nervioso, sentía cómo el sudor frío le perlaba la frente. La incertidumbre estaba en el aire, pues se suponía que el mensajero entregaría hoy la encomienda enviada a la reina. Sin embargo, Euclides, con una habilidad innata para disimular, se levantó de su asiento con una sonrisa enigmática, expresó.—Majestad, no la esperábamos hoy en nuestra manada, ¡qué grata sorpresa nos ha dado! Bienvenida. —Con seguridad, se dirigió hacia el otro lado de la mesa y extrajo una silla—. Siéntese por aquí, por favor. —Añadió, invitando a la reina a tomar asiento.Danna, sin mostrar inquietud alguna, respondió con firmeza.—No se preocupe, yo me sentaré al lado de Ares. —Avanzó con una elegancia que impresionaba, su mirada reflejando seriedad y valentía. Ares, quien se mantenía en pie, cedió la silla presidencial al instante, permitiendo que la reina tomara su lugar.—Siéntese aquí, estará más cómoda —indicó Are
Iris corrió desesperadamente a través del denso bosque que rodeaba el pueblo, su mente era un torbellino de incertidumbre ante la realidad de que sus planes habían fracasado. No sabía cómo manejar el problema en que estaba. Continuó corriendo hasta que finalmente emergió en una de las calles principales del pueblo, donde la multitud corría frenéticamente, como piezas en un tablero de ajedrez en medio de una partida caótica.En ese instante, una joven pasó velozmente junto a Iris, y en un impulso desesperado la tomó del brazo sin pensarlo dos veces, anhelando encontrar respuestas en medio de la confusión que la rodeaba.—¿Qué está ocurriendo? —preguntó con una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro.—Señora, la reina ha llegado. Nos ha tomado por sorpresa su visita —respondió la joven con un tono apresurado, como si estuviera tratando de ponerse al día.Iris palideció ante la noticia. Esto era lo último que esperaba. Parecía que las cosas habían salido terriblemente mal. Con