Con paso decidido, Gina regresó al lugar convenido donde había quedado con Helena. La luz del sol se filtraba a través de las hojas de un viejo, que alumbraba a Helena sentada en las raíces de aquel árbol.Helena levantó la cabeza y con una sonrisa preguntó.—¿Por qué vienes de ese lado del bosque?—Estaba disfrutando de este hermoso lugar. ¿Llevas mucho tiempo esperando? —respondió tranquilamente.—Algo. Mejor vamos. Te llevaré a un lugar que será ideal para comenzar tu entrenamiento.Helena se inclinó ligeramente para ponerse de pie y ambas mujeres comenzaron a caminar. Finalmente, llegaron a un hermoso llano rodeado de coloridas flores y coronado por una majestuosa cascada que caía con aguas cristalinas.—Qué hermoso lugar. Definitivamente, esta región es impresionante —murmuró Gina mientras sus ojos brillaban con admiración.—Sí, pensé lo mismo cuando empecé a explorar esta región. Vivo cerca de aquí, pero siempre vengo a este lugar cuando necesito encontrar paz — respondió con un
Un mes después, el corazón de Ares ardía en llamas al descubrir todas las atrocidades que habían ocurrido durante su ausencia, y no podía permitir que perduraran. Determinado a restaurar la honorabilidad y la justicia en su dominio, decidió convocar una reunión en la que destituiría de sus cargos a Euclides y a Iris, y los enviaría a prisión.Mientras reflexionaba sobre sus decisiones, su secretaria tocó la puerta y entró con una expresión de inquietud. Su voz temblorosa rompió el silencio.—Alfa Ares, en la sala de juntas están esperando una reunión de emergencia.Ares se quedó pensativo y curioso por la notificación de una reunión de emergencia. Mientras ordenaba algunos papeles dispersos en su escritorio. Respondió con serenidad.—Diles que ya voy. Mientras tanto, Hécate se preparaba para salir hacia la casa de acogida, donde dos familias problemáticas habían estado causando estragos y habían excedido los límites de su paciencia. Cuando intentó abrir la puerta de su cabaña,
La entrada de la reina causó un sobresalto en todos los presentes. Euclides, visiblemente nervioso, sentía cómo el sudor frío le perlaba la frente. La incertidumbre estaba en el aire, pues se suponía que el mensajero entregaría hoy la encomienda enviada a la reina. Sin embargo, Euclides, con una habilidad innata para disimular, se levantó de su asiento con una sonrisa enigmática, expresó.—Majestad, no la esperábamos hoy en nuestra manada, ¡qué grata sorpresa nos ha dado! Bienvenida. —Con seguridad, se dirigió hacia el otro lado de la mesa y extrajo una silla—. Siéntese por aquí, por favor. —Añadió, invitando a la reina a tomar asiento.Danna, sin mostrar inquietud alguna, respondió con firmeza.—No se preocupe, yo me sentaré al lado de Ares. —Avanzó con una elegancia que impresionaba, su mirada reflejando seriedad y valentía. Ares, quien se mantenía en pie, cedió la silla presidencial al instante, permitiendo que la reina tomara su lugar.—Siéntese aquí, estará más cómoda —indicó Are
Iris corrió desesperadamente a través del denso bosque que rodeaba el pueblo, su mente era un torbellino de incertidumbre ante la realidad de que sus planes habían fracasado. No sabía cómo manejar el problema en que estaba. Continuó corriendo hasta que finalmente emergió en una de las calles principales del pueblo, donde la multitud corría frenéticamente, como piezas en un tablero de ajedrez en medio de una partida caótica.En ese instante, una joven pasó velozmente junto a Iris, y en un impulso desesperado la tomó del brazo sin pensarlo dos veces, anhelando encontrar respuestas en medio de la confusión que la rodeaba.—¿Qué está ocurriendo? —preguntó con una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro.—Señora, la reina ha llegado. Nos ha tomado por sorpresa su visita —respondió la joven con un tono apresurado, como si estuviera tratando de ponerse al día.Iris palideció ante la noticia. Esto era lo último que esperaba. Parecía que las cosas habían salido terriblemente mal. Con
Danna continuó escuchando en silencio, mientras el siguiente hombre sudaba frío, carraspeo un poco para tomar valor.—Bueno, yo... Yo caí en una trampa tendida por Iris. Me sedujo para que firmara unos documentos —comenzó con voz temblorosa, mirando con temor a la reina—. Le juro que no tenía idea de lo que se trataba. —Su rostro se tornó rojo por la vergüenza—. Cuando los firmé, ella estaba debajo de mis piernas, y entonces...Sin embargo, antes de que pudiera continuar, la voz de Euclides lo interrumpió.—¡Maldito! —Exclamó con enojo—. Deja de difamar a mi hija con calumnias infundadas. —Señaló con un dedo acusador—. ¿Acaso el alfa te ha comprado, verdad? Te convenció para que lo apoyaras en su mala gestión.—¡Basta, Euclides, será mejor que te quedes callado! —exclamó Danna, visiblemente molesta. Luego, dirigió su mirada hacia el hombre, lo alentó a continuar—. Fausto termina de hablar.Fausto respiró profundamente antes de proseguir.—Como sabrá, su majestad, soy el encargado de d
Ares, finalmente recuperando el control de sí mismo, se transformó de nuevo a su forma humana y abrazó a su amada con fuerza. Ahora, estaba más decidido que nunca a proteger a su mate y a tomar medidas contra aquellos que habían conspirado contra él. Nunca pensó que esos desgraciados se atrevieran a complotar contra su alfa y su luna. Después de unos segundos se separó de Gina y acarició su cabello con ternura mientras expresaba su profundo pesar.—Mi amor, mi luna, lo siento tanto. Traerte a esta manada fue un error. Puse tu vida en peligro, y eso nunca debió haber ocurrido. Estoy dispuesto a renunciar a mi posición de alfa si eso significa protegerte. Mi principal preocupación es tu seguridad, y haré todo lo necesario para garantizarla —expresó con un tono de sincero arrepentimiento. Sus ojos reflejaban su amor, y sus palabras estaban cargadas de temor. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerla a salvo a toda costa. Su corazón estaba destrozado por la idea de que ella
Helena se encontraba ocupada preparando el almuerzo en la cabaña cuando, de repente, dos guardias irrumpieron en la cabaña, arrastrando consigo a un pálido Jonás. La sorpresa y preocupación se reflejaron en el rostro de ella al ver la condición de su compañero de casa. Sin perder tiempo y con una expresión llena de inquietud, preguntó con urgencia mientras observaba cómo depositaban a Jonás en la cama. —¿Qué ha sucedido? ¿Por qué lo traen así? Los guardias, sin ofrecer una sola explicación, se retiraron de la cabaña con un gesto de despedida. Helena, visiblemente preocupada, se acercó a la cama donde Jonás estaba postrado, empapado en sudor frío. Se inclinó junto a él, ansiosa por entender lo que había sucedido. —¿Qué te ocurre? ¿Dónde te duele? ¿Qué ha sucedido? —inquirió, notándose la angustia en su voz. Jonás, entre suspiros de dolor, apenas podía hablar. Los estragos de su lobo herido lo afligían profundamente mientras luchaba por explicar lo sucedido. —Rechacé a mi compañera
Dieciocho años después... —Eos, ¿cómo es que regresas de la colonia sin haber visitado la manada Vilkas? Colocarte como alfa de esa manada parece haber sido un error. Si hubiéramos sabido que no podrías manejarla, habríamos designado a otro lobo en tu lugar. —Expresó Danna con un tono de preocupación evidente en su voz. —Mami, ya sabes que la colonia me envuelve por completo. —susurró Eos, con sus ojos bicolores, resplandeciendo con una pasión innegable. —Me encanta ser la reina de la colonia. Estar en ese rincón del bosque tan hermoso me transforma en lo que siento que soy en el fondo: una ninfa. A medida que Eos crecía, sus ojos se transformaron en una fascinante mezcla de colores, tornándose bicolores, mientras que su cabello adquirió un tono rojizo que contrastaba con su piel blanca. Aunque compartía la estatura media de su madre, era una híbrida que se sentía más ninfa que loba en su esencia. Su loba interna permanecía en un profundo y constante letargo, y Eos se esforzaba por