Danna, desde el piso, sollozaba mientras miraba directamente a los ojos oscuros de su mate.
—Por favor, no me mates. Yo no le hice nada, caí en una trampa, por favor, créeme —imploró con desesperación.
Eros sentía lástima al ver a su mate en ese estado. Había desarrollado un fuerte vínculo con ella, y le dolía hacerla sufrir, pero como alfa de alfas, también debía mantener el respeto y la autoridad entre su manada. Lo que ella había hecho no podía ser ignorado ni perdonado sin un castigo adecuado. Con la mirada seria, observó a los hombres que lo rodeaban, sabía que tendría que tomar una decisión.
—Aguántenla de los hombros —él se colocó a su espalda y rasgó su camisa, luego le dio el primer latigazo.
Danna soltó un grito desgarrador mientras sus lágrimas empezaron a pelearse por salir rápidamente. Eros le dio un segundo latigazo. Danna sentía el ardor insoportable en cada azote. Decidió tragarse su dolor y, a partir del segundo latigazo, levantó un poco la mirada y vio a Gin riendo con burla desde la distancia. Luego miró con rabia a cada anciano que se encontraba en la sala, en el quinto latigazo no lo soportó y se desmayó.
—Llévenla a su habitación, Ofelia, que cure sus heridas y manténganla encerrada.
Fabricio se acercó a Eros y le dio unos toques en el hombro.
—Esa omega debe saber cuál es su lugar, y esperamos que cumplas con la manada —al decir eso, se retiró con los otros miembros del consejo.
Ofelia trabajaba en el área de la cocina cuando escuchó los gritos, fue a ver y lloró por la escena que vio. Cuando escuchó al alfa decir que ella debía curar a la omega, salió corriendo a su cuarto y buscó algunos ungüentos medicinales. Luego caminó con premura a la habitación, y uno de los hombres la dejó entrar. Al ver a la chica tendida de espalda en la cama con las heridas abiertas, se acercó y abrió un tarrito, metió el dedo índice y sacó el ungüento, empezó a esparcirlo con cuidado.
—Mira cómo te han dejado, niña. No sé qué has hecho para merecer esta crueldad —mientras expandía la crema, rozó la barriga de Danna y sintió una pelota—. Ay, diosa luna, esta niña está embarazada.
Danna en ese momento abrió los ojos y escuchó lo que dijo Ofelia.
—¿Qué dijiste?
La señora la miró con un brillo en los ojos y repitió.
—Niña, pronto vas a tener un lobito.
—No, no, no. Esto no me puede estar pasando, no puedo tener un hijo de ese miserable.
Hedé estaba triste por lo que había pasado, pero al escuchar que iba a tener un cachorro, empezó a saltar de alegría. Era una buena noticia en medio de lo que estaban viviendo.
Danna, al sentir la alegría de su loba, suspiró resignada y trató de incorporarse, pudo notar que el dolor había cedido un poco, allí supo que el ungüento tenía un efecto analgésico. Con miedo en la mirada pronunció.
—Por favor, señora, no le diga nada a nadie. Se ve que usted es un alma noble, júrame que nadie se va a enterar, por favor, la vida de mi hijo está en peligro —rogó con agonía en cada palabra.
—Está bien, respetaré tu decisión.
Ofelia, la anciana loba, envolvió con ternura a Danna en sus brazos, tratando de consolarla mientras la joven sollozaba con desesperación.
En medio de su angustia, Danna se preguntaba una y otra vez: "¿Por qué le hicieron esto? ¿Qué les hice yo para merecer este dolor? ¿Por qué me lastiman de esta forma?"
Ya era de noche, Danna estaba dormida y se despertó con desespero cuando sintió un dolor inmenso en su marca, una punzada que la quemaba. Su loba se conectó de inmediato.
—¡Nuestro mate ha marcado a otra loba! —Hedé suelta un gruñido de dolor y se acostó en la tierra con la cabeza en sus patas.
—Nos ha traicionado, Hedé. Ya he perdido el derecho de ser su luna —exclamó con dolor en el corazón. Sus lágrimas fluían por sus mejillas mientras sentía cómo su bebé se agitaba dentro de su vientre, como si sintiera su angustia. Sabía que el nexo de su hijo con la manada de su padre se había roto por completo.
Desesperada, llevó sus manos al vientre, buscando alguna forma de proteger a su bebé y suplicó a la diosa luna.
—Mi amada diosa luna, soy tu más ferviente devota. Por favor, no permitas que mi bebé sufra y ayúdame a escapar de esta manada. Si esa víbora se entera de mi embarazo, matará a mi bebé.
Trató de controlar el pánico, sabiendo que era necesario para calmar a su hijo. Se acurrucó en sí misma, maquinando las posibilidades de escape.
Al día siguiente, Ofelia entra a la habitación con una bandeja de comida y el medicamento en sus manos. Danna estaba mirando por la ventana, pero giró la cabeza al escuchar el suave tintineo de la puerta al abrirse y se encontró con una sonrisa cálida.
—Mi niña, ¿cómo amaneciste? —preguntó Ofelia mientras se acercaba a la mesita para poner la bandeja.
—¿Qué has escuchado en la mansión? —pregunta Danna en un tono frío.
La anciana traga saliva, no sabía cómo decir lo que Gin andaba regando por los pasillos. Danna, al notar el nerviosismo en la mirada de la anciana, vuelve a decir.
—Habla, Ofelia, no te quedes callada.
—Gin anda regando que el alfa marcó a la señora Labia.
—Eso ya lo sé. Desde anoche me enteré. ¿Qué más sabes? —preguntó Danna con un tono firme.
—Solo eso, mi niña. Ven a comer por el bien del bebé —ofrece Ofelia, intentando cambiar de tema.
Danna se sentó a comer, pero no puede evitar preguntar sobre la vigilancia de la mansión. Eros no ha vuelto a su habitación, y ella solo mira por la ventana, ideando un plan para proteger a su hijo.
Tres días le tomó quitarle el seguro a la ventana. Esa tarde, después de que limpiaron su habitación, abrió la llave de la ducha y con cuidado rompió el espejo del baño. En el golpe, se cortó la mano, eso no le importaba. Herida, quitó todas las sábanas de la cama y las picó en tres partes. Empezó a amarrarlas con todas sus fuerzas. Amarró la cuerda que hizo a la cama y, en el momento del cambio de hombres de seguridad, comprobó que la cuerda soportara su peso y se apresuró a descender con rapidez, pero a pasos firmes por la pared del exterior de la mansión. Al llegar al suelo, observó a un grupo de 5 hombres en la entrada.
—Por lo menos la mansión da hacia el bosque. Ayúdame, diosa luna, por mi bebé —balbució bajito, después de varios bocados de aire y ver a los hombres distraídos, salió corriendo con toda su fuerza. Los hombres se dieron cuenta de cómo una mujer desnuda pasó por su costado sin darles tiempo a reaccionar.
Danna se transformó en Hedé y corrió por el espeso y oscuro bosque. Podía escuchar los aullidos de los lobos cazando. Cansada, Hedé sentía que no daba más. Finalmente, llegó a la orilla de un río y le cedió el control a Danna, quien se arrodilló agotada, con los pies adoloridos, desnuda y sin aire, sintiendo el agitado movimiento de su cachorro en su vientre y con la poca fuerza que tenía suplicó.
—Diosa luna, no dejes que pierda a mi bebé. Haré lo que quieras, aceptaré cualquier condición que me pidas —El cansancio la venció y perdió la conciencia.
Danna abrió los ojos poco a poco y se encontró en una cabaña de madera y paja. Estaba recostada sobre unas pieles y la chimenea ardía con un fuego cálido. Al mirar a un costado, vio a una señora de cabello blanco, piel blanca, de unos 60 años, con un tazón en la mano.—Me alegra que hayas despertado. Te trajeron inconsciente y ardiendo en fiebre. Gracias a la diosa Selene, has sanado —expresó la anciana con una amable sonrisa.—¿Quién es usted? ¿Qué hago aquí? ¿Y mi bebé? —preguntó angustiada, tocándose la barriga y con los ojos llenos de lágrimas al recordar las últimas imágenes antes de que todo se volviera negro.—Soy Hécate. Unos lobos salvajes te trajeron a la puerta de mi cabaña. Tu bebé está bien.—¿Lobos sin humanidad? —gritó asustada. Pasó por su mente: “¿Por qué no me comieron? Gracias diosa luna por salvarme de ellos”.—Tranquila, yo también me asusté. Te cuento, hace dos noches unos lobos estaban aullando en la puerta de mi cabaña. Me asomé a la ventana y vi cómo uno de el
A la mañana siguiente, Danna despertó sintiéndose mejor. Se incorporó de las pieles en las que había dormido y acomodo ese espacio. Durante la noche, había percibido los aullidos de las bestias cercanas, pero en lugar de sentir miedo, su corazón latía con curiosidad. Se cuestionaba si su rescate por esas criaturas estaba vinculado a algún propósito de la diosa luna.—¿Cómo amaneciste, mi niña? —preguntó la abuela.—Bien, abuela. Voy a salir a recorrer el área.La anciana se asustó, no quería perderla otra vez.—Afuera están los lobos merodeando la cabaña. Se van y regresan por períodos cortos. ¿No crees que sería mejor que no salgas?Con una mirada cariñosa, Danna trató de calmarla.—Siento en mi corazón que ellos no me causarán daño. Además, me rescataron de aquellos que realmente querían hacerme sufrir.Danna se dirigió con las piernas temblando hacia la puerta. Sin embargo, no era por miedo, sino por el deseo de entender por qué los lobos seguían allí afuera, como si la custodiarán
Cinco años después. La región del sur estaba en peligro debido a los ataques de renegados y humanos aliados del alfa Edon.Varios alfas y lunas que fueron en representación de sus alfas que estaban en guerra o cuyas manadas estaban bajo ataques, se presentaron en el reino del amanecer para implorar ayuda a la reina. Los atendió la Beta Maya. La luna Eurides lo invitó a una reunión de alfas en la mansión de la manada azul para buscar la manera de detener los ataques contra los hombres lobo. Maya les informó que pronto tendrían respuesta. Mientras se estaban retirando, Eos entró corriendo y chocó con una señora.—Disculpe usted, señora, no fue mi intención tropezar.Eurides tomó la mano de la niña con cariño, pero su cuerpo se estremeció. De alguna manera, sentía que llevaba su sangre. Además, esos ojos azul cielo eran iguales a los de su hijo cuando era un infante. Con timidez, le preguntó:—No pasó nada, ¿te has lastimado?—No —respondió con unos ojos chispeantes.—¿Cómo te llamas?—S
Durante aquel día, las delegaciones llegaron a la Manada Azul. Eurides había preparado la mansión para la llegada de la reina y no permitió que Lamia interviniera en sus decisiones. Para ella, la destinada como mate de su hijo, podría ser la luna de su manada y no una loba que menosprecia a las personas solo por ser hija de un alfa. Aunque Lamia no había podido ejercer como luna de la Manada Azul, estaba emocionada por conocer a la reina y destacarse entre las lobas para lograr convertirse en luna.Los todoterrenos de la delegación del Reino del Norte llegaron y recorrieron la manada hasta llegar a la mansión de Eros. Desde que Danna entró a la manada, su corazón se apretó al inundar su mente con recuerdos de su vida allí. Comenzó a sudar frío y trató de tranquilizarse, pero sus ojos se volvieron negros.Cuando informaron a Eurides que la comitiva real estaba entrando a la manada, sus ojos brillaron de emoción. Caminó hacia la entrada de la mansión y pasó por su mente: "Esto va a ser u
Eurides estaba furiosa mientras caminaba hacia la habitación de su hijo, golpeó la puerta con rabia. Eros abrió la puerta y, al ver el rostro enojado de su madre, frunció el ceño y soltó un gran suspiro antes de apartarse para dejarla entrar.—Eros, quiero que pongas un freno a esa perra sarnosa de Lamia —Eurides no andaba con rodeos.—Madre, te he dicho que no le digas así. Está aquí por petición del concejo de lobos.—Fue a la habitación de la reina para ofenderla. Esa loba estúpida que se la tira de grandeza quería que Danna bajara la cabeza delante de ella —gruñó Eurides con ira.Eros cambió la expresión en su rostro y su mirada se oscureció mientras pasaba por su mente. "Había sido una odisea para que mi madre consiguiera que la reina viniera a nuestras tierras y Lamia va a echarlo todo a perder".—¿Cómo se atrevió? —murmuró, yendo de un lado a otro y pasándose la mano por el cabello.—Espero que le pongas un alto. Si dependiera de mí, la habría expulsado de esta manada hace tiemp
En la fiesta, Danna se encontraba sentada con su hija. A ella no le gustaba esos eventos, por cortesía sonreía para disimular sus bostezos, si estuviera en sus tierras ya se hubiera marchado para su habitación. Eurides se acercó a ellas con una amable sonrisa, con un tono cariñosa expresó.—Majestad, espero que esté disfrutando de la bienvenida que le ofrece nuestra manada.—Eurides, es una fiesta entretenida. —Ocultó su fastidio— De verdad agradezco el gesto. Solo dime Danna ——Danna, si no es mucha molestia, ¿me permite llevar a la princesa a su habitación? La he observado un poco aburrida —soltó nerviosa, temiendo ser rechazada. Sin embargo, su loba estaba emocionada por la cachorra. Desde hace siete años que perdió a su mate, su loba se la pasa deprimida y son pocas las veces que ha querido recorrer el bosque.—Mami sí, estoy aburrida aquí, quiero retirarme con la señora bonita que me cae bien, ¿puedo ir con ella mami? — expresó la niña con una tierna sonrisa.Danna es sobreprotect
Danna entró en la sala de la mansión con una sonrisa de satisfacción en sus labios. Ya estaba aburrida de la fiesta, así que utilizó el pretexto del largo viaje para despedirse con cortesía y retirarse a su habitación.Una vez en la habitación, se sintió aturdida y furiosa. Los recuerdos bombardeaban su cabeza y debía calmar sus emociones. Se quitó la ropa. En busca de alivio, llenó la bañera con agua fría y se sumergió en ella con desespero, deseaba que el agua fría borraran por unos segundos los recuerdos del pasado.Desde que había pisado la mansión, los recuerdos y el dolor que había vivido allí comenzaron a resurgir en su mente como una película. En ese momento, no pudo controlar las lágrimas desoladas que se escapaban de sus ojos y recorrían sus mejillas, calientes de rabia.Danna no podía entender por qué se sentía así. Abrumada por la confusión, la nostalgia y el dolor que le había causado su mate en el pasado. Hacía 5 años que huyó de la manada y no había experimentado celo ni
Eros giró para mirar a su hija. La mirada risueña de la pequeña le llenaba el corazón de ternura, aunque también le provocaba un leve nerviosismo. Sin decir una palabra, se acercó a ella con cautela y se inclinó para admirar su dulce belleza. Al mirar esos ojitos brillantes que irradiaban inocencia y alegría, despertó en él una mezcla de amor y preocupación.—Alfa guapo ¿Quiere ver los pececitos conmigo? —articuló Eos haciendo puchero y moviendo sus manitas de un lado a otro.Eros y Hércules, al escuchar esa vocecita tan tierna, se ablandaron de amor. Hércules estaba enamorado de su cachorra hasta la médula, y Eros sentía su corazón oprimido de emoción. Estaba completamente feliz en ese instante; todavía no podía creer que ella fuera suya, su cachorra. En ese momento, no quería que nadie interrumpiera. Él simplemente deseaba complacer a su pequeña en todas sus peticiones.—Es un placer para mí acompañarte —dijo Eros con voz enamorada—. Desde hoy, puedes pedirme lo que desees, mi prince