Capítulo 42

En el bosque, cerca de la manada Vilkas, corría una mujer exhausta, con sed; sentía que su cuerpo no podía más. A pesar de ser bruja, no escapó de la maldad de un lobo malicioso que la atrapó desprevenida y castigó para servir como esclava en la cama. Corrió sin rumbo, no tenía aliento. Había corrido toda la noche, cansada y sin visión, se lanzó al pie de un viejo roble.

Al amanecer, Huldra salía por el bosque a estirar las patas. Corrió a toda velocidad hasta el límite de la manada y se subió a una montaña. Maya tomó el control para observar la entrada del sol. Después de estar ahí un largo rato, cuando se iba a transformar, observó a lo lejos a perros rastreadores que venían hacia su dirección.

—¿A quién estaban buscando? —giró la vista hacia un extremo y vio a una mujer recostada al pie de un viejo roble. A toda prisa bajó de la montaña. Al llegar a su altura, se agachó. Parecía que estaba muerta. Le tomó la mano y colocó dos dedos en la muñeca. Pudo notar que estaba viva. Con rapi
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