Gina, abrumada por una intensa sensación de vergüenza, hizo un esfuerzo sobrehumano por apartar la mirada de esa loba, cuyo cuerpo estaba completamente desnudo. Sus pies parecían enraizados en el suelo y no sabía qué hacer. —¿Por qué me haces esto después de invitarme a tu habitación? Luego me tratas mal, Gamma Ares, no merezco que me trates así, no es de caballeros—balbuceó Helena mientras se colocaba la vestimenta. Ares solo fijó sus ojos en la pequeña joven que estaba en la pared del frente de su habitación, No entendía por qué ella estaba allí, pero notó que su mirada se movía de arriba abajo en un gesto inquieto. Frunció las cejas, y tras un profundo suspiro, expresó a Helena su desconcierto en voz alta. —¡Helena! ¿Quién te dijo a ti que soy caballero? Te has fijado que comandó a un grupo de guerreros, mejor márchate no quiero seguir perdiendo mi tiempo contigo. Helena lo fulminó con una mirada cargada de rabia y camino por el pasillo esparciendo chispas de enojo. Ares se rec
Ares, con paso decidido, llegó al viejo roble y buscó sus vestimentas, camino hacia la mansión y se adentra, subió las escaleras y camino el pasillo hasta llegar a su habitación, su mirada recorrió la estancia sintiéndose vacío, y un suspiro escapó de sus labios mientras se dejaba caer sobre la cama con una mezcla de emociones en su interior. La sorpresa inundó sus sentidos, pues ahora comprendía que el destino lo había unido a su mate por casualidad, no porque hubiera percibido el vínculo. La idea de ser la pareja destinada de esa pequeña loba que había aparecido en su vida de forma inesperada lo llenaba de incertidumbre y deseo. En la penumbra de la habitación, Ares buscaba en su mente la manera de acercarse a ella sin despertar temores ni desconfianza. Su corazón latía con fuerza, y mientras se sumía en sus pensamientos, sabía que el camino hacia el corazón de su inesperada mate sería un desafío que estaba dispuesto a afrontar con paciencia. La mañana siguiente, Ares se despertó
En el bosque, cerca de la manada Vilkas, corría una mujer exhausta, con sed; sentía que su cuerpo no podía más. A pesar de ser bruja, no escapó de la maldad de un lobo malicioso que la atrapó desprevenida y castigó para servir como esclava en la cama. Corrió sin rumbo, no tenía aliento. Había corrido toda la noche, cansada y sin visión, se lanzó al pie de un viejo roble.Al amanecer, Huldra salía por el bosque a estirar las patas. Corrió a toda velocidad hasta el límite de la manada y se subió a una montaña. Maya tomó el control para observar la entrada del sol. Después de estar ahí un largo rato, cuando se iba a transformar, observó a lo lejos a perros rastreadores que venían hacia su dirección.—¿A quién estaban buscando? —giró la vista hacia un extremo y vio a una mujer recostada al pie de un viejo roble. A toda prisa bajó de la montaña. Al llegar a su altura, se agachó. Parecía que estaba muerta. Le tomó la mano y colocó dos dedos en la muñeca. Pudo notar que estaba viva. Con rapi
Perseo refunfuñó. Apenas hacía un mes que había aparecido su lobo interior, y quería demostrar que podía ayudar a sus hermanos en la batalla.—Galilea, cuéntame dónde las tenían a ustedes. ¿Dentro de la mansión o en el exterior?—En una pequeña casa de madera.—Supongo que en la noche están todas juntas.—Sí, solo yo logré pasar dos noches con él. Él solo nos utilizaba. Llamaba a uno de sus hombres y nos traían dentro de la casa —de repente levantó la cabeza—. Me acordé de un desagüe de aguas que provienen de las lluvias y pasa por debajo del muro, desembocando en el río. Pero está tapado por dos rejillas, aunque se puede entrar y salir por allí. Ese desagüe queda cerca de la casa. Yo no lo utilicé porque salí a escondidas por el otro lado y me adentré en el espeso bosque.Esa misma tarde, Maya llamó a Danna para informarle sobre las injusticias que se estaban cometiendo en la manada entrante. Maya se vistió con un traje negro ajustado al cuerpo.En la noche, Perseo apareció con un to
Llegaron a la manada al amanecer. La luz tenue del nuevo día bañaba el lugar. Perseo detuvo el carro en la entrada de la manada, y Maya, con firmeza en la voz, dio instrucciones a un grupo de guerreros custodios.—Señores, no pueden dejar pasar a gente que no pertenezca a la manada. Saben que esta manada ha atravesado maldad y sufrimiento. Deben tener precaución y cuidado, y todos deben estar alerta ante cualquier posible amenaza. Necesito ser notificada si alguien llegara a interrumpir sin permiso esta manada.Todos los guerreros estaban firmes ante la presencia de Maya. Ellos eran guerreros provenientes de las tierras del norte.—Beta Maya, la mantendré informada si algo sucede —expresó el líder de los guerreros.—Gracias, Gabriel. Sé que cuento contigo y con todos.Perseo continuó su camino y estacionó en la mansión. Las mujeres bajaron temblorosas; estaban demacradas y desnutridas. Maya las observaba con compasión mientras descendían del vehículo, y pasó por su mente una pregunta
Maya estaba en estado de alerta constante; habían transcurrido apenas dos días desde el arriesgado rescate, y sus ojos apenas habían conocido el descanso. Temía un posible ataque a la manada.Las mujeres rescatadas se habían adaptado rápidamente a su nuevo hogar. La libertad recién recuperada les llenaba de felicidad, y poco a poco comenzaban a dejar atrás los traumas del pasado, Galilea se mantenía ocupada en la mansión, brindando su apoyo a Maya.Maya se encontraba en su despacho cuando, de repente, recibió una inesperada llamada de uno de los guardianes custodios de la entrada de la manada.—Beta Maya, el alfa Sander se encuentra en la entrada con un grupo de lobos. Ha solicitado inspeccionar la manada y afirma que un grupo de mujeres ha robado en su territorio. Está decidido a encontrarlas y hacerlas pagar por lo que han robado. Sigo sus órdenes de no dejarlo pasar, pero es un hombre autoritario.—Dígale que voy para allá, yo como alfa regente, lo atenderé personalmente —Maya, fur
Maya soltó un gran suspiro, sus ojos reflejaban una mezcla de audacia y miedo. A pesar de su aparente firmeza, sabía que se encontraba en una situación delicada. Temía que la llegada de Sander pudiera desencadenar una masacre en la manada. No estaba dispuesta a permitir que se llevarán a las mujeres. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, observó cómo Sander se alejaba en la distancia. Entonces, expresó en voz alta.—Gracias, amiga, por llegar justo a tiempo. No te esperaba, pero apareciste en el momento preciso —expresó con gratitud.— Amiga, no te avisé que venía, porque conversando con Eros, decidí venir a traer unos cachorros para que protejan a la manada de alimañas como la que se acaba de ir —explicó, tratando de justificar su llegada sorpresa en medio del caos.Maya percibió que la penetraban con una mirada llena de deseo. Cuando su mente y su cuerpo ya estaban relajados, un aroma inconfundible inundó sus sentidos: era la esencia de su mate. Por un momento, quiso huir,
En la manada azul, Ares se hallaba en una posición discreta, oculto en las sombras, observando con una mirada intensa a Gina y a Eos. Quienes estaban divertidas jugando en el estanque, mientras que Orion, experimentaba una creciente irritación y celos al no poder estar cerca de su mate. Cada segundo que pasaba sin su cercanía le resultaba una tortura. La ansiedad lo consumía, y se encontraba en la encrucijada de si debía o no acercarse a ella. En medio de su conflicto interno, dio un profundo suspiro, y sus pies avanzaron solos llevando hacia su mate.—Tío Ares —exclamó Eos con alegría en sus ojos, extendiendo sus bracitos hacia él en busca de un abrazo—. Luego, sus ojos curiosos se posaron en el estanque, donde nadaban unos peces de colores vivos. —¡Mira, tío Ares! —tarareó con un tono de felicidad en su voz—. Son como los que vemos en el río de la manada el Amanecer, pero aquellos son mucho más grandes.Gina se encontraba sentada en el borde del estanque con los pies sumergidos en e