En cuanto logran instalarse en la mansión con propiedad, Zoe y Robert se ponen de cabeza a preparar la que sería la velada en donde ella se mostraría a la alta sociedad de Roma nuevamente. Lo mejor de todo eso es que Robert había logrado convencerla de usar un vestido rojo de infarto, bastante recatado para ella, pero que la hacía lucir espectacular. Es por eso que ahora la mansión Sanders está hecha un caos, porque el momento de la famosa velada había llegado y esa noche pintaba ser muy especial, en donde conocerían gente nueva, pero también para volver a ver a aquellos que tanto daño le habían hecho a Zoe. Carlo se había encargado de conseguir un espacio amplio en la ciudad, le costó un poco porque quería uno con una bella escalera desde donde su prima bajara del brazo de su esposo. Era un dramático, pero sabía que eso iba a impactar mucho más y dejaría a muchos con la boca abierta… y esa era la idea. Personalmente se hizo cargo de las invitaciones, la que incluso se encargó le l
Zoe mira el salón con una sonrisa de suficiencia, está repleto de personas que se son o se creen importantes y respiran con aires de una grandeza que difícilmente tienen, de reojo puede ver a Anabet… Y a él. Le aprieta la mano a Robert por los nervios de estar en el mismo espacio que el hombre que tanto mal le hizo y él le regresa el apretón para darle ánimo. —Tranquila, ninguno puede hacerte daño. —Lo sé, pero tengo más miedo de lo que yo les haré. —No lo tengas… —los dos se miran cómplices y eso cala más hondo en Daryl, quien ya sabe que no hay ni una posibilidad con su Zoe—. Es poco para lo que se merecen. El primero en acercarse a saludar es el primer ministro, que besa su mano con delicadeza y luego le da un apretón de manos a Robert. —Sir Robert, es un placer poder conocerlos al fin. —Primer ministro, el gusto es todo mío. Sí, Robert tiene el título de caballero y Zoe se enteró hace sólo unos meses, también que no lo usa porque se le hace de lo más esnob, pero ahora tod
Tras lo que parecen días, Daryl logra ponerse de pie con mucha dificultad porque el peso del alma mucho mayor al de su cuerpo. Cuando llega a su refugio, mira todo con una profunda tristeza, mucho más al pensar en la sonrisa que debió tener Zoe al ordenar cada cosa y que debió ser la misma que vio por la noche, mientras caminaba de la mano de él…Se mete a la ducha, deja que el agua se lleve el aroma de Anabet, las lágrimas y parte del pesar que trae. Se viste con la mejor ropa que tiene y toma el rumbo a la mansión Amato, porque sabe que no hay otro lugar en donde debe estar.Necesita explicarle lo que sucedió en la noche, que no recuerda nada y que entre Anabet y él no hay nada.Del otro lado, Zoe está sentada en la cocina tratando de que Hope se tome su leche blanca, pero ese día ella quiere que sea con fresas… el problema es que no hay fresas.—Hope, enviaré a alguien de compras para que por la tarde tengas tu leche con fresas —intenta negociar, pero la pequeña se cruza de brazos
Zoe camina por el jardín envuelta en una manta, mirando los árboles con una sonrisa llena de melancolía. El sol recién está apareciendo en Roma, pero para ella salió mucho antes. Cierra los ojos para recordar la noche anterior, en donde quiso entregarse a Robert, aunque su hija los detuvo, luego sí pudo dar rienda suelta a esa curiosidad y al deseo de estar con aquel hombre que en todo momento la hizo sentir protegida. Sus manos bajan a su vientre, mientras que su mente se pierde por completo en la noche anterior. «Robert la ve con la decisión retratada en los ojos y sólo puede ceder ante sus encantos. Antes de que ella se vuelva a posicionar sobre él, saca de la mesita de noche un preservativo, algo que no pensó en el primer intento porque su mujer lo pilló desprevenido, mientras se lo coloca Zoe lo mira directo a los ojos antes de volver a sentir su dureza en la entrada y comienza a bajar lentamente. No puede evitar gemir por el dolor y la satisfacción de sentirse llena, Robert
Las cosas iban marchando tal como Zoe lo había planeado. El nombre de Anabet estaba en la palestra de nuevo y hasta los programas de chismes se habían encargado de perseguirla, mientras que Daryl emitió un comunicado limpiándose de todo acusando que seguramente la mujer lo había drogado como años atrás le había sucedido. Pero nada de eso era suficiente, a menos que iniciara una venganza real en contra de aquellos quienes le habían hecho tanto daño. Está sentada en el despacho de la casa, mirando con satisfacción las noticias en contra de Anabet, donde se recuerda lo desgraciada que fue con su prima, a la que no mencionan, pero es obvio que quienes están al tanto de la relación familiar saben que se refieren a ella. No sabe exactamente por qué, pero se le viene la historia del Conde de Montecristo, que hizo de la venganza un arte bien elaborado y lleno de florituras que le permitieron hacerla como algo que era justo. Mira el cuarto y allí está el retrato de su abuelo, el que la mi
El silencio se hace pesado, las miradas en aquel espacio van de Francesco que está muerto de miedo a Nicholas que lo mira con desprecio, en especial porque oyó todo lo que le dijo a Zoe. Finalmente, es Antonieta quien rompe aquel silencio.—No puede ser… ¡Tú estabas muerto! —le grita Antonieta.—Pregúntale a tu esposo si fue capaz de matarme con sus propias manos —camina imponente hacia Francesco y lo enfrenta.Zoe se hace a un lado, para entrar a la protección de Robert, pero no pierde detalle en el temblor de los labios de Francesco, que observa a su hermano con una mezcla de odio y miedo.—Ni-Nicholas… hermano.—Cállate —sentencia Nicholas—. No tienes derecho a decirme hermano, por tu ambición me perdí de la vida de mi hija, la muerte de mi esposa, de la partida de mi padre… pudiste al menos ser un buen padre para mi niña, pero solo la hundiste más y lo seguirías haciendo, si yo no hablo ahora lo que hiciste.—¡No, yo no hice nada…! ¡Tú resbalaste!—¿Y quién está hablando de mi «ac
Cuando Robert regresa de verse con su hermano, los hombres de seguridad le dicen que Zoe ha recibido la visita de Daryl y corre para ver cómo está, porque sigue en ese limbo de no saber qué demonios pasa entre ellos dos. Se la encuentra mirando al jardín, mientras Hope duerme entre sus brazos toda desparramada. A Robert le basta ver los ojos de Zoe para saber que algo malo pasó. Con lágrimas en los ojos ella le cuenta lo que Daryl le fue a decir, por un momento cree que llora desconsolada por la historia entre ellos, pero en realidad es porque la empresa cuyo abuelo tanto cuidó, deberá desaparecer para que Francesco no pueda hacer nada para salir de la cárcel. Robert sólo la abraza, le quita a Hope de los brazos y se las lleva a las dos a descansar. Después de eso, todo se vuelve revelaciones, cada una más dolorosa que la otra. En este momento, Zoe recuerda todo aquello que ha salido a la luz mientras se come una manzana. Su padre se sienta a su lado, le toma la mano libre y ella
Zoe no deja de pensar en el momento adecuado para decirle a Daryl la verdad, pero ahora que quiere hacerlo no parece ser tan sencillo después de todo. Y la actitud distante de Robert no le pone las cosas más sencillas, porque finge trabajar hasta tarde en algo sólo para no tener intimidad de nuevo con ella. Las cosas son más complicadas cada vez y sabe que pronto todo va a reventar, por eso quiere atesorar esos momentos que la hacen sentir feliz. Como cada mañana, Zoe se levanta y lo primero que hace es ir por Hope. La pequeña, como si tuviera un radar, en cuanto su madre pone un pie en la habitación, abre los ojos y comienza a moverse por todos lados. Zoe se pregunta cada día de dónde saca tanta energía para ser como es ella. —¡Mami, mami! —le salta encima y se deja amar por Zoe, que la llena de besos por el rostro, la cabeza y el cuello. Luego de eso, Zoe se dedica a vestirla, le da la mano y ambas caminan a la cocina para su desayuno. Esta vez, antes de cualquier escándalo, Zo