Daryl se ha ido hace solo dos días y Zoe ya se siente como si llevara un año lejos de ella. Por eso, luego de tomarse su desayuno, se sube al auto para ir a la empresa y decide que al llegar se irá directo a la habitación de su bebé. Está repleta de cosas, todas desordenadas, porque Daryl pensó que ella querría organizar todo y eso es muy cierto. Cuando van de camino a la oficina, Robert, que va de copiloto, no deja de mirar a todos lados. —Hace un tiempo que no podemos tener una de esas charlas tan interesantes —le dice ella mirando por la ventana—. Supongo que es mi culpa, he estado demasiado ocupada con mi esposo. —Lo entiendo —le dice él, mientras chequea la patente del auto que va tras ellos—. Me imagino que está contenta con su embarazo. —Mucho. Aunque al principio tuve miedo, porque no era fácil aceptarlo, en especial porque llegó cuando menos lo esperaba —sus manos en el vientre y una sonrisa salen como gestos naturales y Robert sonríe al verla por el espejo retrovisor.
Daryl parece león enjaulado en su oficina en París, solo ve lo malo de todo dejándose llevar una vez más por las palabras de otras personas y sin siquiera darle la oportunidad a Zoe de defenderse de los ataques de la mujer, cuando en el pasado ya habían tenido una situación parecida. Lo cierto es que no había aprendido nada… pero ya lo hará. Tiene tres días sin hablar con su esposa, la misma que en Italia está desesperada porque las llamadas ya la mandaban directo al buzón. Por esa razón llamó a su suegro, a la empresa y nadie le dijo nada de Daryl. Tal parece que la tierra se lo ha tragado y a nadie parece importarle, aunque una idea la está embargando, pero se dice a ella misma que sería ilógico que Anabet lo hubiese llamado y él se pusiera de su parte. Aunque si eso era así, esta vez nada la haría echarse atrás. La idea de ir a Francia la está atacando seriamente porque la angustia de que le hubiese pasado algo la tiene tan mal que llevaba dos días con un dolor en el vientre qu
Zoe camina hacia la que puerta de su oficina con aparente calma, pero por dentro siente que en cualquier momento se desvanecerá. Allí se encuentra a Robert concentrado en algo, levanta la mirada y se alarma por completo porque es evidente que algo le pasó a la mujer, su expresión es totalmente desencajada, nada que ver a como estaba al salir de su oficina. —Señora… —le dice acercándose a ella—. ¿Se siente mal? ¿La llevo a cas…? Una bofetada le cruza el rostro antes de que pueda seguir hablando, y aunque en realidad esta ni siquiera lo mueve un milímetro, es doloroso porque viene con una rabia y un lamento que no vio antes en esos ojos que han perdido ese brillo de felicidad. Algo muy malo debió ocurrirle y ahora es que se enterará. —Me destruiste… —le dice ella con la voz cargada de un dolor que le abre una herida instantánea, nunca creyó que Zoe le diría algo así—. Me dijiste que me amabas, me protegiste de todo el mundo… menos de ti. —Señora… —le dice Robert con los ojos abiert
Luego de que Zoe salga de la oficina, Daryl se queda abrazando a Anabet para calmarla, permanecen en silencio unos minutos hasta que él decide que eso no se terminará como ellos quieren.—Necesito que te calmes, te prometo que nada malo te pasará y que pronto estaremos juntos, pero ahora debo dejarte porque ellos no pueden salirse con la suya.—¡Tengo miedo!—No debes tenerlo, ella ahora no te hará daño, verás que nuestro hijo y tú siempre estarán protegidos.Con un beso en la frente la deja sentada en la oficina. Sale de la oficina justo en el instante en que Zoe y Robert están en el ascensor, verlos irse juntos hace que sus celos comiencen a surgir con más fuerza, aquella rabia por tanto descaro lo invade aún más y hace algo para no quedarse quieto allí.Sin pensarlo mucho, baja por las escaleras corriendo, en parte para tratar de quitarse esas ganas de matarlos con sus propias manos, aunque en realidad eso no sirve de mucho. Al llegar a la calle, le pregunta a uno de los guardias p
Cuando Robert llega al hospital como si estuviese entrando a un combate ya los médicos los están esperando. Él mismo la toma con mucho cuidado y la deja en la camilla que tienen allí para recibirla, en cuanto la ven segura, corren con ella adentro. —¡Paciente de veinticinco años, embazada de diez semanas! —grita el paramédico entrando con ella a la sala de urgencia para llamar la atención del doctor. Una de las asistentes reconoce a Zoe de la vez que tuvo el accidente—. ¡Golpe en la pelvis producto de una caída en el pavimento, sangrado vaginal! —¡Quiero signos vitales de ambos, fuera pantalón y quiero un obstetra ahora mismo! —grita el doctor que la recibe. Eso es lo último que oye Robert antes de que se pierdan tras la puerta, aunque los ojos de la chica loca de la otra vez lo dejan algo más tranquilo, como si un conocido con ella le diera algo de paz en esa turbulencia. Se deja caer en el piso pasándose las manos por el rostro como tratando de quitarse un polvo que no hay, sin po
Las palabras del docto siguen resonando en su cabeza una y otra vez. Trata de respirar, de lograr llevar aire a sus pulmones, pero simplemente no puede. Se pone de pie con dificultad sin saber muy bien qué hacer. —No… —se pasa las manos por el cabello desesperado y mira la puerta—. Yo tengo que hablar con ella, pedirle perdón… yo no quería que esto pasara —se gira para entrar de nuevo, pero se detiene cuando las figuras de Robert y Carlo lo enfrentan. —No vas a entrar a nada —le dice Carlo, pero la voz débil de Zoe los detiene. —Déjenlo, solo será un minuto… Daryl entra pasando por entre aquellas dos figuras que ahora mismo se van mucho más altos e imponentes que él, trata de acercarse más a ella, pero Zoe lo detiene con un gesto de sus manos. Ella cierra los ojos un segundo para inyectarse valor y le dice con voz calmada. —Ya no hay hijo, no hay amor, no hay nada… —escucharlo de su boca es aún más desgarrador, porque tiene una resignación que él nunca podrá sentir—. Deja que me
Tras dejar el hospital, Daryl decide irse directo a la mansión, no quiere ver a nadie y ese lugar es precisamente el mejor lugar esconderse de todo lo malo que había ocurrido, pero no de lo que él había hecho… En especialmente porque todo le recuerda a Zoe. Se resigna a que la perdió, porque hizo todo lo que ella le pidió que no hiciera y mucho más. Desconfió de su palabra a la primera oportunidad, la trató como la peor mujer del mundo y ese beso con Anabet… Se va directo al cuarto que compartía con ella, en donde muchas de sus cosas están allí, su olor y su presencia siguen intactos como si su propia alma se hubiese quedado deambulando para atormentar la suya, aunque eso es lo mínimo que se merece en aquel momento. La ha perdido… La ha perdido definitivamente y nada de lo que haga le ayudará a recuperarla. Una vez más sus arrebatos, ese carácter dominante y violento se había apoderado de todo lo que era con Zoe, más allá de que todo fuera verdad o mentira, Zoe al final de todo e
Carlo no puede evitar sonreír con satisfacción y deja lo que está haciendo, en especial cuando el hombre le señala algo más—Y también encontramos dos álbumes con fotografías, puede que le interesen.—Bien, en una hora estaré allí —tras cortar, llama a Zoe, pero quien le responde es Robert—. ¿Cómo está?—Bien… —le dice con un suspiro Robert—, al menos se está divirtiendo con Garritas.—¿Y ese quién es?—Un gato siamés que adoptamos, son inseparables. ¿Quieres hablar con ella?—Sí —escucha que Robert le pasa el teléfono y no pierde tiempo en decirle lo que quiere que haga con ella, al mal paso mejor darle cara—. Zoe, encontré la caja… ¿qué hago con ella?—¿Cuál caja? —le pregunta ella con el ceño fruncido mientras Garritas se acurruca en su regazo.—Esa… la que te dio Marchetti de niños.—Quémala, rómpela, deshazte de ella, yo no la quiero. No quiero nada que me lo recuerde.—Bien… entiendo —sabe que para ella supone un esfuerzo enorme, pero al fin está desprendiéndose de todo ese dolo