Cuando Zoe corta la llamada con Carlo se siente mucho más animada. Puede que las cosas con Daryl estén malas y raras, pero al menos tiene el apoyo de su primo, que después de todo es lo único cercano a una familia que le va quedando. Cierra los ojos, coloca sus manos sobre el vientre y se deja llevar a esa cárcel eterna en que se ha convertido la mansión Marchetti. Aunque para ser honesta, esos días en el hospital Daryl se comportó bastante bien. No la dejó sola ni un solo momento, la alimentó y atendió como un esposo enamorado, dedicado, considerado, nada parecido a lo que había sido las semanas anteriores. Pero eso no puede evitar que todo el trayecto a la mansión sea en silencio, Daryl no deja de mirar a Zoe, pero ella no le presta ni la más mínima atención porque está por completo retraída en sus pensamientos, por supuesto sin apartar sus manos del vientre, porque ahora no puede pensar solo en ella. Al llegar a casa Zoe no puede evitar emitir un suspiro de resignación, el auto
Por supuesto que en la mañana, cuando Zoe abre los ojos antes que él se aparta con violencia y lo quita de su lado a punta de almohadazos. —¡¿Qué haces metido en mi cama?! —le dice ella saliendo de la cama y Daryl se apresura a calmarla. —¡Espera, cálmate, eso no te hace bien! Es que anoche estabas llorando dormida, me acerqué para quitarle las lágrimas y tú te aferraste a mi mano. —¡Pero que mentira más grande! ¡¡Si yo no te quiero a mi lado!! —¡Te juro que es verdad, me secuestraste la mano y no me quedó más remedio que meterme a tu lado, porque no hubo forma que la soltaras! —ni loco le dice que ni siquiera hizo el intento de quitarle la mano, porque ahí sí que lo deja sin decendencia—. Así que solo me quedé allí, en cuanto te abracé te relajaste y pudiste dormir tranquila el resto de la noche. Te juro que no pasó nada más. —¡Te odio! —Zoe se mete en el baño, se encierra allí, lleva sus manos a su vientre porque cuando despertó él tenía aquella mano cálida y protectora allí, y
La actitud de Daryl es por completo diferente y esta vez Zoe la siente de verdad. No se va a trabajar sin darle un beso, sus vitaminas y el desayuno, a la hora de almuerzo está clavadito allí con ella y por la tarde, regresa animado para estar con ella solo para hacer lo que sea y consentirla, porque eso sí, no se cansa de mimarla. Es increíble la manera en que se está redimiendo por su comportamiento y lo que Zoe quiere es que eso se extienda lo más posible, porque esa versión dulce de Daryl es de lo más linda. Su esposo está feliz por el embarazo y ella se está relajando al fin, disfrutándolo también. El día anterior Daryl llegó emocionado, solo la levantó entre sus brazos, la besó con devoción y la invitó a una cena muy importante con altos ejecutivos y los presidentes de grandes empresas. Así que allí está ella, terminando de maquillarse para acompañar a su esposo a la cena. Por supuesto, con un vestido negro, sencillo y recatado, para que no fuesen a mirarla más de la cuenta
Daryl se ha ido hace solo dos días y Zoe ya se siente como si llevara un año lejos de ella. Por eso, luego de tomarse su desayuno, se sube al auto para ir a la empresa y decide que al llegar se irá directo a la habitación de su bebé. Está repleta de cosas, todas desordenadas, porque Daryl pensó que ella querría organizar todo y eso es muy cierto. Cuando van de camino a la oficina, Robert, que va de copiloto, no deja de mirar a todos lados. —Hace un tiempo que no podemos tener una de esas charlas tan interesantes —le dice ella mirando por la ventana—. Supongo que es mi culpa, he estado demasiado ocupada con mi esposo. —Lo entiendo —le dice él, mientras chequea la patente del auto que va tras ellos—. Me imagino que está contenta con su embarazo. —Mucho. Aunque al principio tuve miedo, porque no era fácil aceptarlo, en especial porque llegó cuando menos lo esperaba —sus manos en el vientre y una sonrisa salen como gestos naturales y Robert sonríe al verla por el espejo retrovisor.
Daryl parece león enjaulado en su oficina en París, solo ve lo malo de todo dejándose llevar una vez más por las palabras de otras personas y sin siquiera darle la oportunidad a Zoe de defenderse de los ataques de la mujer, cuando en el pasado ya habían tenido una situación parecida. Lo cierto es que no había aprendido nada… pero ya lo hará. Tiene tres días sin hablar con su esposa, la misma que en Italia está desesperada porque las llamadas ya la mandaban directo al buzón. Por esa razón llamó a su suegro, a la empresa y nadie le dijo nada de Daryl. Tal parece que la tierra se lo ha tragado y a nadie parece importarle, aunque una idea la está embargando, pero se dice a ella misma que sería ilógico que Anabet lo hubiese llamado y él se pusiera de su parte. Aunque si eso era así, esta vez nada la haría echarse atrás. La idea de ir a Francia la está atacando seriamente porque la angustia de que le hubiese pasado algo la tiene tan mal que llevaba dos días con un dolor en el vientre qu
Zoe camina hacia la que puerta de su oficina con aparente calma, pero por dentro siente que en cualquier momento se desvanecerá. Allí se encuentra a Robert concentrado en algo, levanta la mirada y se alarma por completo porque es evidente que algo le pasó a la mujer, su expresión es totalmente desencajada, nada que ver a como estaba al salir de su oficina. —Señora… —le dice acercándose a ella—. ¿Se siente mal? ¿La llevo a cas…? Una bofetada le cruza el rostro antes de que pueda seguir hablando, y aunque en realidad esta ni siquiera lo mueve un milímetro, es doloroso porque viene con una rabia y un lamento que no vio antes en esos ojos que han perdido ese brillo de felicidad. Algo muy malo debió ocurrirle y ahora es que se enterará. —Me destruiste… —le dice ella con la voz cargada de un dolor que le abre una herida instantánea, nunca creyó que Zoe le diría algo así—. Me dijiste que me amabas, me protegiste de todo el mundo… menos de ti. —Señora… —le dice Robert con los ojos abiert
Luego de que Zoe salga de la oficina, Daryl se queda abrazando a Anabet para calmarla, permanecen en silencio unos minutos hasta que él decide que eso no se terminará como ellos quieren.—Necesito que te calmes, te prometo que nada malo te pasará y que pronto estaremos juntos, pero ahora debo dejarte porque ellos no pueden salirse con la suya.—¡Tengo miedo!—No debes tenerlo, ella ahora no te hará daño, verás que nuestro hijo y tú siempre estarán protegidos.Con un beso en la frente la deja sentada en la oficina. Sale de la oficina justo en el instante en que Zoe y Robert están en el ascensor, verlos irse juntos hace que sus celos comiencen a surgir con más fuerza, aquella rabia por tanto descaro lo invade aún más y hace algo para no quedarse quieto allí.Sin pensarlo mucho, baja por las escaleras corriendo, en parte para tratar de quitarse esas ganas de matarlos con sus propias manos, aunque en realidad eso no sirve de mucho. Al llegar a la calle, le pregunta a uno de los guardias p
Cuando Robert llega al hospital como si estuviese entrando a un combate ya los médicos los están esperando. Él mismo la toma con mucho cuidado y la deja en la camilla que tienen allí para recibirla, en cuanto la ven segura, corren con ella adentro. —¡Paciente de veinticinco años, embazada de diez semanas! —grita el paramédico entrando con ella a la sala de urgencia para llamar la atención del doctor. Una de las asistentes reconoce a Zoe de la vez que tuvo el accidente—. ¡Golpe en la pelvis producto de una caída en el pavimento, sangrado vaginal! —¡Quiero signos vitales de ambos, fuera pantalón y quiero un obstetra ahora mismo! —grita el doctor que la recibe. Eso es lo último que oye Robert antes de que se pierdan tras la puerta, aunque los ojos de la chica loca de la otra vez lo dejan algo más tranquilo, como si un conocido con ella le diera algo de paz en esa turbulencia. Se deja caer en el piso pasándose las manos por el rostro como tratando de quitarse un polvo que no hay, sin po