Haidar y Brenda llegaron a la oficina. Mientras él se acomodaba en su escritorio, comenzando a revisar papeles y abrir su computadora, Brenda tomó un momento para observarlo. Había algo fascinante en la forma en que trabajaba. Su postura erguida, sus movimientos seguros y la manera en que sus ojos se enfocaban en los documentos frente a él lo hacían parecer un hombre completamente en control de su entorno. Era impresionante verlo en su elemento: concentrado, eficiente y con una capacidad de análisis que Brenda no podía evitar admirar.Por un instante, Brenda se permitió pensar en lo mucho que había cambiado su percepción de Haidar desde el principio de su relación. El hombre que una vez le pareció un enigma frío y distante ahora era su esposo, el padre de sus futuros hijos, y alguien por quien sentía un respeto inmenso.Para no aburrirse mientras él trabajaba, Brenda decidió ayudarlo con algunas tareas sencillas. No quería sentirse una espectadora pasiva, especialmente después de que
Después de almorzar juntos en el comedor, Brenda y Haidar regresaron a la oficina. El árabe se acomodó en su silla cómoda, mientras Brenda se sentaba en uno de los sofás, sacando su teléfono para distraerse un poco. Fue entonces cuando Haidar recordó algo importante: tenía una junta pendiente, una reunión a la que no podía faltar. Justo en ese momento, Aurora, tan eficiente como siempre, apareció en la puerta.—Señor Abdelaziz, estoy aquí para recordarle que tiene una junta pendiente. Todos ya lo están esperando en la sala de reuniones —informó con profesionalismo la pelirroja.Haidar asintió con la cabeza y Aurora, tras cumplir con su tarea, se retiró de la oficina. Antes de salir, el hombre se volteó hacia Brenda con una leve sonrisa.—La junta será un poco larga. Procuraré terminar lo antes posible para que no estés tanto tiempo sola aquí.Brenda le restó importancia con un gesto tranquilo y una sonrisa comprensiva.—No te preocupes por mí, estaré bien. Espero que todo salga bien,
Brenda seguía sorprendida mientras observaba la carpeta en sus manos. De repente, debido a su nerviosismo, la carpeta se resbaló y cayó al suelo, esparciendo fotografías, recortes de periódico y otros documentos por todo el piso. Ella se quedó paralizada, incapaz de moverse, mientras sus ojos captaban palabras clave en los titulares: asesinato, robo, tragedia. Su mente no podía procesar por qué su esposo tenía guardados esos recortes, por qué eran tan importantes para él, o por qué los había mantenido almacenados durante tanto tiempo, ya que esos recortes era evidente que pertenecían a un periódico antiguo, y el misterio la envolvía cada vez más.Antes de que pudiera reaccionar, la puerta de la oficina se abrió de repente, y Aurora entró. Brenda dio un respingo por la sorpresa, llevándose una mano al pecho mientras sentía cómo su corazón latía a toda velocidad. Se sintió atrapada, como una niña que había sido sorprendida haciendo algo indebido.Aurora arrugó el entrecejo al ver a Bren
Haidar y Brenda se marcharon a casa. Durante el trayecto, el hombre tuvo la idea de parar y cenar en un restaurante, pero al ver a Brenda en el puesto de copiloto, durmiendo, supo que lo mejor era terminar de llegar al piso. El árabe, cada cierto tiempo, miraba a su par. Ella dormía plácidamente en su sitio. Verla tan tranquila, era al mismo tiempo el recordatorio de lo vulnerable que era Brenda. Tan delicada y hermosa. Era casi una realidad desconcertante saber que ella era la hija del hombre que le quitó la vida a su padre, en qué condenó su vida a un infierno ahí lo cambió todo para siempre. Y aunque quería solamente sentir odio hacia ella, no sentía eso, porque su amor era más fuerte que cualquier oscuro sentimiento. Un respiro hondo salió de sus labios al darse cuenta de que cada vez era más difícil enfrentarse a la verdad. No podría hacerlo. Entonces, ella comenzó a removerse un poco en el asiento y el centró la mirada en la carretera, aclarándose la garganta. —Haidar, ¿to
Aquella mañana, Brenda estaba sentada en la cama con el teléfono en la mano. Su mirada se perdía en el vacío mientras reflexionaba. Desde que había salido de la oficina de Haidar el día anterior, no había podido dejar de pensar en los recortes de periódico que había encontrado. La inquietud la carcomía por dentro, pero al mismo tiempo sentía que hablar de ello con alguien más podría ser un error. Dudaba si debía llamar a Madelaine y contarle lo sucedido o guardar el asunto para sí misma.Tras varios minutos de indecisión, Brenda finalmente decidió que no podía soportar más lidiar a solas con esos pensamientos. Marcó el número de su amiga, y Madelaine respondió casi al instante, con su tono amistoso de siempre.—¡Qué bueno que me estás llamando! ¿Cómo has dormido?Brenda sonrió, agradecida por la familiaridad en la voz de su amiga.—He dormido bastante bien, gracias. Aunque… como ya te comenté ayer que estuve en la oficina de Haidar, tengo algo que contarte.El tono de Madelaine cambió
Haidar salió de su oficina y subió a su auto. Inicialmente, planeaba dirigirse a su casa para reunirse con Brenda, pero una llamada repentina lo hizo cambiar de rumbo. Era su tía Aisha, quien con su voz cálida, lo invitaba a cenar a su casa.—Haidar, me hace mucha ilusión que vengas. Al menos comparte una comida con nosotros. Antes solías venir con frecuencia y ahora apenas lo haces. Entiendo que tengas más responsabilidades, pero me gustaría que por favor cenemos juntos esta noche. Y si es posible, trae a tu esposa.Haidar pensó por un momento, consciente de que no podía rechazar la invitación.—Tía, agradezco muchísimo tu invitación. Puedo ir, pero Brenda no podrá acompañarme esta vez.—Entiendo, ya será en otra ocasión. Te esperamos.La llamada terminó poco después, y Haidar ajustó el rumbo hacia la casa de sus tíos. Afortunadamente, el tráfico era ligero, y llegó a la propiedad en poco tiempo. Al entrar, fue recibido por los brazos abiertos de Aisha, quien lo abrazó con emoción.
Brenda estaba acomodándose en la cama, acostumbrada ya a las llegadas tardías de su esposo. Sin embargo, esta vez algo en su pecho le decía que había algo diferente. Haidar aún no regresaba a casa, y la inquietud comenzaba a instalarse en su mente. Decidió llamarlo, esperando escuchar su voz y que le asegurara que ya estaba en camino, pero el teléfono sonaba una y otra vez sin respuesta. Con cada tono que pasaba, su preocupación aumentaba. Finalmente, colgó la llamada, mirando el teléfono con la intensa necesidad de ver algún aviso de su parte, algo que le dijera que todo estaba bien, que ya estaba llegando. Pero no hubo ninguna señal.Resignada, dejó el teléfono sobre la mesita de noche y decidió distraerse. Acostada boca arriba, colocó ambas manos sobre su vientre abultado, acariciándolo con ternura mientras comenzaba a hablarles a sus pequeños bebés.—Mis pequeños, me pregunto cómo serán ustedes… falta tan poco para que lleguen a nuestras vidas. Támara, Amira y mi pequeño Jamil… ya
Haidar ingresó a la habitación con pasos cautelosos, cuidando de no despertar a Brenda, quien dormía plácidamente entre las sábanas. Por un momento, la observó en silencio, disfrutando de la calma que irradiaba su rostro. Se inclinó y dejó un beso suave y cariñoso sobre su frente, como si ese simple gesto pudiera transmitirle todo lo que no se atrevía a decir en palabras. El árabe sacó de su bolsillo dos pequeñas cajitas de terciopelo oscuro. En su interior estaban los anillos, esos que había escogido cuidadosamente pensando en Brenda. También había escrito una nota breve, sencilla pero sincera. Sabía que no era la forma más romántica de entregárselos, pero su mente estaba revuelta. La confusión, la preocupación y la carga emocional que llevaba consigo le impedían pensar en algo más detallado o especial. Simplemente quería que Brenda los tuviera, que supiera lo importante que era para él, aunque fuera de esa manera.Colocó las dos cajitas sobre la mesita de noche, asegurándose de que