Brenda seguía sorprendida mientras observaba la carpeta en sus manos. De repente, debido a su nerviosismo, la carpeta se resbaló y cayó al suelo, esparciendo fotografías, recortes de periódico y otros documentos por todo el piso. Ella se quedó paralizada, incapaz de moverse, mientras sus ojos captaban palabras clave en los titulares: asesinato, robo, tragedia. Su mente no podía procesar por qué su esposo tenía guardados esos recortes, por qué eran tan importantes para él, o por qué los había mantenido almacenados durante tanto tiempo, ya que esos recortes era evidente que pertenecían a un periódico antiguo, y el misterio la envolvía cada vez más.Antes de que pudiera reaccionar, la puerta de la oficina se abrió de repente, y Aurora entró. Brenda dio un respingo por la sorpresa, llevándose una mano al pecho mientras sentía cómo su corazón latía a toda velocidad. Se sintió atrapada, como una niña que había sido sorprendida haciendo algo indebido.Aurora arrugó el entrecejo al ver a Bren
Haidar y Brenda se marcharon a casa. Durante el trayecto, el hombre tuvo la idea de parar y cenar en un restaurante, pero al ver a Brenda en el puesto de copiloto, durmiendo, supo que lo mejor era terminar de llegar al piso. El árabe, cada cierto tiempo, miraba a su par. Ella dormía plácidamente en su sitio. Verla tan tranquila, era al mismo tiempo el recordatorio de lo vulnerable que era Brenda. Tan delicada y hermosa. Era casi una realidad desconcertante saber que ella era la hija del hombre que le quitó la vida a su padre, en qué condenó su vida a un infierno ahí lo cambió todo para siempre. Y aunque quería solamente sentir odio hacia ella, no sentía eso, porque su amor era más fuerte que cualquier oscuro sentimiento. Un respiro hondo salió de sus labios al darse cuenta de que cada vez era más difícil enfrentarse a la verdad. No podría hacerlo. Entonces, ella comenzó a removerse un poco en el asiento y el centró la mirada en la carretera, aclarándose la garganta. —Haidar, ¿to
Aquella mañana, Brenda estaba sentada en la cama con el teléfono en la mano. Su mirada se perdía en el vacío mientras reflexionaba. Desde que había salido de la oficina de Haidar el día anterior, no había podido dejar de pensar en los recortes de periódico que había encontrado. La inquietud la carcomía por dentro, pero al mismo tiempo sentía que hablar de ello con alguien más podría ser un error. Dudaba si debía llamar a Madelaine y contarle lo sucedido o guardar el asunto para sí misma.Tras varios minutos de indecisión, Brenda finalmente decidió que no podía soportar más lidiar a solas con esos pensamientos. Marcó el número de su amiga, y Madelaine respondió casi al instante, con su tono amistoso de siempre.—¡Qué bueno que me estás llamando! ¿Cómo has dormido?Brenda sonrió, agradecida por la familiaridad en la voz de su amiga.—He dormido bastante bien, gracias. Aunque… como ya te comenté ayer que estuve en la oficina de Haidar, tengo algo que contarte.El tono de Madelaine cambió
Haidar salió de su oficina y subió a su auto. Inicialmente, planeaba dirigirse a su casa para reunirse con Brenda, pero una llamada repentina lo hizo cambiar de rumbo. Era su tía Aisha, quien con su voz cálida, lo invitaba a cenar a su casa.—Haidar, me hace mucha ilusión que vengas. Al menos comparte una comida con nosotros. Antes solías venir con frecuencia y ahora apenas lo haces. Entiendo que tengas más responsabilidades, pero me gustaría que por favor cenemos juntos esta noche. Y si es posible, trae a tu esposa.Haidar pensó por un momento, consciente de que no podía rechazar la invitación.—Tía, agradezco muchísimo tu invitación. Puedo ir, pero Brenda no podrá acompañarme esta vez.—Entiendo, ya será en otra ocasión. Te esperamos.La llamada terminó poco después, y Haidar ajustó el rumbo hacia la casa de sus tíos. Afortunadamente, el tráfico era ligero, y llegó a la propiedad en poco tiempo. Al entrar, fue recibido por los brazos abiertos de Aisha, quien lo abrazó con emoción.
Brenda estaba acomodándose en la cama, acostumbrada ya a las llegadas tardías de su esposo. Sin embargo, esta vez algo en su pecho le decía que había algo diferente. Haidar aún no regresaba a casa, y la inquietud comenzaba a instalarse en su mente. Decidió llamarlo, esperando escuchar su voz y que le asegurara que ya estaba en camino, pero el teléfono sonaba una y otra vez sin respuesta. Con cada tono que pasaba, su preocupación aumentaba. Finalmente, colgó la llamada, mirando el teléfono con la intensa necesidad de ver algún aviso de su parte, algo que le dijera que todo estaba bien, que ya estaba llegando. Pero no hubo ninguna señal.Resignada, dejó el teléfono sobre la mesita de noche y decidió distraerse. Acostada boca arriba, colocó ambas manos sobre su vientre abultado, acariciándolo con ternura mientras comenzaba a hablarles a sus pequeños bebés.—Mis pequeños, me pregunto cómo serán ustedes… falta tan poco para que lleguen a nuestras vidas. Támara, Amira y mi pequeño Jamil… ya
Haidar ingresó a la habitación con pasos cautelosos, cuidando de no despertar a Brenda, quien dormía plácidamente entre las sábanas. Por un momento, la observó en silencio, disfrutando de la calma que irradiaba su rostro. Se inclinó y dejó un beso suave y cariñoso sobre su frente, como si ese simple gesto pudiera transmitirle todo lo que no se atrevía a decir en palabras. El árabe sacó de su bolsillo dos pequeñas cajitas de terciopelo oscuro. En su interior estaban los anillos, esos que había escogido cuidadosamente pensando en Brenda. También había escrito una nota breve, sencilla pero sincera. Sabía que no era la forma más romántica de entregárselos, pero su mente estaba revuelta. La confusión, la preocupación y la carga emocional que llevaba consigo le impedían pensar en algo más detallado o especial. Simplemente quería que Brenda los tuviera, que supiera lo importante que era para él, aunque fuera de esa manera.Colocó las dos cajitas sobre la mesita de noche, asegurándose de que
Ese día, Madelaine decidió tomarse un descanso y aprovechar para visitar a Brenda. Llegó al piso casi de inmediato, tocando suavemente la puerta antes de entrar. Brenda, quien estaba descansando en el sofá con una taza de té caliente en una mano, se levantó con una sonrisa al ver a su amiga.—¡Madelaine! Qué alegría verte. —Brenda caminó hacia ella con pasos lentos y le dio un cálido abrazo—. Siento que eres la única persona que se esfuerza tanto por visitarme. Debería también poner de mi parte y visitarte a ti alguna vez.Madelaine le devolvió el abrazo, riendo con suavidad.—No te preocupes por eso, Brenda. Entiendo perfectamente tu situación. Estás embarazada, y no deberías salir con frecuencia. Además, me encanta venir a verte.—Gracias por comprender. —Brenda suspiró aliviada, tocándose ligeramente el vientre mientras volvían a sentarse.Madelaine se acomodó en uno de los sillones, pero de repente su mirada se posó en las manos de su amiga. Fue entonces cuando notó algo que no ha
Haidar llegó a casa después de un día bastante ajetreado, pero no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que había llegado a tiempo para cenar con Brenda. Ese simple hecho le alegró más de lo que esperaba. Al entrar en el comedor, vio a Brenda sentada en una de las sillas, con las manos descansando sobre su vientre mientras esperaba para comenzar a comer. Al escuchar sus pasos, levantó la mirada y sonrió al verlo.—Haidar, estás aquí —pronunció alegre y su rostro se iluminó.Él se acercó a ella y, sin decir una palabra, se inclinó para dejar un beso cariñoso sobre sus labios. Ese simple gesto hizo que Brenda se sintiera mejor, como si todo estuviera bien en ese momento.—Así es. Estoy aquí. —Haidar le dedicó una sonrisa antes de tomar asiento frente a ella.Marilyn, al darse cuenta de que su jefe había llegado, se apresuró a servirle la comida y luego se retiró, dejándolos a solas. Brenda tomó un sorbo de agua antes de romper el silencio.—Así que… dejaste los anillos sobre la mesita