Brenda sentía un dolor insoportable en su pecho, como si le hubieran arrancado lo más valioso. Había creído, por un breve momento, que su vida finalmente había cambiado para bien, pero ahora todo había dado un giro inesperado. Se encontraba más lejos del punto de partida, perdida, sin brújula y sin rumbo. Apenas había logrado conciliar el sueño la noche anterior, y cuando por fin cerró los ojos, las sombras del pasado y la angustia del presente la persiguieron en sus sueños.Por la mañana, Alexandra, siempre atenta, le había preparado un desayuno nutritivo. Brenda intentó comer algo, aunque cada bocado se sentía como una roca que se atascaba en su garganta. Justo cuando terminaba, el timbre del departamento resonó, rompiendo el silencio que se había asentado entre las dos mujeres. Alexandra, siempre curiosa, abrió la puerta y se encontró con un hombre trajeado, con un maletín y un aire profesional. Era la primera vez que lo veía, pero después de mirarlo detenidamente, lo recordó. Era
Karla ingresó a su oficina esa mañana y se encontró con Julia, quien estaba preparando el itinerario y todo lo necesario para el día laboral. Al darse cuenta de que su jefa parecía malhumorada, Julia le preguntó de inmediato qué era lo que estaba pasando.—¿Qué te ocurre, Karla? —inquirió Julia, preocupado.—Lo que me pasa es que no soporto ver a ese par de tontos juntos. —respondió Julia, con un tono de frustración. —Voy a hacer algo para separarlos. No puedo concebir la idea de que alguien tan de bajos recursos esté con Dylan y se aproveche de él.—¿Crees que de verdad Mónica se está aprovechando de la fortuna de Dylan? Digo, al parecer Dylan sí está enamorado de ella y ella parece corresponderle... —replicó Julia, un poco escéptica. —Por supuesto que es una aprovechada. Ella está ahí solo por su dinero. —Julia se cruzó de brazos, su expresión se endureció. —La ves con cara angelical, pero en realidad es más inteligente de lo que te imaginas.Karla, quien había estado escuchando, s
Poco tiempo después, el doctor salió de la sala de operaciones y se dirigió a Dylan, quien se levantó de su asiento con el corazón en la garganta.—La cirugía ha sido un éxito —informó el médico, y Dylan sintió tranquilidad al saberlo —Mónica se encuentra en cuidados intensivos para monitorizar su salud de cerca. Aunque está delicada, el peligro inminente ha pasado.Dylan respiró hondo, sintiendo cómo la tensión se disipaba lentamente. La noticia era lo que necesitaba. —¿Puedo verla? —preguntó, ansioso por estar a su lado.—Lamentablemente, todavía no puedes entrar. Necesitamos asegurarnos de que esté estable antes de permitir visitas, pero te aseguro que está recibiendo el mejor cuidado posible —respondió el doctor con una expresión comprensiva.Aunque sentía una mezcla de frustración y deseo de estar con Mónica, la certeza de que había salido de peligro lo tranquilizaba. —Gracias, doctor. Aprecio todo lo que han hecho por ella —dijo Dylan, sintiendo que las lágrimas regresaban, pe
Haidar continuaba lidiando con repentinos y extraños dolores de cabeza, convencido de que eran simplemente el resultado del estrés generado por su trabajo y su complicada situación personal. A pesar de que su amigo Jamal le recomendó visitar a un médico, él desestimó la idea, convencido de que no era algo lo suficientemente grave como para buscar ayuda profesional. Aseguró a su amigo que lo haría, pero siempre se encontraba demasiado ocupado con las múltiples tareas que debía atender, creyendo que solo necesitaba descansar un poco para que todo mejorara.Jamal, por su parte, no podía evitar sentir preocupación por Haidar. Cuando Madelaine le preguntó si algo le preocupaba, él respondió con sinceridad:—Tengo un mal presentimiento, y espero estar equivocado, pero es un pensamiento que no se me va de la cabeza.—¿Se trata de Haidar? —inquirió Madelaine, notando la inquietud en su voz.—Sí, es sobre él —admitió Jamal. En un intento de cambiar de tema, Madelaine le preguntó si había comid
Haidar estaba sumido en sus pensamientos. La incertidumbre lo consumía, y aunque aún no había recibido el diagnóstico completo, intuía que las noticias no serían alentadoras. Cuando finalmente llegó el momento de hablar con el doctor, trató de mantener la calma, pero la tensión era evidente.—Señor Abdelaziz, su situación en este momento es un poco compleja, pero no significa que no haya esperanza o una solución. Sin embargo, debo ser honesto: todo es un poco impredecible —comenzó el médico con tono profesional.Haidar, impaciente, lo interrumpió: —Vaya al grano, por favor. No se ande con rodeos, doctor.El médico respiró hondo antes de continuar: —Señor, usted tiene un tumor cerebral. La buena noticia es que es operable, pero debo advertirle que la cirugía conlleva riesgos significativos. Es una decisión que debe tomar con cuidado.Haidar quedó en silencio, procesando las palabras. Finalmente, murmuró: —¿Será este mi castigo? No lo puedo creer...El doctor, intrigado por esas p
Dylan entró a la habitación con una enorme sonrisa iluminando su rostro. Ese día era especial: finalmente le darían el alta a Mónica, y después de semanas de incertidumbre, ella podría regresar a casa. Para él, no había nada más gratificante que tenerla de nuevo en su hogar. La alegría parecía irradiar de todo su ser mientras la veía sentada en la cama, lista para irse.—¿Quieres que te lleve a algún lugar antes de ir a casa? —preguntó con entusiasmo—. A menos que solo quieras llegar y descansar.Mónica lo miró con una leve sonrisa. Aunque estaba cansada, había algo que había deseado durante días. —Sí, me gustaría ir a comer algo.—Dime qué quieres exactamente, y te llevaré a donde sea —emitió, dispuesto a cumplir cualquier capricho.Ella se quedó pensativa por un momento antes de confesar: —Parece extraño, pero desde que estoy aquí, la comida no es mala… tampoco la más deliciosa. He estado soñando con algo sabroso, algo que realmente disfrute. ¿Sabes de qué tengo antojo? Comida c
El sol de la mañana apenas comenzaba a asomarse por las ventanas cuando Brenda despertó sintiéndose extraña, diferente. Algo en su interior la impulsaba a salir, a respirar aire fresco, a caminar por la ciudad. Su embarazo había avanzado lo suficiente como para que moverse fuera una tarea difícil, pero eso no le quitaba las ganas de salir. Sentía que lo necesitaba, que por su bienestar mental era esencial desconectarse un poco de las paredes del departamento.Sabía que debería avisar a Alexandra, quizás incluso pedirle que la acompañara. Pero no quería compañía. Necesitaba estar sola, aunque fuera por un rato. Así que, aprovechando que Alexandra estaba ocupada en la cocina preparando el desayuno, Brenda tomó su bolso y salió sin hacer ruido. Poco después, estaba en el exterior, de pie en la acera. El aire fresco golpeaba suavemente su rostro mientras observaba a los transeúntes ir y venir. Respiró profundamente, tratando de calmar el ritmo acelerado de su corazón, y comenzó a caminar.
Brenda volvió a poner los ojos en blanco. No podía creer que Haidar siempre intentara decidir por ella, como si no tuviera voz sobre lo que era mejor para su propia vida y su comodidad. Sabía que él estaba preocupado por los bebés, pero no le parecía justo que insistiera en que ella tenía que mudarse a su piso una vez que diera a luz. Brenda estaba convencida de que estaría tranquila y cómoda en el departamento, y no veía necesario ese cambio.—Incluso cuando entiendo que estás preocupado por los trillizos —dijo, intentando mantener la calma—, todavía hay tiempo suficiente para preparar una habitación en el departamento. Así no habrá necesidad de que me mude a tu piso.Haidar la miró con el ceño fruncido, pero sus ojos reflejaban algo más que enojo: había tristeza y un resentimiento que no sabía cómo disimular. Su garganta se apretó al responder: —¿En serio me odias tanto que estás haciendo todo lo posible para evitarme? —Su voz era firme, pero cargada de una vulnerabilidad que no p