Poco tiempo después, el doctor salió de la sala de operaciones y se dirigió a Dylan, quien se levantó de su asiento con el corazón en la garganta.—La cirugía ha sido un éxito —informó el médico, y Dylan sintió tranquilidad al saberlo —Mónica se encuentra en cuidados intensivos para monitorizar su salud de cerca. Aunque está delicada, el peligro inminente ha pasado.Dylan respiró hondo, sintiendo cómo la tensión se disipaba lentamente. La noticia era lo que necesitaba. —¿Puedo verla? —preguntó, ansioso por estar a su lado.—Lamentablemente, todavía no puedes entrar. Necesitamos asegurarnos de que esté estable antes de permitir visitas, pero te aseguro que está recibiendo el mejor cuidado posible —respondió el doctor con una expresión comprensiva.Aunque sentía una mezcla de frustración y deseo de estar con Mónica, la certeza de que había salido de peligro lo tranquilizaba. —Gracias, doctor. Aprecio todo lo que han hecho por ella —dijo Dylan, sintiendo que las lágrimas regresaban, pe
Haidar continuaba lidiando con repentinos y extraños dolores de cabeza, convencido de que eran simplemente el resultado del estrés generado por su trabajo y su complicada situación personal. A pesar de que su amigo Jamal le recomendó visitar a un médico, él desestimó la idea, convencido de que no era algo lo suficientemente grave como para buscar ayuda profesional. Aseguró a su amigo que lo haría, pero siempre se encontraba demasiado ocupado con las múltiples tareas que debía atender, creyendo que solo necesitaba descansar un poco para que todo mejorara.Jamal, por su parte, no podía evitar sentir preocupación por Haidar. Cuando Madelaine le preguntó si algo le preocupaba, él respondió con sinceridad:—Tengo un mal presentimiento, y espero estar equivocado, pero es un pensamiento que no se me va de la cabeza.—¿Se trata de Haidar? —inquirió Madelaine, notando la inquietud en su voz.—Sí, es sobre él —admitió Jamal. En un intento de cambiar de tema, Madelaine le preguntó si había comid
Haidar estaba sumido en sus pensamientos. La incertidumbre lo consumía, y aunque aún no había recibido el diagnóstico completo, intuía que las noticias no serían alentadoras. Cuando finalmente llegó el momento de hablar con el doctor, trató de mantener la calma, pero la tensión era evidente.—Señor Abdelaziz, su situación en este momento es un poco compleja, pero no significa que no haya esperanza o una solución. Sin embargo, debo ser honesto: todo es un poco impredecible —comenzó el médico con tono profesional.Haidar, impaciente, lo interrumpió: —Vaya al grano, por favor. No se ande con rodeos, doctor.El médico respiró hondo antes de continuar: —Señor, usted tiene un tumor cerebral. La buena noticia es que es operable, pero debo advertirle que la cirugía conlleva riesgos significativos. Es una decisión que debe tomar con cuidado.Haidar quedó en silencio, procesando las palabras. Finalmente, murmuró: —¿Será este mi castigo? No lo puedo creer...El doctor, intrigado por esas p
Dylan entró a la habitación con una enorme sonrisa iluminando su rostro. Ese día era especial: finalmente le darían el alta a Mónica, y después de semanas de incertidumbre, ella podría regresar a casa. Para él, no había nada más gratificante que tenerla de nuevo en su hogar. La alegría parecía irradiar de todo su ser mientras la veía sentada en la cama, lista para irse.—¿Quieres que te lleve a algún lugar antes de ir a casa? —preguntó con entusiasmo—. A menos que solo quieras llegar y descansar.Mónica lo miró con una leve sonrisa. Aunque estaba cansada, había algo que había deseado durante días. —Sí, me gustaría ir a comer algo.—Dime qué quieres exactamente, y te llevaré a donde sea —emitió, dispuesto a cumplir cualquier capricho.Ella se quedó pensativa por un momento antes de confesar: —Parece extraño, pero desde que estoy aquí, la comida no es mala… tampoco la más deliciosa. He estado soñando con algo sabroso, algo que realmente disfrute. ¿Sabes de qué tengo antojo? Comida c
El sol de la mañana apenas comenzaba a asomarse por las ventanas cuando Brenda despertó sintiéndose extraña, diferente. Algo en su interior la impulsaba a salir, a respirar aire fresco, a caminar por la ciudad. Su embarazo había avanzado lo suficiente como para que moverse fuera una tarea difícil, pero eso no le quitaba las ganas de salir. Sentía que lo necesitaba, que por su bienestar mental era esencial desconectarse un poco de las paredes del departamento.Sabía que debería avisar a Alexandra, quizás incluso pedirle que la acompañara. Pero no quería compañía. Necesitaba estar sola, aunque fuera por un rato. Así que, aprovechando que Alexandra estaba ocupada en la cocina preparando el desayuno, Brenda tomó su bolso y salió sin hacer ruido. Poco después, estaba en el exterior, de pie en la acera. El aire fresco golpeaba suavemente su rostro mientras observaba a los transeúntes ir y venir. Respiró profundamente, tratando de calmar el ritmo acelerado de su corazón, y comenzó a caminar.
Brenda volvió a poner los ojos en blanco. No podía creer que Haidar siempre intentara decidir por ella, como si no tuviera voz sobre lo que era mejor para su propia vida y su comodidad. Sabía que él estaba preocupado por los bebés, pero no le parecía justo que insistiera en que ella tenía que mudarse a su piso una vez que diera a luz. Brenda estaba convencida de que estaría tranquila y cómoda en el departamento, y no veía necesario ese cambio.—Incluso cuando entiendo que estás preocupado por los trillizos —dijo, intentando mantener la calma—, todavía hay tiempo suficiente para preparar una habitación en el departamento. Así no habrá necesidad de que me mude a tu piso.Haidar la miró con el ceño fruncido, pero sus ojos reflejaban algo más que enojo: había tristeza y un resentimiento que no sabía cómo disimular. Su garganta se apretó al responder: —¿En serio me odias tanto que estás haciendo todo lo posible para evitarme? —Su voz era firme, pero cargada de una vulnerabilidad que no p
Haidar seguía manejando en dirección al departamento de Brenda. En su mente, una batalla interna lo consumía. Había decidido no decirle nada sobre su tumor cerebral, pero mientras el auto avanzaba por las calles, no podía dejar de pensar si estaba tomando la decisión correcta. Ocultar su estado de salud parecía lo mejor para no alterar las cosas ni preocuparla innecesariamente, pero también sentía que estaba siendo injusto con ella al no compartir algo tan importante. Sin embargo, al final, optó por guardar silencio. No quería que la dinámica entre ellos cambiara, y mucho menos que Brenda lo tratara con lástima.Mientras los pensamientos lo abrumaban, Brenda comenzó a removerse en el asiento, despertando lentamente. Haidar la observó de reojo y sonrió ligeramente al verla intentar disimular que se había dormido. En cuestión de minutos, el trayecto llegó a su fin. El tiempo se había sentido mucho más corto de lo habitual, y Haidar no pudo evitar un deseo egoísta: dar una vuelta más, al
Haidar se sintió presionado al confesar la verdad a su mejor amigo. Ya no podía seguir ocultándole lo que estaba pasando. Con el corazón acelerado, finalmente se decidió a hablar.—La razón por la que me desmayé en la oficina y por la que fui trasladado al hospital no solo se debe al estrés. Tengo un tumor cerebral —informó, dejando caer la bomba.Jamal abrió los ojos, completamente sorprendido ante la confesión de su amigo. Era algo inesperado, y el peso de la noticia lo dejó aturdido.—¿Estás hablando en serio o es una broma? —preguntó, buscando en la voz de Haidar algún indicio de que todo era un malentendido.—No estoy bromeando. Nunca jugaría con algo así, mucho menos con mi salud. El diagnóstico que me dio el médico fue claro. El tumor es peligroso, pero es operable. Sin embargo, la cirugía implica riesgos significativos. Podría morir en el proceso, pero si no lo intento, no sabré si hay una posibilidad de salvarme. Así que estoy atrapado entre decidirme a operarme o dejar que e