El desayuno transcurría en un ambiente cálido y ligero. Dante reía a carcajadas mientras untaba su tostada con una cantidad absurda de mermelada, y Chiara, con su pequeña cuchara, intentaba atrapar un trozo de fruta en su yogur sin mucho éxito. Renata los observaba desde su lugar en la mesa, con una sonrisa sincera que iluminaba su rostro.—¡Mira, Renata! —exclamó Dante, mostrando orgulloso su “creación” con la tostada completamente cubierta—. Es un volcán de mermelada.Renata soltó una suave risa y sacudió la cabeza, mientras le limpiaba con cuidado la cara manchada de rojo.—Si ese volcán se derrama en la mesa, creo que Gertrudis no será tan comprensiva —bromeó, limpiándole con una servilleta.Chiara, que había estado en silencio durante gran parte de la comida, la miró de reojo y luego habló.—Mamá siempre decía que no jugara con la comida, pero tú no te enojas —comentó con voz suave pero cargada de inocencia.Renata la miró con ternura, aunque una punzada de dolor atravesó su pech
Renata lo miró con una mezcla de comprensión y empatía.—Entiendo que te duele. Es tu madre, al fin y al cabo —expresó con un tono suave, pero sincero.Ángelo la miró con gratitud, su expresión se suavizó mientras extendía una mano hacia la de ella. Renata dudó un momento antes de tomarla, pero cuando lo hizo, sintió la calidez de sus dedos entrelazándose con los de él.—Gracias, Renata —murmuró, sus ojos reflejaban un entendimiento profundo—. Sé que no es fácil para ti hablar de ella, después de todo lo que nos hizo.Renata bajó la mirada, asintiendo ligeramente.—No es fácil, pero también sé que esta situación te afecta, Ángelo. Y... aunque lo que te hizo es imperdonable, entiendo que sea tu madre. Eso no se puede borrar.Hubo un momento de silencio entre ambos, cargado de algo que no necesitaba palabras. La complicidad en sus miradas decía más de lo que las palabras podían expresar.Finalmente, Ángelo suspiró.—Cuando esté mejor, iré a ver qué puedo hacer por ella. No porque lo mer
Los gritos de Renata resonaban por los pasillos de la mansión, su voz cargada de angustia mientras intentaba reanimar a Gertrudis. Ángelo, a pesar del dolor en su costado, se levantó con esfuerzo y se dirigió al despacho, guiado por la desesperación en el tono de Renata.Cuando llegó, encontró a Renata arrodillada junto a Gertrudis, quien yacía inconsciente en el suelo. Renata, con las manos temblorosas, intentaba reanimarla.—¿Qué pasó? —preguntó Ángelo con preocupación, apoyándose en el marco de la puerta mientras se acercaba lentamente.—No lo sé… estaba hablando y de repente se desmayó, —respondió Renata con la voz entrecortada, sin apartar la mirada de Gertrudis.Ángelo se arrodilló con dificultad junto a ellas, evaluando la situación. Su mirada se suavizó al ver el rostro pálido de Gertrudis.—Déjame ayudarte, —dijo con firmeza, poniéndose de pie con esfuerzo—. Buscaré algo para reanimarla.Se dirigió rápidamente hacia el baño y regresó con una botella de alcohol y algodón. Mojó
Ángelo frunció el ceño mientras tomaba los papeles. Su mirada recorría las líneas con rapidez, pero a medida que leía, su rostro comenzó a palidecer.—¿Qué es esto…? —preguntó, su voz tenía un tinte de sorpresa.—Es la prueba de que tu madre encerró a la mía en un psiquiátrico, —respondió Renata con un tono frío y cortante—. Exactamente lo mismo que hizo conmigo años después.Ángelo levantó la vista, su rostro mostraba una mezcla de confusión y horror.—Yo… no sabía nada de esto, Renata. Te juro que no tenía idea.Renata soltó una risa amarga.—¡Por supuesto que no lo sabías! —replicó, su voz temblando por la rabia—. Pero eso no cambia el hecho de que tu madre es el ser más perverso que ha existido. Destruyó la vida de mi madre, de mi familia… ¡Y luego destruyó la mía!Ángelo apretó los labios, incapaz de encontrar una respuesta. Sabía que nada de lo que pudiera decir cambiaría lo que estaba viendo. Las palabras de Renata eran como dagas clavándose en su pecho.—Yo era un niño… —murmu
El auto del médico se detuvo frente a la mansión Bellucci, y Renata se apresuró a abrir la puerta principal, con el rostro aún tenso por la preocupación.El médico entró con rapidez, saludando a Renata con un asentimiento antes de que Renata lo llevara a la habitación de Gertrudis.—¿Qué ocurrió exactamente? —preguntó mientras revisaba el pulso y examinaba la respiración de Gertrudis.Renata se cruzó de brazos, intentando mantener la compostura.—Se desmayó de repente… parecía recordar algo, algo traumático. Desde entonces ha estado así —explicó, su voz contenía una mezcla de preocupación y frustración.El médico asintió, continuando con su evaluación.—Está bajo un alto nivel de estrés emocional, lo que puede haber provocado el colapso. No parece haber daño físico, pero recomendaré un sedante suave para estabilizarla. Necesita descansar.Renata observó en silencio mientras el médico inyectaba el sedante en el brazo de Gertrudis, quien apenas emitió un gemido antes de sumirse en un su
Renata asintió y se dirigió al despacho, marcó el número de un contacto que había utilizado en el pasado, un investigador privado discreto y eficiente.—Necesito que investigues todo sobre una persona llamada Gertrudis Degli —solicitó Renata, sin rodeos—. Busca cualquier conexión con Raquel Moretti o Vittoria Bellucci. Quiero todo: su pasado, su presente… cualquier cosa que puedas encontrar.El hombre aceptó el encargo y prometió resultados preliminares en un par de días. Renata colgó y se permitió un momento para respirar profundamente. Todo a su alrededor parecía moverse a un ritmo caótico, pero sabía que no podía detenerse. No mientras quedaran cabos sueltos.Mientras Renata trabajaba en el despacho. Ángelo encontró a Dante y Chiara en el salón de juegos, sentados en una alfombra rodeados de bloques de construcción y pequeños juguetes. Dante estaba concentrado construyendo una torre, mientras Chiara colocaba cuidadosamente figuritas de animales en lo que parecía ser un improvisado
Renata sintió cómo el aire se detenía a su alrededor. La pregunta era directa, simple, pero la golpeó como una ola. Había soñado con este momento, con el día en que pudiera decirle la verdad a Dante, pero sabía que ese no era el momento adecuado. No aún.Ángelo, notando la tensión en su rostro, intervino con suavidad.—Chiara, Dante, esas son preguntas importantes —expresó inclinándose hacia ellos con una sonrisa calmada—. Pero creo que son cosas que Renata y yo debemos hablar antes de darles una respuesta.Dante frunció el ceño con más fuerza, claramente insatisfecho.—¿Por qué no pueden responder ahora? —preguntó, mirando fijamente a Ángelo.Renata se obligó a respirar profundamente y dio un paso hacia él, arrodillándose para estar a su altura. Puso una mano sobre su hombro, tratando de mantener la calma mientras le hablaba.—Porque algunas cosas necesitan tiempo, Dante —dijo con voz suave pero firme—. Y quiero asegurarme de que todo lo que hagamos sea lo mejor para ti y para Chiara
La luz tenue de la lámpara de noche iluminaba la habitación de Dante, proyectando sombras suaves sobre las paredes decoradas con dibujos y pósteres. El niño estaba acostado, con los ojos abiertos y la mirada fija en el techo. Ángelo estaba sentado en el borde de la cama, observándolo con una mezcla de ternura y determinación.—¿No puedes dormir? —preguntó Ángelo en voz baja.Dante negó con la cabeza, girándose hacia él.—No tengo sueño. Estaba pensando… —hizo una pausa, como si dudara si debía continuar—. ¿Por qué Renata siempre está aquí con nosotros? Ella no vivía aquí antes.Ángelo sonrió suavemente, pero el nudo en su pecho se apretó. Sabía que el momento de la verdad se acercaba, y aunque quería esperar a que Renata estuviera lista, no podía ignorar las preguntas de su hijo.—¿Quieres que te cuente una historia? —preguntó, su tono cálido.Dante asintió, emocionado.—¿Es de dragones? —preguntó, su curiosidad habitual brillando en sus ojos.Ángelo carcajeó y negó con la cabeza.—No