Tienes cinco dedos en esta mano —dijo Vicente, tomando el dedo medio—. La mayoría de las personas todavía pueden escribir con el anular y meñique rotos, pero eso se complica si pierden este. ¡Discúlpate con Sofía, ahora! —¡¡Discúlpame!! —sollozó Arturo en cuanto Vicente ejerció un poco de presión—. ¡Lo siento, lo siento mucho! Vicente miró a Sofía, que lo observaba anonadada. Luego sacó su pistola y se la puso en la cabeza. —Tengo mi arma sin seguro, y he practicado lo suficiente, como para tener buena puntería. Aunque desde esta distancia no puedo fallar ¿Verdad? —luego miro a Sofía y le dijo—¡Sofí, nena! Acércate, no te preocupes, lo tengo bien sujeto. Revisa sus tobillos y sus cinturas y sácales, sus armas. Sofía no lo pensó dos veces, se levantó apresurada y le busco sus tres armas y efectivamente ahí estaban. —¡Ya las tengo! —¿Lo revisaste bien? —Sí, solo tenía tres. —Cariño, toma las llaves de mi camioneta, en mi chaqueta. Y Lanza las armas dentro de la guantera. Sofía b
Sofía se encontraba en la sala de estar de Vicente pensando lo que había ocurrido. Durante todo el viaje estuvieron lanzándose miradas de deseo, al llegar le dijo que podía utilizar cualquier, habitación. Ella entró en la que se supuso era una habitación de huéspedes, se bañó y se cambió vistiéndose como lo hacía cuando iba a limpiar su casa, unos mini shorts color verde, aceituna y una camiseta blanca. Vicente entró en esos momentos con el cabello mojado, una franela blanca y un mono de color crema y unos zapatos deportivos y pantuflas blancas, Era la primera vez que veía vestido informal. Se veía magnífico, sus músculos se reflejaban a través de la ropa. Vicente caminó despacio hacia ella, se sentó a su lado y tomó la mano con la que le dio el puñetazo a Arturo y deslizó su pulgar encima de mis nudillos enrojecidos. —¿Duele? Sofía negó con la cabeza, él se quedó mirándole el cuello, y bajando hasta su pecho, que se transparentaban a través de la camiseta de algodón. Sofía aspiró
Vicente cerró su laptop y se volvió hacia ella. —¿Importante?, después de cenar te noté algo inquieta y pensativa… ¿Estás embarazada? —¡No!... ¿Pero por qué lo dices? ¿Estoy gorda? —¡Oh, cielos!... Esa la clase de pregunta en que no importa cuál respuesta de, siempre te vas a molestar conmigo. ¿Verdad? —¡Exagerado! Si me dijera que estoy pasada de peso, me pondría a hacer ejercicio, aunque nunca lo he hecho. —¿En serio? ¿Ese cuerpazo que tienes lo esculpió la naturaleza? ¡Vaya! Qué naturaleza tan sabia. —Está bien, adulador, te perdono que me hayas dicho gorda. —No te dije gorda, ¡Estás perfecta!... ¿Qué es lo importante que me vas a decir? —Prométeme primero que no te vas a molestar conmigo por no haberte dicho. —¿Tan grave es? —preguntó preocupado. —Desde tu punto de vista no lo sé. Pero promételo… —Sofía, eso es infantil, porque como voy a saber si me voy a molestar o no. —Si quieres no lo prometas, pero si te enojas conmigo no tendremos sexo por un mes. —¡Eso es chanta
Pero Vicente no escuchaba, solo escuchaba el golpeteo de su corazón en los oídos. Todos los ruidos a su alrededor estaban enmudecidos. Veía a Sofía mover su boca, pero no pudo darle sentido a los ruidos que escapaban de sus labios. Bajo corriendo las escaleras y los guardaespaldas que se encontraban custodiando a la entrada de la mansión, les pidió que lo acompañara. Se subieron a una camioneta doble cabina de color negro con vidrios ahumados. Miguel, su jefe de seguridad, quién se encontraba descansando, fue alertado por sus compañeros y comenzó a seguirlo en otra camioneta. Miguel preocupado, comenzó a llamar a Vicente por la radio intercomunicador.—5,12… señor — ( 5,12: Informe novedades)Pero no recibió respuesta.—Jefe, el señor Rivas, salió apresurado, no creo que llevara la radio.—¿Quiénes están con él?—Braulio, Esteban, Carlos y Renato.Miguel se comunicó con Braulio.—5,91… escolta 4— (5,91: Informe Hacia Donde Se Dirige)—5,20 Avenida la paz… Jefe, estamos 5,10— (5, 20:
Arturo asustado le dijo a Vicente. —¡Escúchame hermanito, te prometo que voy a desaparecer de sus vidas! No voy a molestar más a Sofía. Pero por favor ¡No les entregues esa agenda! —Porque tiene que ver con los negocios de “El águila” y si se la facilito a las autoridades pensarán que eres un soplón y eso significaría que tienes los días contado. —¡Tú no le puedes hacer esto a tu hermano mayor! ¡Ten compasión Vicente! ¡Soy hombre muerto si le entregas esa agenda! —¡¿La misma compasión que tú le tuviste a Sofía por más de año?! Tu error fue haber regresado a seguir atormentando a la mujer que amo. ¡Solo vas a recibir lo que mereces! Se puso de pie y se dio la vuelta mientras escuchaba a Arturo gritar. —¡Eres un desgraciado hijo de puta! ¡Te espero en el infierno Vicente Rivas! **** Amelia se encontraba en su departamento esperando Antonio impacientemente. “¡Dios mío! ¡No puedo esperar más, ¿Por qué Antonio no llega? ¿Qué habrá pasado?, ¡Esta vez sí tiene que funcionar! ¡No hay
—¡¿Hablas en serio?! ¡Tú amas tu libertad! —Vicente o yo. Te puedes quedar aquí presenciado como Vicente terminan casándose con la pobretona. Porque tú y yo sabemos que él está enamorado de esa mujer. Lo siento mucho Amelia, pero ya no tienes nada que buscar. ¿Vas a pasar tu vida esperando que las migajas que se caen de la mesa de Vicente Rivas? Hasta que se vaya tu juventud y belleza quedándote completamente sola. Amelia lo miró con angustia en la mirada, porque sabía que él tenía razón. Antonio siempre había sido su plan B. Desde que Vicente la sacó de su vida se sentía muy sola —caminó pensativa y luego tomó la decisión. Y le respondió. —Está bien, casémonos este fin de semana, conozco algunos amigos en el registro público que, por una buena cantidad de dinero, nos agilizaran los trámites para casarnos. —Eso, o nos casamos en las Vegas, no tendrá que pagar ninguna cantidad de dinero y será rápido y fácil —dijo Antonio. — No gracias, porque lo que no tenga que pagar a los del re
Suspiró y se río.—Pensé que ibas a dejarme plantada.—Eso jamás, Sofi. Al rato uno de los guardaespaldas de Vicente le vino a avisar, que el chofer la estaba esperando. Al salir vio una limusina de color negro—Ya llegó la limusina —le dijo Sofía—. Nos vemos al rato.—Nos vemos pronto, cariño —dijo antes de colgarle.El conductor salió y la vio sonriendo y ruborizada.—Buenas noches, Señora Espinoza.—Buenas noches —dijo Sofía, emocionada.El conductor abrió la puerta del asiento de atrás de la limusina. Ella se sentó y respiró profundo, tratando de ocultar su nerviosismo. Jamás se había subido a una limusina tan lujosa, sin duda nunca una con una botella de champagne metida en una cubeta de hielo.—¿Es para mí? —le preguntó al conductor cuando subió.—Si así lo desea la señora —dijo—. Las copas están en el compartimiento a su derecha.Vio la puertita a la que se refería y esperó a que cerrara la puerta para tomar una copa y servirse un poco.Sofía se quedó mirando por la ventana dur
—Gracias, por eso decidí, hacer borrón y cuenta nueva. — ¿Y dónde está Antonio? —Anda por allí entre la gente como pez en el agua. Dentro de un rato pasaremos a la cena a las mesas y nos sentaremos juntos. Sofía giró y vio a Vicente estrechando la mano del alcalde de Puerto Cabello. Vicente y Ernesto se veían guapísimos con sus esmóquines que les quedaban como anillo al dedo. Elba era una mujer pequeña, pero se veía espectacular en ese vestido de seda rojo. Pero Vicente la dejó sin aliento. Esa su seguridad en poder manejar lo que sea que la vida le arrojara le hacía el hombre más sexy de entre toda la multitud de personas. Durante toda la fiesta Sofía estrechó manos y sonrío a rostros que seguro después no recordaría y si no hubiera sido por Elba se hubiera sentido totalmente fuera de lugar. Porque Vicente brilló por su ausencia, solo se aparecía para presentarle a alguien y luego volvía perderse entre sus amistades. Sin contar que tuvo que escuchar anécdotas de la exesposa de V