Capítulo 40
—¡¿Hablas en serio?! ¡Tú amas tu libertad!

—Vicente o yo. Te puedes quedar aquí presenciado como Vicente terminan casándose con la pobretona. Porque tú y yo sabemos que él está enamorado de esa mujer. Lo siento mucho Amelia, pero ya no tienes nada que buscar. ¿Vas a pasar tu vida esperando que las migajas que se caen de la mesa de Vicente Rivas? Hasta que se vaya tu juventud y belleza quedándote completamente sola.

Amelia lo miró con angustia en la mirada, porque sabía que él tenía razón. Antonio siempre había sido su plan B. Desde que Vicente la sacó de su vida se sentía muy sola —caminó pensativa y luego tomó la decisión. Y le respondió.

—Está bien, casémonos este fin de semana, conozco algunos amigos en el registro público que, por una buena cantidad de dinero, nos agilizaran los trámites para casarnos.

—Eso, o nos casamos en las Vegas, no tendrá que pagar ninguna cantidad de dinero y será rápido y fácil —dijo Antonio.

— No gracias, porque lo que no tenga que pagar a los del re
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