—No tenías ningún derecho —Altagracia arremete por más que sea el último hombre que creyó que caería en éstas clases de bajezas—. Ninguno, Juan Carlo.Juan Carlo no parece mínimamente afectado por las palabras de su prima. Hay algo difícil de descifrar en su mirada vacía, algo que no había visto antes, algo que realmente la hace dudar de que sea verdaderamente su primo.—Tú estabas muerta, ¿recuerdas? —Juan Carlo le advierte con un tono de voz tranquilo—. Nada cambiara que tu familia arruinó a la mía. Estaba a nada de hacer realidad el infierno para Los Reyes.—¿Cómo se te ocurre, Juan Carlo? No querías vengarte, querías asesinarme. Y sí, estuve muerta. Sí, lo hiciste —Altagracia da un paso hacia él—, pero fallaste.Hay una pequeña reacción en el rostro de Juan Carlo, no lo suficiente como para creer que ha caído en la resignación de haber perdido.—No hay ni un solo día en que no me regocije por lo que te sucedió. Los Reyes son una escoria. Tú eres una escoria —Juan Carlo finalmente
Matías no se despierta. Calmado entre sus brazos, lo admira para obtener más fuerza. Sabe que la oscuridad terminará dentro de muy poco. Qué todas las pesadillas se marcharán, y su hijo tendrá todo lo que debió pertenecerle desde el principio. No quiere moverse de dónde está, temiendo que se despierte. Haber escuchado a Gerardo es un alivio. ¿Habrá encontrado algo para regresar? No quiere decírselo, puede darse cuenta de ello. Cualquier plan que Gerardo tenga, por las palabras de su padre, lo está llevando a cabo en silencio. Altagracia sabe qué tiene que prepararse para el juicio de Joaquín, y el veredicto final, así como el veredicto final de Juan Carlo. La decepción es algo que la perseguirá siempre. Qué Juan Carlo la haya querido muerta demuestra que nunca estuvo más en peligro que en su propia casa. Que la traición siempre vendrá de un familiar, de alguien cercano.Observa a Matías. La hermana de Maribel muerta justo cuando quería saber el culpable de haberlo perdido…Alt
—Luciano —Altagracia dice convencida, ya quea no puede estar equivocada—. ¿Luciano, no es así?Roberto asiente.—Así es. La señora Lucila mencionó directamente a Luciano como el causante de acusar falsamente a Gerardo, y de haberle robado el rifle a Gerardo —responde su padre.—Eso quiere decir que…Ignacio también está involucrado. Trabaja para él. Tienen prueba de que Ignacio fue la mente detrás de esas falsas acusaciones —Altagracia tiene una pizca de esperanza al decir lo que pasa por su mente.—La posibilidad de que haya sido Gerardo ha quedado descartada por completo —Roberto dice las palabras que tanto quiere escuchar, pero no dura mucho con los ánimos arriba—, pero Luciano no ha confesado absolutamente nada que involucre a Ignacio Gonzáles.Altagracia hace una mueca disgustada.—¿Qué?—Niega que Ignacio tuvo algo qué ver —Roberto lo dice como si esperara algo como esto—. Sin un testimonio en contra, ni pruebas, Ignacio no puede ser acusado directamente de ser el cabecilla del a
Altagracia le pidió a Gerónimo que se encargara de la administración de Villalmar mientras ninguna de ellas estuviese presente en la hacienda. Gerónimo preguntó acerca de Ana.—Está embarazada. Puede quedarse aquí el tiempo que necesita —fue lo que respondió Altagracia.A estas alturas, Ana no ha hablado con ella desde la boda. No desea arruinar la amistad que nació desde su niñez, pero la distancia habla por sí sola, y lo último que quiere creer es que Ana también ha conspirado en su contra. Debe tener una motivación para confesar algo así en frente de todas. Tarde o temprano tendrá que hablar con ella. Ana no puede ser su enemigo. Simplemente no lo soportaría.Gerónimo aceptó quedarse sin problema. Consiguió a Rita junto a él en el establo. Ambos charlando, sonrientes y despreocupados. Lamentó interrumpir para avisarle a Rita la situación. Rita también debe estar en la lectura del testamento.Quiere que Victoria esté junto al niño. Recibió la noticia de que Sergio está bien, en Los
Sigue sin creerlo. Con Matías en su regazo, sentada en el escritorio del salón presidencial, y tratando de no derretirse por la pequeña vergüenza a causa de todo lo que ha pasado, Altagracia sigue en estado de shock.El licenciado Torres se ha marchado ya con sus firmas. Se preparará para la lectura del testamento en cuanto Roberto dé la orden. Esperan a Erick, uno de sus primos. Es necesario que todos estén involucrados en ésta lectura. Nadie sabrá qué sucederá y tampoco cuáles fueron las últimas decisiones de Joaquín como absoluto jefe de la familia Reyes.Roberto se marchó con el licenciado Torres, así que los únicos presentes aquí son ella, su conmoción, y un Gerardo relajado todavía de pie.—Jamás debí haber hecho lo qué hice. Estuve mal, fue el peor error qué cometí. Jamás debí quitarte lo que es tuyo y aprovechar tus sentimientos por mí. Nunca debí haberte hecho firmar esos papeles —Gerardo habla, tomando su mano—. Te devuelvo todo esto, y más, porque sé que mereces todo. Y pese
Altagracia se agarra del escritorio, creyendo que observa sólo un espejismo, algo que está imaginando, algo producto de la culpa que nunca la ha dejado.Incluso cierra los ojos, intentando convencerse de que una vez los vuelva abrir nada de esto será real. Absolutamente nada. Una pequeña risa suave se escucha en el salón. —No tengas miedo de mí. Vine en paz. ¿Sabes? Altagracia abre los ojos, está vez horrorizada. Está pálida en su sitio, y no puede hablar cuando vuelve a ver a su hermana. Esto debe ser un espejismo. Debió haberse vuelto loca.Deja de verla para dirigirse hacia la puerta del salón, ignorando los papeles que dejó caer. Con el pomo en la puerta, Altagracia grita cuando deja de tocar la puerta porque Aracely, o quienquiera que sea está mujer, la cierra de vuelta. —¿Cómo se te ocurre dejarme con la palabra en la boca?—Tú estás muerta —se repite Altagracia, de espaldas. No es capaz de verla porque volverá a atormentarse. —No. No lo estoy —Altagracia decide m
—Altagracia —Gerardo logra tomarla de la muñeca en el pasillo. Cuando él le toma el rostro, Altagracia rompe a llorar en silencio, asustándolo—. ¿La viste? ¿Cómo sabes qué Aracely…? ¿Qué está ocurriendo?—Viva —Altagracia solloza, arrepentida de saber todo esto—. Aracely…ella vive, jamás murió. Aprovecho el accidente para desaparecer.El rostro de Gerardo ahora sí cambia a la incredulidad.—¿La viste? —Gerardo le alza el rostro—. ¿Viste a Aracely…?Altagracia asiente, destruida por dentro.Ya las facciones de Gerardo aparte de estar incrédulas están congeladas a su vez. Pensó que sólo era un error del licenciado Torres, y era una burla al dolor de Roberto, de Altagracia y de su propio hijo. Pero ahora la confusión se transforma en un arrebato de incredulidad y confusión. Ver a Altagracia entre lágrimas demuestra que ésta inesperada aparición de Aracely Reyes no ha sido una noticia de gran gusto.Todo lo contrario: una amarga sensación corre la sangre de Gerardo.Arroja a Altagracia ha
—Primero tú, ahora Aracely…¿Acaso las dos me quieren asesinar de un infarto? —Azucena conduce. No quiso tener chófer porque quiso estar solas con Altagracia, a quien observa con decepción, muy cercana a lo mismo que ella sintió al ver a Aracely tan sólo horas atrás—. Esto no puede estar pasando.Altagracia no quiere responder. El estado de conmoción sigue aferrada a ella, como si el mundo se hubiese detenido, como si la vida le hubiese dicho que vivía en una burbuja y debía salir de allí. Tiene la mano en su cabeza, mirando la ventana.Matías duerme en su asiento en la parte de atrás.—Esto no debió haber pasado…¿Crees que Aracely estaba de lado de Joaquín para que te quitaran el apellido?Altagracia no quiere responder. No podría ahora con su dolor…no es lo qué desea saber. No quiere que esto se vuelva una batalla de ese poder, esa que que tanto evitaba. Pero tiene la sospecha de que esa batalla había empezado desde mucho antes y ni siquiera lo sabía.Azucena comprende el silencio de