Isabella escuchó sus palabras llenas de sorna y, en lugar de molestarse, esbozó una ligera sonrisa.—Son asuntos triviales, nada digno de ser mencionados. —respondió con calma.El General Herrera también allí presente, desconcertado, exclamó:—¿Divorciarse? ¿Por qué razón?—Después de la victoria en Villa Desamparada, Su Majestad me otorgó como concubina del General Vogel. La señorita Isabella no pudo soportarlo y pidió la autorización imperial para el divorcio. —explicó Desislava.Sus palabras eran ciertas, pero no toda la verdad. Deliberadamente omitió que tanto ella como Theobald solicitaron el matrimonio al Rey en base a sus méritos militares, buscando dar la impresión a los presentes de que Isabella era una mujer celosa e incapaz de aceptar a otra mujer en la vida de su esposo. Después de todo, aunque Isabella fuera la hija legítima de una casa noble, en los Llanos Fronterizos del Sur, ese título no significaba nada.Isabella la miró directamente a los ojos y respondió con tranqui
Todos, incluyendo al Rey Benito, quedaron atónitos con las palabras de Desislava. El Rey Benito miró rápidamente a Isabella, quien, con los ojos ligeramente enrojecidos, asintió débilmente.El General Herrera y el General Atilio, así como los otros antiguos subordinados de Bernardo Díaz de Vivar, quedaron igualmente impactados al escuchar la terrible noticia.—¿Cómo es semejante cosa posible? —exclamó el General Herrera, con incredulidad.Con voz suave, Isabella explicó:—Hace ocho meses, todos los espías enemigos que estaban infiltrados en la capital se movilizaron. En mi casa… salvo las pocas personas que me acompañaron cuando me casé con el General Vogel, todos perecieron bajo el filo de sus metales.—¡Ampárenos Dios que barbaridad! —murmuraron los generales, incapaces de asimilar la noticia.Su padre había muerto en el campo de batalla junto con sus seis hijos varones, y ahora lo poco que quedaba de su familia también había sido aniquilada. No había palabras para describir semejant
Theobald agarró a Desislava por la mano y le dijo:—¡Por favor, mantengamos la calma, señoria! La General Maiquez solo ha hablado en un momento de impulso, no era su intención desafiar la autoridad del comandante.El Rey Benito respondió con frialdad:—Si no puedes aceptar las órdenes, abandona inmediatamente los Llanos Fronterizos del Sur. No tengo lugar para generales que no sepan como obedecer.Aunque Desislava se sintió llena de amargura, no se atrevió a replicar más. Lanzó una mirada de rabia a Isabella. Naturalmente, como una noble del Duque Defensor del Reino, todos la alababan y la consideraban. Isabella había nacido con privilegios, mientras que ella, la hija de un humilde oficial, había tenido que luchar por todo lo que tenía. Ella estaba segura de que todo lo que había conseguido era fruto de su esfuerzo, no como Isabella, a quien le entregaban los méritos en bandeja de plata.Con desagrado y resentimiento, Desislava se despidió junto a Theobald. Antes de irse, dejó caer con
—No es de extrañar que entonces supieras que los hombres del reino de la Capital Occidental se hacían pasar por gente de los Pastizales en el campo de batalla, y que cabalgaras sola miles de kilómetros hasta los Llanos Fronterizos del Sur para informarme.Rey Benito se sentó a su lado, su figura imponente como un muro de contención.—Cuando te sientas más tranquila, cuéntamelo todo. —dijo.—¿Qué quiere saber el comandante? —preguntó Isabella, visiblemente más serena.—Todo. —contestó Benito, con una profunda marea de emociones en sus ojos. —¿Por qué te casaste tan de repente? Todo lo que ocurrió después del matrimonio, y los detalles sobre la masacre de vuestra familia.Isabella no entendía por qué quería saber sobre su matrimonio, pero aun así relató la historia, tratando de mantener sus emociones en calma.—Cuando volví del cerro de los cerezos, supe del sacrificio de mi padre y mis hermanos. Le dije a mi madre que quería ir a los Llanos Fronterizos del Sur, pero ella no me lo permit
—Eso aún no fue lo peor. Lo peor vino después —continuó Isabella con serenidad. Luego relató cómo la familia Vogel intentó apoderarse de su dote, y la acusaron de ser una nuera ingrata y celosa para encontrar una excusa para expulsarla de la casa. Eso sí que fue sido verdaderamente despreciable y la gota que reboso mi copa. No se esperaban que el Rey le otorgara el título póstumo de Duque Defensor del Reino a mi padre y aprobara mi divorcio con Theobald, permitiéndome llevarme toda mi dote.Los ojos del Rey Benito ardían de ira.—¿Se atrevieron a tratarte así y a humillarte de semejante manera?—No me siento humillada —Isabella colocó las manos sobre sus rodillas y miró a Benito de lado, con un destello en la mirada que resaltaba la belleza de su lunar, tan rojo como la sangre.— Si hubiera tenido sentimientos por él, me habría sentido humillada, pero no los tenía. Para mí, dejar la casa Vogel fue más bien un acto de liberación. No consiguieron lo que buscaban, así que por eso viste a
—¡Escuchad! —El Rey Benito se encontraba de pie bajo el sol del atardecer, su figura destacaba contra el resplandor dorado. La suave luz del ocaso proveía de un brillo etéreo a su rostro. —A partir de este momento, la General Isabella será vuestra subcomandante. En el campo de batalla de los Llanos Fronterizos del Sur, obedecerán sus órdenes. Si os ordena avanzar, avanzaréis, si os ordena morir, morirán. No se admiten desobediencias.—¡Sí! —respondió la multitud de voces con una fuerza que resonó en todo el campamento fuera de Pueblo Tejón.Isabella se mantuvo firme, enfrentando la mirada decidida de cada uno de los soldados. Con hombres así de entrenados, no había excusa para no ganar.Theobald y Desislava observaban la escena desde la distancia. La luz del sol poniente se reflejaba en la armadura negra de los soldados Halcón de Hierro, dándoles un aspecto casi divino.—Los trajimos nosotros. ¿Por qué tiene que ser ella quien los mande? —protestó Desislava, visiblemente molesta. —No
Theobald corrió tras Desislava.—Nunca has querido contarme cómo lograste que el General Sulanjun, príncipe heredero e hijo del Rey del reino de la capital occidental, firmara el tratado cuando yo estaba incendiando el almacén de granos en la ciudad.Desislava, con una expresión de fastidio y cierta cautela, respondió:—¿No te lo he explicado ya? Allí hice correr el rumor de que el Rey Benito ya había ganado la guerra en los Llanos Fronterizos del Sur y que pronto marcharía hacia Villa Desamparada. Sumado a la pérdida del almacén de granos, cundió el pánico y se vieron obligados a rendirse.Sí, esa había sido la explicación que le había dado muchas veces.Antes, a Theobald no le había parecido que algo estuviera mal.Hasta que se casó con Desislava y ella reunió a más de cien soldados sin notificarlo previamente. Después, el General Lin la reprendió por ello, y fue entonces cuando se dio cuenta de que ella había actuado sin ningún tipo de autorización, a pesar de que le había mentido a
No pasaron ni tres días y la noticia corrió como pólvora entre las tropas: los doce mil refuerzos estaban indignados, repitiendo la misma historia. Decían que Isabella había sido nombrada general sin haber obtenido méritos propios, solo aprovechándose de la reputación de su familia.Los soldados bajo el mando de Desislava esparcían el rumor incansablemente:—Si quiere vivir de la gloria de su padre y sus hermanos, que se quede en la capital como una señorita y disfrute de su vida de lujo. ¿Por qué tiene que venir al campo de batalla a quitarnos nuestros méritos? Nosotros arriesgamos la vida defendiendo nuestro reino, y todo por ganar méritos. ¿Cómo es justo que ella, sin hacer nada, sea nombrada general? ¡Es una injusticia para nosotros los soldados de a pie!—Siempre se ha dicho que el Rey Benito es justo y severo al impartir justicia. ¿Cómo es posible que ahora actúe con favoritismo y le regale a Isabella unos méritos que no se ha ganado? ¿Para qué nos esforzamos tanto? Seguro que to