Capítulo88
—¡Escuchad! —El Rey Benito se encontraba de pie bajo el sol del atardecer, su figura destacaba contra el resplandor dorado. La suave luz del ocaso proveía de un brillo etéreo a su rostro.

—A partir de este momento, la General Isabella será vuestra subcomandante. En el campo de batalla de los Llanos Fronterizos del Sur, obedecerán sus órdenes. Si os ordena avanzar, avanzaréis, si os ordena morir, morirán. No se admiten desobediencias.

—¡Sí! —respondió la multitud de voces con una fuerza que resonó en todo el campamento fuera de Pueblo Tejón.

Isabella se mantuvo firme, enfrentando la mirada decidida de cada uno de los soldados. Con hombres así de entrenados, no había excusa para no ganar.

Theobald y Desislava observaban la escena desde la distancia. La luz del sol poniente se reflejaba en la armadura negra de los soldados Halcón de Hierro, dándoles un aspecto casi divino.

—Los trajimos nosotros. ¿Por qué tiene que ser ella quien los mande? —protestó Desislava, visiblemente molesta. —No
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