—Eso aún no fue lo peor. Lo peor vino después —continuó Isabella con serenidad. Luego relató cómo la familia Vogel intentó apoderarse de su dote, y la acusaron de ser una nuera ingrata y celosa para encontrar una excusa para expulsarla de la casa. Eso sí que fue sido verdaderamente despreciable y la gota que reboso mi copa. No se esperaban que el Rey le otorgara el título póstumo de Duque Defensor del Reino a mi padre y aprobara mi divorcio con Theobald, permitiéndome llevarme toda mi dote.Los ojos del Rey Benito ardían de ira.—¿Se atrevieron a tratarte así y a humillarte de semejante manera?—No me siento humillada —Isabella colocó las manos sobre sus rodillas y miró a Benito de lado, con un destello en la mirada que resaltaba la belleza de su lunar, tan rojo como la sangre.— Si hubiera tenido sentimientos por él, me habría sentido humillada, pero no los tenía. Para mí, dejar la casa Vogel fue más bien un acto de liberación. No consiguieron lo que buscaban, así que por eso viste a
—¡Escuchad! —El Rey Benito se encontraba de pie bajo el sol del atardecer, su figura destacaba contra el resplandor dorado. La suave luz del ocaso proveía de un brillo etéreo a su rostro. —A partir de este momento, la General Isabella será vuestra subcomandante. En el campo de batalla de los Llanos Fronterizos del Sur, obedecerán sus órdenes. Si os ordena avanzar, avanzaréis, si os ordena morir, morirán. No se admiten desobediencias.—¡Sí! —respondió la multitud de voces con una fuerza que resonó en todo el campamento fuera de Pueblo Tejón.Isabella se mantuvo firme, enfrentando la mirada decidida de cada uno de los soldados. Con hombres así de entrenados, no había excusa para no ganar.Theobald y Desislava observaban la escena desde la distancia. La luz del sol poniente se reflejaba en la armadura negra de los soldados Halcón de Hierro, dándoles un aspecto casi divino.—Los trajimos nosotros. ¿Por qué tiene que ser ella quien los mande? —protestó Desislava, visiblemente molesta. —No
Theobald corrió tras Desislava.—Nunca has querido contarme cómo lograste que el General Sulanjun, príncipe heredero e hijo del Rey del reino de la capital occidental, firmara el tratado cuando yo estaba incendiando el almacén de granos en la ciudad.Desislava, con una expresión de fastidio y cierta cautela, respondió:—¿No te lo he explicado ya? Allí hice correr el rumor de que el Rey Benito ya había ganado la guerra en los Llanos Fronterizos del Sur y que pronto marcharía hacia Villa Desamparada. Sumado a la pérdida del almacén de granos, cundió el pánico y se vieron obligados a rendirse.Sí, esa había sido la explicación que le había dado muchas veces.Antes, a Theobald no le había parecido que algo estuviera mal.Hasta que se casó con Desislava y ella reunió a más de cien soldados sin notificarlo previamente. Después, el General Lin la reprendió por ello, y fue entonces cuando se dio cuenta de que ella había actuado sin ningún tipo de autorización, a pesar de que le había mentido a
No pasaron ni tres días y la noticia corrió como pólvora entre las tropas: los doce mil refuerzos estaban indignados, repitiendo la misma historia. Decían que Isabella había sido nombrada general sin haber obtenido méritos propios, solo aprovechándose de la reputación de su familia.Los soldados bajo el mando de Desislava esparcían el rumor incansablemente:—Si quiere vivir de la gloria de su padre y sus hermanos, que se quede en la capital como una señorita y disfrute de su vida de lujo. ¿Por qué tiene que venir al campo de batalla a quitarnos nuestros méritos? Nosotros arriesgamos la vida defendiendo nuestro reino, y todo por ganar méritos. ¿Cómo es justo que ella, sin hacer nada, sea nombrada general? ¡Es una injusticia para nosotros los soldados de a pie!—Siempre se ha dicho que el Rey Benito es justo y severo al impartir justicia. ¿Cómo es posible que ahora actúe con favoritismo y le regale a Isabella unos méritos que no se ha ganado? ¿Para qué nos esforzamos tanto? Seguro que to
Isabella escuchó esas palabras y se puso seria.No le importaban los rumores, pero crear enfrentamientos intencionadamente en el ejército, generar injusticias y perturbar la moral de las tropas era un gran tabú y señal de mala suerte antes de una batalla decisiva. Desislava había estado en el campo de batalla antes, ¿cómo podría no saberlo? Probablemente estaba tratando de utilizarlos para presionar al Rey Benito, obligándolo a apartar a Isabella para así estabilizar la moral del ejército.—¿Ahora solo se propaga entre los refuerzos, cierto? —preguntó Isabella.Estrella, aún furiosa, tenía el rostro rojo y tenso, estaba a punto de estallar.—¡Sí! Los refuerzos están alojados en el campamento y separados del ejército original del Rey Benito, así que los del ejército del Rey Benito no lo saben; de lo contrario, alguien ya habría ido a discutir con ellos.Isabella se enojó aún más. Después de tantas batallas, había muchos soldados que la respetaban; si supieran que la estaban calumniando
Isabella clavó su lanza en el suelo y se recogió el cabello. El viento del norte soplaba furioso, haciendo que sus ropas ondearan con fuerza.Levantó ligeramente el mentón y su mirada se tornó dispuesta al desafío.—¿Solo tengo que vencerte?—¡Exacto! —exclamó Deogracias en voz alta. —Si logras derrotarme, te juro que te seguiré hasta la muerte y jamás volveré a cuestionarte.—¡Bien hecho, Capitán Deogracias!—¡Dale una lección! ¡Que sepa lo que es comer del mérito militar de su padre y pisotear a nuestros soldados para ascender!—El mérito militar es algo muy difícil de obtener. ¿Cómo se atreve esta mujer a comandar a los Halcones con falsos méritos? Capitán Deogracias, ¡no estamos de acuerdo, vence a esa mujer!Deogracias dijo fríamente:—¿Escuchó eso usted General Isabella?Isabella echó un vistazo a los soldados de los Halcones que gritaban enérgicamente y volvió a tomar la Lanza de Cerezo en su mano.—Muy bien, ¡empecemos pues!Los ojos de Deogracias destellaron con desprecio.—No
Desde la torre hasta el campo había cierta distancia, por lo que no podían percibir lo que había realmente sucedido ni ver las grietas en el suelo. Lo único que veían era que Deogracias estaba de pie y que Isabella lo había herido.Por eso, para Desislava, eso resultaba extremadamente ridículo. Que el Rey Benito quisiera encumbrar a Isabella era evidente, utilizando todos los recursos a su disposición.Desislava se burló, con su tono lleno de indignación:—Los Halcones obedecen al Rey Benito; a quien él quiera que se sometan, se someterán. Pero, ¿para qué montar toda esta farsa? ¿Toma acaso a los soldados por burros sin discernimiento?Theobald también estaba algo confundido. No había necesidad de que el Rey Benito organizara algo así. Isabella tenía habilidades notables de pelea, y aunque realmente lucharan, Deogracias no sería rival para ella.¿Podría ser que Isabella solo supiera hacer esos pocos movimientos? ¿Y no tuviera otras habilidades?En cualquier caso, este supuesto desafío
Isabella había estado entrenando a las tropas hasta altas horas de la noche antes de regresar, pero allí se encontró con Desislava bloqueando su camino en la puerta.Las llamas de la hoguera proyectaban sombras en el rostro enfadado y desdeñoso de Desislava.—Al menos deberías fingir un poco mejor, ¿no? Has arruinado por completo el prestigio de los Díaz Vivar.Isabella levantó la mirada, su tono era de rabia.—¿Y qué tiene que ver el prestigio de mi familia contigo?Desislava la reprendió con voz severa:—¿Podrías dejar por un momento de hacerte la mosquita muerta? Hoy he visto claramente cómo con una sola orden del Rey Benito le entregaron a su merced el mando de los Halcones de Hierro. ¿Por qué hacer semejante show con Deogracias? ¿Crees que así los demás soldados te respetarán? ¿Piensas que todos somos tan ciegos como para no ver lo que paso?Isabella la miró, sus ojos color miel eran profundos y oscuros.—Tienes razón, no todos son ciegos. Hay cosas que se pueden ocultar por un ti