Capítulo79
Era una pequeña colina, desnuda de vegetación, con las hojas de los árboles ya caídas. Los caminos serpenteaban hacia arriba, conduciendo a las cumbres más altas. El viento soplaba fuerte, ululando como si mil fantasmas allí lloraran .

Benito de la Torre Montemayor se encontraba en lo alto de la colina, con las manos cruzadas a la espalda, mirando hacia el sendero a su izquierda. Al lado de ese sendero se erguía una lápida sin inscripción.

—Esa lápida sin palabra ni filigrana alguna fue erigida por los habitantes del Pueblo Tejón para tu padre —le dijo Benito. —Él se quedó solo bloqueando ese camino, soportando varias flechas clavadas en su cuerpo, pero aun así permaneció en pie, apoyado en su gran espada.

Los ojos de Isabella se llenaron de lágrimas. Aunque ya sabía que Benito la llevaba al lugar donde había caído su padre, y se había preparado mentalmente para ello, el dolor seguía siendo intenso, desgarrador.

—Él estaba al mando aquí, cortando las líneas de suministro de los Pastiza
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