Desde el momento en que el Rey Leónidas de la Torre Montemayor recibió el primer informe militar, su sangre se encendió de emoción.Isabella, hija del general Esteban Vivar, la ahora primogénita de la familia del Duque Defensor del Reino. Jamás imaginó que sería tan destacada, incluso más que Desislava.Al recibir la noticia de la victoria en Pueblo Tejón, golpeó la mesa y estalló en carcajadas de alegría.—¡Bien, excelente! En las puertas de la guerra no hay mujeres débiles.Inmediatamente convocó al ministro de asuntos de guerra y al administrador de la Secretaría de Asuntos Militares para mostrarles el informe. El ministro, con lágrimas de emoción, exclamó:—¡Pueblo Tejón ha sido recuperado! Isabelita ha logrado una hazaña increíble. Ella no solo tomó el almacén de provisiones, sino que también lo defendió. ¡Cuánta comida y dinero hemos ahorrado para el Reino de Montemayor! Camarada Esteban, ¿puedes verlo desde el cielo? Tu buena hija ha honrado el nombre de la familia.Rinaldo Valv
—Primero sellaron al general, luego le prometieron cargos oficiales, lo que demuestra cuán altas son las expectativas del Rey Leonidas con respecto a Isabella.El primer ministro de guerra no tenía ninguna objeción; dicha promoción era realmente una muestra de la alta capacidad de Isabella pero añadio.—Sin embargo, hay un problema, los refuerzos aún no han llegado y ya ha pasado por varios días el plazo que prometió la general Desislava Maiquez.El Rey Leonidas estaba descontento, pero trató de justificarlos.—La marcha en este cruel frio es realmente difícil.—Su Majestad, de hecho Isabella ha sido ascendida a General de División, mientras que el General Theobald y el General Desislava son en realidad Generales de Brigada, un rango inferior a Isabella. —dijo Rinaldo Valverde.En teoría, Theobald y Desislava habían logrado un gran mérito al firmar el tratado con el reino de la capital de occidente, poniendo fin a la guerra y estableciendo una frontera, un mérito superior al de Isabell
—Su señoria, ¡En persona se presenta el General Vogel y acompañante para ver al comandante!—¡Desislava Maiquez, a su servicio, mi señor!El Rey Benito levantó la vista con una sonrisa.—Por fin habéis llegado.—Hemos tardado debido a las heladas en el trecho. Rogamos que el comandante nos perdone la demora. —dijo Theobald con respeto.—No ha sido culpa vuestra, sino de la naturaleza que se ha ensañado con el frio de este tiempo. —respondió el Rey Benito.Mirando de reojo a Isabella. Al ver que ella apenas levantaba la cabeza y no se acercaba, supo que algo debía haber pasado entre ellos.Mientras tanto, los generales Herrera y Atilio, antiguos oficiales de la familia Díaz de Vivar, miraban a Theobald con curiosidad. Al observar su porte gallardo y varonil, se sintieron complacidos.—Al fin y al cabo, si la propia doña Díaz de Vivar lo eligió como yerno, ¿cómo iba a ser de otra manera? —murmuró el general Herrera.Él se acercó y, dándole una palmada en el hombro, sonrio.—¡General Voge
Isabella escuchó sus palabras llenas de sorna y, en lugar de molestarse, esbozó una ligera sonrisa.—Son asuntos triviales, nada digno de ser mencionados. —respondió con calma.El General Herrera también allí presente, desconcertado, exclamó:—¿Divorciarse? ¿Por qué razón?—Después de la victoria en Villa Desamparada, Su Majestad me otorgó como concubina del General Vogel. La señorita Isabella no pudo soportarlo y pidió la autorización imperial para el divorcio. —explicó Desislava.Sus palabras eran ciertas, pero no toda la verdad. Deliberadamente omitió que tanto ella como Theobald solicitaron el matrimonio al Rey en base a sus méritos militares, buscando dar la impresión a los presentes de que Isabella era una mujer celosa e incapaz de aceptar a otra mujer en la vida de su esposo. Después de todo, aunque Isabella fuera la hija legítima de una casa noble, en los Llanos Fronterizos del Sur, ese título no significaba nada.Isabella la miró directamente a los ojos y respondió con tranqui
Todos, incluyendo al Rey Benito, quedaron atónitos con las palabras de Desislava. El Rey Benito miró rápidamente a Isabella, quien, con los ojos ligeramente enrojecidos, asintió débilmente.El General Herrera y el General Atilio, así como los otros antiguos subordinados de Bernardo Díaz de Vivar, quedaron igualmente impactados al escuchar la terrible noticia.—¿Cómo es semejante cosa posible? —exclamó el General Herrera, con incredulidad.Con voz suave, Isabella explicó:—Hace ocho meses, todos los espías enemigos que estaban infiltrados en la capital se movilizaron. En mi casa… salvo las pocas personas que me acompañaron cuando me casé con el General Vogel, todos perecieron bajo el filo de sus metales.—¡Ampárenos Dios que barbaridad! —murmuraron los generales, incapaces de asimilar la noticia.Su padre había muerto en el campo de batalla junto con sus seis hijos varones, y ahora lo poco que quedaba de su familia también había sido aniquilada. No había palabras para describir semejant
Theobald agarró a Desislava por la mano y le dijo:—¡Por favor, mantengamos la calma, señoria! La General Maiquez solo ha hablado en un momento de impulso, no era su intención desafiar la autoridad del comandante.El Rey Benito respondió con frialdad:—Si no puedes aceptar las órdenes, abandona inmediatamente los Llanos Fronterizos del Sur. No tengo lugar para generales que no sepan como obedecer.Aunque Desislava se sintió llena de amargura, no se atrevió a replicar más. Lanzó una mirada de rabia a Isabella. Naturalmente, como una noble del Duque Defensor del Reino, todos la alababan y la consideraban. Isabella había nacido con privilegios, mientras que ella, la hija de un humilde oficial, había tenido que luchar por todo lo que tenía. Ella estaba segura de que todo lo que había conseguido era fruto de su esfuerzo, no como Isabella, a quien le entregaban los méritos en bandeja de plata.Con desagrado y resentimiento, Desislava se despidió junto a Theobald. Antes de irse, dejó caer con
—No es de extrañar que entonces supieras que los hombres del reino de la Capital Occidental se hacían pasar por gente de los Pastizales en el campo de batalla, y que cabalgaras sola miles de kilómetros hasta los Llanos Fronterizos del Sur para informarme.Rey Benito se sentó a su lado, su figura imponente como un muro de contención.—Cuando te sientas más tranquila, cuéntamelo todo. —dijo.—¿Qué quiere saber el comandante? —preguntó Isabella, visiblemente más serena.—Todo. —contestó Benito, con una profunda marea de emociones en sus ojos. —¿Por qué te casaste tan de repente? Todo lo que ocurrió después del matrimonio, y los detalles sobre la masacre de vuestra familia.Isabella no entendía por qué quería saber sobre su matrimonio, pero aun así relató la historia, tratando de mantener sus emociones en calma.—Cuando volví del cerro de los cerezos, supe del sacrificio de mi padre y mis hermanos. Le dije a mi madre que quería ir a los Llanos Fronterizos del Sur, pero ella no me lo permit
—Eso aún no fue lo peor. Lo peor vino después —continuó Isabella con serenidad. Luego relató cómo la familia Vogel intentó apoderarse de su dote, y la acusaron de ser una nuera ingrata y celosa para encontrar una excusa para expulsarla de la casa. Eso sí que fue sido verdaderamente despreciable y la gota que reboso mi copa. No se esperaban que el Rey le otorgara el título póstumo de Duque Defensor del Reino a mi padre y aprobara mi divorcio con Theobald, permitiéndome llevarme toda mi dote.Los ojos del Rey Benito ardían de ira.—¿Se atrevieron a tratarte así y a humillarte de semejante manera?—No me siento humillada —Isabella colocó las manos sobre sus rodillas y miró a Benito de lado, con un destello en la mirada que resaltaba la belleza de su lunar, tan rojo como la sangre.— Si hubiera tenido sentimientos por él, me habría sentido humillada, pero no los tenía. Para mí, dejar la casa Vogel fue más bien un acto de liberación. No consiguieron lo que buscaban, así que por eso viste a