Cuando el avión aterriza en la ciudad de Chicago, Steven puede ver que una fina llovizna está cayendo sobre la ciudad. El clima es perfecto para la manera en la que se siente. Cuando el avión maniobra para entrar en el hangar que lo cubrirá, puede notar la figura de un hombre parado al lado de un auto de color negro.Aunque sospecha quién es, no es hasta que la puerta del avión se abre para permitirles bajar y que el hombre se acerca con lágrimas en los ojos que Steven confirma que se trata del padre de Layla. Recibe de las manos de Steven la urna que contiene los restos de su hija y no puede evitar llorar amargamente.—Gracias… —le dice el hombre con los ojos llenos de lágrimas—. Muchas gracias, Steven por hacer esto.—No tiene nada que agradecerme, señor Hopkins. Ella lo era todo para mí.—Dime, Jordan —le extiende una mano cordial y Steven la recibe—. Veo que tú también estás herido. Sólo debieron decirme, yo pude haber viajado para ir a buscar a mi hija… —aquellas palabras salen l
El tiempo se le va pasando lento y duro a Steven. Si pensó que encontraría una mujer para ser feliz, se equivocó, puesto que esa tarea se ha vuelto más complicada porque se la pasa encerrado.Sólo sale una vez a la semana para ir a ver al padre de Layla y luego juntos van al cementerio a dejarle flores.Así es como se le pasan más de seis años, entre el dolor y la desesperanza.Ese día está hablando con la señora de la cocina, Giovanna es una mujer agradable, inteligente y que tiene un sentido del humor bastante particular. Ven entrar a Jason, el jefe de seguridad del Nathan, quien parece algo preocupado.—¿Qué te pasa, bombón? —dice Giovanna y él sólo rueda los ojos.—Me estoy escapando del señor, llegó algo molesto.Steven no se tarda en salir de allí para ver a su amigo, son muy pocas las cosas que lo molestan y la mayoría tienen que ver con su padre. Se lo encuentra en el despacho, tomándose un vaso de whisky de un tirón y sirviéndose otro más de inmediato.—Si vas a emborracharte
La vida de Steven ahora gira toda en torno a Mía y en ayudarla. Lamentablemente la chica sufre de bulimia y anorexia, además de una fuerte depresión, peor aún… Nathan no está ayudando en nada.Necesita que su amigo lo sepa para que tome la decisión más importante en la vida de Mía, dejarla ir para que otros puedan amarla y ayudarla, o quedarse en su vida de una manera útil, amándola como se merece y protegiéndola, porque la verdad es que está seguro de que Nathan está enamorado, sólo que no quiere reconocerlo.Robert lo llama para saber cómo está y lo invita a una pequeña ceremonia en Londres, para conmemorar a sus padres.—Sé que ahora no quieres salir de Chicago, pero en verdad quiero hacerlo.—Te entiendo, me parece una buena idea y nuestros padres se lo merecen.—He invitado a muchos de sus amigos, casi todos confirmaron la asistencia.—Bien, allá estaré. Sólo tengo que decirle al bruto de Nathan.—¿Sigue haciéndole la vida imposible a la muchacha?—Sí, pero entiendo lo que en rea
Para Steven el tiempo comenzó a pasar lento, sobre todo por las cosas que pasaron entre Nathan y Mía, quienes al final se dieron la oportunidad de ser un matrimonio, se aman con locura, pero las cosas que le han pasado no son normales para nada.Ya que había decido regresar a Londres para alejarse de esa relación, porque no podía evitar el dolor que le producía ver a la mujer que ahora le movía el piso con su esposo… el que resultó ser su hermano, pero luego ya no; ahora Steven está en Londres organizando todo para irse como voluntario por cuenta propia a lugares con conflictos, para ayudar principalmente a los niños y mujeres embarazadas o en tiempo de lactancia, porque son quienes más sufren.Afortunadamente, Robert tiene un amigo que está al tanto de los lugares más necesitados y su hermano ha puesto más de la mitad de sus ahorros a disposición del proyecto. Y como son tan inteligentes, mantienen el dinero en inversiones rentables, las que dan excelentes dividendos y no deben preoc
Las veces que Steven se imaginó a Layla viva son incontables. Podría pellizcarse en este momento para saber si está soñando otra vez, pero los disparos fuera le dicen que no, que está despierto, es real… Layla, su Layla está viva.Por eso, cuando ella le hace una pregunta muy parecida a la que hizo la vez que se conocieron en la base en Alemania, él no puede evitar que su voz se contraiga y la llame por su nombre.—Layla…—¿Eh? ¡¿Cómo carajos sabes mi nombre?! —en dos segundos ella lo apunta con el arma que carga y Steven sólo mete la mano en su espalda, le entrega la suya (que es mucho más pequeña, por cierto), para luego levantar las manos.—Oye, muchacho, presiona la herida —el hombre no duda en hacer lo que Steven le dice, mientras que el médico sólo puede ver a Layla a los ojos, su rostro, toda ella… está viva y dispuesta a matarlo.Es evidente que no lo recuerda, pero eso no importa.¡Maldición, que eso no importa ahora!Su mujer está viva y si le mete un tiro, no le interesa, e
Tal vez debió dejar que Layla le diera un par de tiros en la casa en la que se escondieron una hora atrás, eso habría dolido menos y seguro estaría ya en el otro mundo, sin sentir que su mundo que está en ruinas, termina de desaparecer.Steven la ve con los ojos llorosos, no puede tener otra reacción, en cambio Layla permanece seria, observando cada gesto en el rostro de Steven. Puede ver que le tiembla el labio, pero aún así respira profundo y deja salir el aire con dificultad.—Bien… entiendo. Lo entiendo perfectamente —le dice no muy convencido y ella entiende que está tratando de ser lo más comprensible posible—. No sabías quién eras, es lógico que después de… de ocho años quisieras rehacer tu vida y… y yo no puedo reprocharte nada porque…—Steven, dime algo, ¿tú hiciste lo mismo? ¿Buscaste una mujer para sustituirme? —la pregunta busca muchas cosas, entre ellas saber si ese hombre le miente. Steven la mira a los ojos sin parpadear y le dice con toda la calma que es capaz de senti
Layla se entera que la otra parte del equipo ya ha conseguido terminar la misión, ella les informa de Bobby y quedan en ir a buscarlo porque ella solicita quedarse, sin embargo, por recomendación de Steven, no dice la razón ni mucho menos con quién se quedará.Clarisse se lleva a Layla a uno de los cuartos para que se bañe y cambie ropa, mientras que Steven se queda con Bobby, necesita saber un par de cosas antes de continuar con todo eso.—Oye, doc, ¿en verdad era tu novia? —Steven por respuesta le muestra las imágenes que tiene en su teléfono y Bobby silba sorprendido—. No mames, doc, eso está cañón.—¿De dónde eres, Bobby?—De México, doc. Me llamo Alberto, pero me dicen Beto y aquí me pusieron Bobby que suena más internacional, o eso me dijo un chileno en el equipo —se encoge de hombros y Steven sonríe porque es un niño por dónde se mire.—¿Y eres muy amigo de mi mujer?—Sí, ella es como mi hermana mayor… ¡En serio! Ninguna se detiene de darme un guamazo en la nuca si me lo gano,
El corazón de Steven se estruja y siente que miles de dardos llegan a él para herirlo más. Layla estaba embarazada al momento de aquel ataque.Su hijo tendría ocho años y eso sólo lo hace sentir impotente.La abraza con fuerza, deja que las lágrimas salgan sin barreras, pero eso no es suficiente. La cabeza de Layla está en su pecho y Steven deja salir un grito de dolor.—¡Nooo! No puede ser… no lo sabíamos, te juro que no lo sabíamos.—Lo sé, bueno, al menos eso es lo que me dijeron cuando desperté —ella se separa un poco, ya más calmada y sigue hablando con suavidad—. Me dijeron que no lo sabía, de otra manera no habría ido a esa misión y que el padre de mi hijo había muerto allí.«Me sentí destrozada, con el alma perdida y sin saber qué hacer. Schneider me dio de baja por todo un año, para que me recuperara y decidiera si querría regresar. Pasé por terapias, aunque nunca para recobrar la memoria y cuando pedí fotografías, me dijeron que no podían dármelas porque eran confidenciales.