Visitando el Club

《EMIR 》

Suspiré con exasperación. —El club de la Doña ya aburre. Esas mujeres no me llaman la atención para nada. Es mejor frecuentar alguna empleada del mi empresa. Esas que se bajan el calzón sin chistear. Pero iré a despejar la mente. Por cierto ya estas aquí.

—Estoy aquí, como siempre, joven Emir —Declaro Andrew con respeto.

—Bien, Don Andrew—respondí, guardando mi móvil.

El elevador privado descendía con suavidad mientras repasaba mentalmente los detalles del día. Al llegar al vestíbulo, los empleados abrieron las grandes puertas con reverencia y me saludaron con cortesía, salgo de la empresa avanzando hacia la entrada principal.

Salgo de la empresa y entro en mi lujoso auto, un Rolls-Royce Phantom. Mientras me acomodo en el asiento trasero, enciendo la computadora integrada. La pantalla se ilumina con mis aplicaciones y datos esenciales. Comienzo a mover los dedos sobre la superficie, un tic nervioso que aparece cuando estoy concentrado.

—Buenas tardes, Don Andrew —saludo con formalidad mientras el auto comienza a moverse suavemente por las calles.

—Buenas tardes Joven Emir—Asentí sin verlo mientras sigo en lo mío.

Llegamos rápidamente a mi gran residencia. Bajo del auto con decisión y entro a la casa con paso firme y seguro. El mayordomo me recibe en el porche con una reverencia discreta. En sus manos ya tiene mis pantuflas.

—Joven Emir me retiro.

—Gracias, Andrew. Avísame cuando esté listo para irnos —ordeno, y me deshago de mis zapatos de calidad en la entrada, el mayordomo deja mis pantuflas y me las pongo, con elegancia, me dirijo hacia el interior, donde los empleados me esperan con cortesía y eficiencia.

—¿Podemos ir directo al comedor? Estoy hambriento y necesito descansar un poco —expreso, mientras me ajusto el cuello de la camisa con gesto cansado.

—Por supuesto, señor. Todo está preparado según sus indicaciones —responde el mayordomo, guiándome hacia el comedor con profesionalismo.

Me levanté después de descansar apenas unas dos horas. Abrí los ojos con cierta pesadez, observando el elegante reloj que adornaba la pared de mi habitación. Ya pasaban de las ocho de la noche, un horario habitual para mí. Me incorporé de mi acogedora cama y decidí ejercitarme un poco antes de darme una ducha.

Busqué mi toalla y me dirigí hacia mi gimnasio personal para entrenar. Antes de empezar, encendí música vibrante del grupo The Keller, dejando que el ritmo llenara el ambiente. Mientras mis músculos se tensaban con cada repetición, mi reflejo en el espejo me devolvía una imagen de poder y control.

—Amarte es perder el tiempo. —Sonreí irónicamente al recordar las palabras de Freya. No entendía por qué había vuelto ese recuerdo, cuando ella decidió irse con mi primo, alegando que yo nunca podría darle el amor que buscaba. Yo no sé de dar amor, a mi me gusta las mujeres. Al parecer las mujeres prefieren el amor sobre el lujo. Negando con la cabeza, salí del gimnasio y marqué el número de Andrew.

—Andrew, en dos horas necesito que estés abajo.

—Perfecto, joven Emir.

Colgué la llamada y dejé la toalla en el cuarto de las ropas sucias antes de entrar a la ducha. Sumergirme en la tina me permitió relajarme completamente.

Salí del baño envuelto en una toalla, seleccionando cuidadosamente mi ropa de diseño y de marca. Me puse mi reloj elegante, unos zapatos de cuero impecables, un perfume caro que inundaba el aire con su aroma masculino, y ajusté mi pulsera de oro de varios quilates, un regalo que conservo de mi difunta madre, símbolo de mi linaje y de mi posición en el mundo.

Así, preparado con cada detalle meticulosamente elegido, salí de mi residencia hacia lo que fuera que el destino tuviera reservado esta noche.

Cuando llegamos a uno de los mejores clubes de la ciudad, vi docenas de autos de lujo en la acera. Andrew abrió la puerta del auto y salí, observando todo a mi alrededor.

—¿Te quedas o entras? —le pregunté a Andrew.

—Disfruta, joven, yo te espero aquí —respondió y yo me encogi de hombros. Observé a varios hombres eufóricos, bebiendo tranquilamente, sin escándalos, como debe ser. A lo lejos, vi a otro acompañado. Luego, Berenice, elegantemente vestida como siempre, se acercó y me saludó.

—El gran Emir Rockefeller, nuevamente has regresado después de décadas sin visitarnos —comentó irónicamente. La miré levantando las cejas.

—Buenas noches, Berenice. Quizás no décadas, pero sí meses. No me gustan las mujeres de aquí, hoy solo vine a refrescar la vista —añadí, sentándome en una de las mejores salas de VIP.

—Tenemos una nueva. Quizás sea de tu agrado.

—Ninguna de las nuevas que ha habido ha captado mi atención, pero si me gusta, le pagaré el triple a ella y el doble ti. Te parece.

—De acuerdo. Pronto comenzará, así que pide lo que más te guste —asentí y con un gesto la hice irse. Berenice es muy habladora, siempre dice lo mismo. Veremos a esta supuesta nueva. Concentré mis ojos cuando el DJ comenzó a hablar por el micrófono y puso la música. Apareció ante mis ojos una chica anunciada como la estrella, el foco del techo iluminó su inexperto baile. La observé sin mover siquiera los párpados, su cuerpo era perfecto. Mis dedos comenzaron a golpear la mesa al ritmo de la música. Varios hombres también la miraban fijamente y parecía que algunos estaban abriendo sus billeteras. Me acerqué rápidamente a Berenice cuando estuve de pie a su lado quedó sorprendida.

—Si ella acepta el dinero, pasaré la noche y te daré lo que acordamos.

—Perfecto, seguro aceptará.

Asentí sin dejar de mirarla. No sé por qué, pero la necesito hoy mismo en mi cama. Cuando dejó de bailar, vi que varios se levantaron, pero al verme acercarme al escenario, decidieron sentarse. Me acerqué a ella y la llamé con un gesto, vino hacia mí. Tomé sus delgadas manos y dejé el dinero en su palma. Nuestras miradas se cruzaron rápidamente y al ver que ella aceptó, eso significaba una sola cosa: esta noche aliviaría mi estrés. Ella Bajo del escenario y desaparecío por el pasillo.

—Listo, toma —le entregué el dinero correspondiente a Berenice.

—Finalmente, esa chica sí captó tu atención —declaro Berenice sonriendo. Asentí sin responderle, haciéndole un gesto para que fuera por ella. Berenice se dirigió hacia el camerino mientras otra chica aparecía bailando. No la vi, ya que ninguna otra me importaba más que esa joven de ojos grises.

La Chica estaba visiblemente nerviosa cuando salimos del elegante club. Sus gestos delataban una ansiedad que contrastaba con la seriedad de mi mirada. Sin decirle una palabra, hice una señal a Andrew para que abriera la puerta trasera del lujoso auto.

Observé a la tal estrella detenidamente mientras se acercaba al vehículo. Su nerviosismo me intrigaba; había algo en ella que parecía fuera de lugar esta noche, sin nada que decir entro al auto y se notaba que se sentía obligada.

—¿A donde Joven?—Pregunto Andrew.

—Al mejor auto hotel de la ciudad— Ordene mirando claramente a la desconocida.

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