Es mi hija.

Emir

Por primera vez en mucho tiempo, sentí una sonrisa sincera formarse en mi rostro. Mis pies, aunque tambaleantes, respondían. Las piernas aún flaqueaban, pero el simple hecho de estar de pie era una victoria inmensa. No pude evitar reír mientras Alexander me aplaudía, su voz resonando llena de orgullo.

—¡Lo estas logrando!

—Muy bien, señor Emir. Un paso más, míreme, sin miedo —me animaba el especialista desde un costado.

Levanté la cabeza y di unos pasos más, sintiendo cómo el temor a caer poco a poco se desvanecía. Esta vez tenía fe, una verdadera esperanza de que volvería a caminar como antes. Después de la terapia, el doctor fue claro. Me explicó que necesitaría usar un bastón por un tiempo, mis piernas aún estaban demasiado débiles. El médico me habló sobre los ejercicios que debía hacer en agua con hielo, las vitaminas que debía tomar y la importancia de seguir las instrucciones al pie de la letra si quería recuperarme completamente.

Alexander y yo salimos del hospital, con l
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