Estaba harto. Ya no sabía qué más hacer, pensé que para este punto ya podría caminar por mí mismo. Pero no, la m*****a desesperación me consumía. Sentía mis piernas, pero no me respondían. ¿Cómo se supone que viva así?El médico me dijo que era psicológico, que esa era la razón por la que no podía levantarme. —Estás ansioso— Mencionó, soltando un respiro—Eso te está bloqueando la mente.Claro, como si fuera tan fácil. No podía con esas palabras vacías, no me calmaban en lo absoluto.—Emir— me interrumpió Alexander, siempre tan sereno, —debes concentrarte, centrarte en la recuperación. Sé que sientes muchas cosas, pero esto no es permanente. Es solo un obstáculo.—No entiendo en qué estoy fallando, Alexander. Ya no sé qué hacer —respondí, frustrado, golpeando el reposabrazos de la silla de ruedas.Alexander suspiró. —Lamentablemente, las pastillas que te daba tu hermana te afectaron los tejidos nerviosos más de lo que creíamos.—¡Maldita perra! —grité, incapaz de contener la furia que
EizaNo sabía qué más sentir. Estar al lado de Emir de nuevo me llenaba de una emoción que no podía controlar. Lo abrazaba y besaba sin parar, y él me correspondía, pero noté algo extraño en él... nerviosismo, vergüenza y sobre todo, miedo. Jamás lo había visto de esta manera, tan cambiando.Alexander nos había dejado solos para que pudiéramos hablar en privado, estábamos en la habitación en la que él se quedaba en la planta baja de esta inmensa mansión. Me senté a su lado y su incomodidad era evidente.—Lamento mucho lo que te ha pasado, Emir. Yo no sabía… pensé lo peor —dije con la voz temblorosa.—Mi hermana se aseguró de que ambos pensáramos lo peor —respondió él—. Pero tranquila, Eiza, yo también te extrañé. No tienes idea… este año sin ti ha sido insoportable. No dejaba de pensar en ti, en nosotros. Soñaba contigo, sentía que estabas cerca. Lamento tanto que hayas pasado el embarazo sola —su voz se quebró—. ¿Cómo está nuestra hija?—Es hermosa. Se parece mucho a ti —le respondí,
Emir Trataba desesperadamente de lograr caminar, pero sabía que tenía que ser paciente. Cada paso que daba parecía un reto imposible. —Ánimo, señor, usted puede—exclamó el terapeuta, con una sonrisa alentadora. Asentí, intentando absorber sus palabras de ánimo mientras continuaba mi terapia. Las máquinas que sostenían mi cuerpo me ayudaban a moverme, pero mis piernas dolían con cada paso. El terapeuta me había dicho que el dolor era una buena señal, que significaba que mis músculos estaban respondiendo. Sin embargo, el verdadero obstáculo estaba en mi mente, en ese miedo constante de no ser suficiente, de no poder volver a ser el hombre que fui.Solté un suspiro, apretando los puños. —Esta vez lo lograré— declare para mi mismo. Volví a intentarlo, cada paso acompañado por ese dolor tan familiar, pero esta vez no me rendí. —Muy bien, muy bien, eso es lo que me gusta ver— dijo el terapeuta, con esa energía que siempre parecía inagotable. Luego, vi cómo hizo una señal a Eiza, quien e
Eiza.Finalmente había pasado lo peor. Emir ya podía caminar con bastón, gracias a Dios, se podía mantenía de pie, al menos por unos 15 minutos. El proceso había sido duro, pero poco a poco estaba logrando volver a caminar, aunque aún necesitaba mucha terapia. Decidimos quedarnos quince días más en París, y tuve la suerte de que Savanna fuera muy comprensiva, dándome la oportunidad de quedarme. No negaré que extrañaba demasiado a mis hijos, especialmente a mi pequeña, pero estaban en buenas manos junto a su abuela Esmeralda, Carmela y su tía Laurien. Saber eso me daba tranquilidad.Mientras preparábamos nuestras maletas para regresar a Italia, pude notar a Emir nervioso ante el viaje. Sabía que le pesaba la vergüenza de que lo vieran en su estado, pero no era su culpa. Lo alenté, le recordé que no debía sentirse avergonzado, que no era ni la primera ni la última persona en pasar por algo así. Sabíamos que los paparazzi y la prensa estarían atentos a cualquier movimiento nuestro, y que
Kadir.¿Cómo fue que terminé aquí, ahogado en deudas que parecían multiplicarse como malditas ratas? Ni mis padres querían ayudarme ya. Ellos, tan ricos, me habían cerrado la puerta en la cara. Peor cuando Camila, me había dejado. Se fue, la muy tonta. Obvio, me dejó porque no quiero responsabilidades, y menos un hijo. Ella pensaba que con eso me iba a retener. Eso jamás sucedería, igual que Eiza no me retuvo, ninguna mujer me podrá retener con un mocoso. Hablando de Eiza... la veo en las revistas, tan famosa, como si fuera alguien importante ahora. ¡Maldita! ¿Dónde se habrá metido? Pero no importa. Algún día la encontraré y tendrá que ayudarme a salir de esta mierda, lo quiera o no. Si no lo hace, esos mafiosos no solo me harán daño a mí, si no a mi madre y también pueden involucrar al bastardo de mi hijo. Aun que eso no me importa, pero puedo dejar que la involucren a mi madre.Me siento aburrido, cansado, y la ira me consume. Salgo de mi habitación y veo a mi madre hablando con mi
ErínComo los odio. A todos. No puedo creer que ese maldito de Emir estuvo rehabilitación en París. ¿Cómo llegó hasta allí? Maldito sea. Y esa estúpida de Eiza… No lo puedo soportar. Empecé a tirar todo lo que tenía a mi alcance. No sabía qué hacer. Quería destruir todo a mi paso. ¿Cómo era posible, yo que pensaba que iba a quedarse postrado en una cama toda su vida y ahora esté aquí, en Italia, y con esa desgraciada? ¡No lo soporto!Haré lo imposible para destruirlos. No voy a entregarle la empresa a Emir. Sé que esto no está bien. Tengo miedo… miedo de perderlo todo. Y, sobre todo, miedo de que ése hombre venga a este país para hacernos daño, principalmente a mi esposo y a mi hija. No puedo permitirlo.Y para colmo, ese estúpido de Nicolás al meterse con esa mujer provocó todo ¿cómo es que se metió con un narcotraficante para trabajad? ¡Es su culpa que estemos así! Por otro lado Savanna Smith … ¿Qué le costaba asociarse a mi? No, tenía que ir en contra de mí, la estúpida, por culpa
EmirEstaba en el jardín con mi hija y el hijo de Eiza disfrutando de un refresco bajo el cálido sol. Eiza se encontraba en el trabajo, pero yo me sentía acompañado. Mi madre, don Pablo y la señora Carmela estaban ahí también, y por primera vez en años, sentí la calidez de una familia. Era un momento que jamás imaginé vivir, estar con mi madre, con el amor de mi vida y con mi hija, y Eliazar. Sin embargo, en mi corazón seguía habiendo un pequeño vacío.Pensaba en Erin. Nunca creí que pudiera ser tan cruel. Quizás, en otro tiempo, estaríamos aquí juntos, riendo y hablando. Pero desde pequeños, nunca logramos entendernos. Siempre fue diferente, distante, hasta recuerdo cuando me empujó de aquel punto en la Hacienda de mis abuelos. En ese instante, Andrew apareció. Se acercó con un montón de papeles en mano.—Cuida de los niños—le pedí a mi madre, mientras ella y la señora Carmela los llevaban adentro. Andrew y yo nos dirigimos a la oficina de Eiza para revisar los documentos.Al comenza
Emir Los pasos que daba ahora eran firmes, sólidos. Por fin, podía caminar sin el bastón, y eso era un avance monumental para mí. Cada día me sentía más fuerte, y lo mejor de todo es que Eiza estaba a mi lado para ver cada detalle. Estaba más que feliz, a este ritmo, pronto podré casarme con la mujer que amo.—Ahora nada te detendrá, tus músculos están cada día más fuerte.—Expreso besándome.—Te has dado cuenta, ¿verdad? —le dije, acercándome con una sonrisa—. Mis piernas tienen más fuerza, hasta podría levantarte mientras te hago el amor.Soltó una carcajada, sorprendida por mis palabras, y miró a su alrededor con una mezcla de diversión y vergüenza.—¡Emir! Nos pueden escuchar… Eres un bárbaro. —Me golpeó el brazo suavemente. —Ay, cariño, está bien, no diré nada. Me alegra verte así.Sonreímos y continuamos en la cita médica. El doctor me felicitó por mis progresos, ya no necesitaría mucha más terapia, solo debía seguir cuidándome y hacer mis ejercicios regularmente. El tratamient