Mi contraparte peluda no está feliz, ¡pero vamos, no estoy feliz tampoco! Ella tiene tan mala opinión sobre sí misma, carga tanta oscuridad que lo mejor es no presionarla. Pero la necesidad de tenerla es abrumadora y ella es diminuta, realmente diminuta. Y siendo así, debería sentir que mantenerla a salvo será sencillo, pero al mismo tiempo siento que es tan frágil que me la pueden quitar en nada de tiempo. Y prueba de ello es verla así, magullada.
Dejarla en esa pensión fue difícil, así que hablé con Guillermo y renté el apartamento de al lado. Los demás inquilinos pasaban a mi lado sin siquiera mirarme, tal y como debía ser. Aunque los humanos no sepan sobre mí, mi energía les hace sentirse atemorizados o al menos cautos.
Vivir entre humanos resultaba tedioso, porque no podían realmente estar cerca de mí, así que estoy bastante solo y siendo parte lobo, quien disfrutaba de vivir en manada, pues es algo complejo de manejar. Mi jefe, quien me asigna peleas, me vio en la calle una vez y me preguntó si había considerado dedicarme a la lucha.
Fui honesto, le dije que no. Empezó a hablar de dinero y seguí sin sentirme atraído, hasta que mencionó la fama, lo que traería de mano a cientos o miles de mujeres que irían a verme y supe que algo así, elevaría mis probabilidades de encontrarla. Ese mismo día firmamos un contrato.
Y pensar que la ciudad donde compré una casa por ubicarse cerca de la manada fue donde la encontré, aquello fue difícil de asimilar. Ver cuántas dificultades había pasado a lo largo de su vida, eso me cabreaba.
La escuchaba respirar, dar cortas respiraciones para poder lidiar con el dolor. Compañera obstinada, eso era. Pero ella no tenía idea sobre mí, mi naturaleza y mi mundo, por eso sabía que necesitaba ser cauto. Ella ignoraba que sobre sus hombros recaía el peso de la salvación de mi gente. Marcarla, unirme a ella eso salvaría a mi gente, pero Anna tenía que estar de acuerdo.
Usé las llaves que me entregó Guillermo y entré a verla. Estaba durmiendo un sueño intranquilo y quise matar, pero no tenía idea de quién era el responsable. Me senté junto a ella y le sujeté la mano. Aparentemente soñaba con su mamá y me sentí triste por ella.
Pasé la noche colocándole paños fríos y cerca de las dos de la mañana, la fiebre empezó a remitir. Sabía que hacer lo que iba a hacer sin su permiso, era incorrecto, pero no la dejaría tener dolor, no más. Así que la besé, ella se encontraba respondiendo a mis besos, su cuerpo se movía como si estuviese excitada y aunque esperé esa respuesta, no imaginé que sería tan fuerte.
—Déjame morderte.
—Sí, Xander…
No sabía si era realmente consciente, pero tenía su permiso. Mis dientes encontraron el espacio en su clavícula y con delicadeza los enterré. Su orgasmo llegó de forma arrasadora, mi saliva, esa la sanaría en cuestión de horas. Sabiéndola mejor me fui a mi apartamento a bañarme, tranquilo de que si algo pasaba podría escucharla. En sus ojos había sombras, temores arraigados y Guillermo, él los conocía. Este llamó a la puerta cerca de las cinco de la mañana, traía café para mí tal cual le pedí. Nos sentamos a charlar y me contó lo que sabía.
—Se lo dije, Lobo. Ese cura era un charlatán, pero ella está segura de que él vio algo en ella y que por eso murió. Me mostró el periódico y aunque ella me asegura que el hombre no usaba máscara, su rostro era aterrador y a mí no muchas cosas me asustan. Sé que eres un cambiante, tu tamaño, tu fuerza…
—Hombre listo.
—Hace años conocí a tu papá, tienen la misma marca. Ese mismo aire de poder y quise decirte que lamenté su muerte.
—¿Cómo supiste que murió?
—Dejó de venir a verme. Muchos años antes de que nacieras, cuando era yo un joven de no más de quince años, fui con papá a tu pueblo, al parecer mis antepasados eran cercanos a tu familia, ellos tenían grandes almacenes y surtían a tu manada, pero con la muerte de tu abuelo, papá cerró la tienda y me llevó lejos, a esta ciudad para ser exactos.
—¿Por qué?
—Había algo mal con los lobos, entendió que uno de ellos mató a tu abuelo y se lo dijo a tu padre. Por miedo a que me asesinaran por descubrirlos nos marchamos de allá. Entonces un día, tu papá nos encontró y nos visitaba una vez al año y cuando no volvió, lo supe.
—Desde que él no está, nuestro pueblo está maldito, los lobos no controlan el cambio.
—Solo nacen hombres. Ya ese problema venía desde aquellos años, tu hermana fue la última hembra.
—Sí, y como para encontrar a sus compañeras deben salir y relacionarse con humanas, no lo hacen. Quedan mujeres, sí, pero no nacen mujeres.
—Pues asumo entonces que esa chiquilla que duerme un sueño intranquilo es tu Luna.
—Lo es, pero no quiero que se asuste. No es solo lo de mi pueblo y me siento mal de usarla. Es que algo en mí se agita y no puedo evitar querer marcarla. Me quedaré aquí hasta que despierte y me iré a encargarme de algunos asuntos. Regresaré en la noche, cuídala por favor.
—Así lo haré.
Cuando regresé a revisarla horas más tarde me di cuenta de que no estaba en la habitación. Y casi me volví loco, ella era mi todo. Puede parecer extraño, pero en nuestro mundo las cosas son así, en solo segundos puede reconocerla como mi Luna, mi mate… la madre de mis hijos. Ella es mi todo, mi otra mitad.
Me preocupa que trate de escapar, aún está herida. ¿Lo peor? Soy el único lobo en esta pensión, no tengo guardias que puedan detectar si escapa debido a su aroma. Sigo su rastro y llega a la cocina, después desaparece. Guillermo me mira con miedo y mi lado humano, ese que ahora está en segundo plano debido a que mi lobo está dominando —o tratando al menos— ese no puede hacer nada contra el enojo de la bestia.
—¿Cómo?
—Entré al baño, es el único momento en que la dejé sin vigilancia.
Pero varias horas pasan y ella no aparece, ¿se iría a otra parte? Ni siquiera sé nada sobre su vida, ni siquiera sé si tiene un techo seguro para protegerse pues ahora invado la que es su casa. Recuerdo entonces las palabras de Guillermo, la historia de la iglesia y siento más impotencia y frustración, mi pequeña compañera solo tiene esta pensión, este lugar es donde finalmente tenía algo y se lo quité, impuse mi presencia y la dejé sin casa.
Salgo, camino, la busco sin éxito. La lluvia, inclemente, se lleva el rastro, lava su esencia de las calles y sé que ahora estoy total y completamente fregado. No me gusta sentirme así, ni mi poder ni mi fuerza me sirven en este momento.
De pronto entra una llamada por cobrar a la pensión, ella avisa al dueño que se va lejos. Mi lobo aúlla, su compañera está perdida y no parece que pueda hacer nada para traerla. ¿Tanto miedo le doy?
—Dime a dónde vas, chiquilla. —dice mirando en mi dirección, hombre listo—
—Aún no lo sé. Necesito alejarme o acabaré volviéndome loca.
—No tienes dinero. Vuelve aquí y te ayudaré. Es mejor que estés en un lugar seguro, recuerda que como Lobo te hizo su protegida, nadie con medio gramo de inteligencia va a venir a molestarte.
—Le temo a los sujetos que me atacaron… quieren llegar a Lobo, no sé por qué me atacaron, pero temo llevarle esos problemas. No se ven buenas personas, por venir a salvarme va a acabar herido. Él es bueno, vea lo que hizo por su pensión, cómo me cuidó anoche...
Y ahí supe que estaba total y completamente enamorado de ella. No huía porque no me quería cerca, lo hacía para protegerme. Una cosita diminuta como ella y trataba de cuidarme, eso era lo que hace un compañero y me gusta que su instinto la lleva a querer encargarse de mí.
—Chiquilla, a Lobo no debes protegerlo. ¿Has visto al hombre, por Dios?
—Debo irme. Debo alejarme.
—Él te va a proteger. Quienes te atacaron son gente peligrosa cariño y sola no sobrevivirás. Lobo está aquí y va a ir por ti, solo dinos dónde estás.
—De acuerdo, estoy… ¡Dios ellos están aquí!
—Chiquilla…
—Los borrachos del bar, esos me están siguiendo…
— ¿Dónde estás?
—En una cabina telefónica cerca de la estación del bus que está a ocho cuadras de la pensión…
Cuando terminó de decirlo me fui, no hice cambio a lobo porque en la ciudad eso sería suicidio. Pero corrí tan a prisa que estuve ahí en siete minutos. Mi Luna estaba luchando por mantener cerrada la cabina. Los sujetos al verme empezaron a huir. Ya me encargaría de ellos.
—Anna…
—No sé ni tu nombre… ¿Por qué me usarían para llegar a ti?
—Hay mucho que explicar. Mi nombre es Alexander.
—No entiendo nada.
— ¿Eres de mente abierta? ¿Crees en criaturas distintas a los humanos?
—¿Cómo lobos y vampiros?
—Sí.
—Sí, mi mamá ella siempre dijo que ella era distinta. Había huido de Rusia con sus padres cuando era niña. Se refería a mis abuelos como Clan, de niña no entendía nada.
— ¿Te dijo el nombre de su Clan?
—No sé hablar ruso así que ignoro si lo pronuncio bien, creo recordar que se llamaba Krasnodar.
—Dios… por eso somos compatibles.
—No entiendo.
—Vamos a casa. Mi familia pertenece a un clan también, mis hermanos y yo somos los últimos que quedan y tú, eres la última de los Krasnodar. Una princesa entre los nuestros.
— ¿Una princesa? Seguro estás equivocado.
—No lo estoy. ¿Recuerdas el mordisco?
—Sí.
—Por eso estás mejor, has sanado por completo.
Salimos del lugar y de pronto se puso pálida, se detuvo y señaló hacia delante. Un hombre le apuntaba a ella y sin pensarlo me puse en frente. La bala, esa me dio en el pecho —lo que significaba, debido al tamaño de mi mate, que el disparo iba a su cabeza— mi lobo se asomó y el hombre le vio, se alejó corriendo y estaba bien, aquel disparo dolía como la m****a y no me sentía capaz de enfrentarme a él.
Empecé a perder el conocimiento por segundos, ella seguía llorando.
—Anna, saca de mi bolsillo mi celular. Llamarás a Guillermo, él vendrá por nosotros.
—Debemos ir al hospital.
—Mi lobo sanará en casa, mi médico nos ayudará. Cerraré un poco los ojos, solo un momento…
Sus llantos desgarradores me partían el alma, esperaba que la ayuda llegara pronto. La siguiente vez que abrí los ojos, mi médico me miraba con calma. Era el único que sabía sobre mí, era un aliado importante.
— ¿Anna? —Dije gimiendo mientras me trataba de sentar lo que fue una pésima, pésima idea—
—Está dormida y Guillermo la acompaña. Revisé sus heridas y le di un pequeño sedante. Estaba tan asustada que me costó mucho lograr tranquilizarla. Me marcho a casa, recuerda comer bien, esa bala tenía plata y mercurio. Fuiste afortunado, ese mercurio estaba modificado de cierta forma, parecía estar vivo, lo he notado al mirarlo en el microscopio, era como ver diminutas hormigas avanzando. Como no pegó con hueso la bala no se fragmentó, y el mercurio no se expandió por todo el cuerpo. En resumidas cuentas…
—Soy un bastardo con suerte. Pero quien lo hizo no vivirá más tiempo. Dices que no se fragmentó, pero siento como bichos en todo el cuerpo.
—Sí, algo estaba por fuera de la bala, pero no son cantidades significativas. Come bien, bebe bastante agua y descansa.
Me fui a dar una ducha y regresé con Anna. Aún me dolía el pecho, pero no era nada que no pudiese manejar. Mi mate abrió los ojos y me miró asustada, se levantó un poco temblorosa y tocó mi pecho. Mi lobo ronroneaba con satisfacción.
Guillermo se levantó y estaba dispuesto a irse.
—Estás bajo mi protección ahora. Quédate aquí en casa.
—Te lo agradezco, pero la pensión es mi vida.
—Estaré aquí, Guillermo. Si me necesitas búscame.
Anna se mantenía entre mis brazos, llorando sin poder controlarse.
—Había tanta sangre… pensé que de nuevo alguien se iba a morir por mi culpa. Atraigo la muerte…
—Lamento que vieras eso.
—La bala era para mí, tú no debiste atravesarte.
—Es mi deber cuidarte, Anna y el responsable pagará. Mi lobo está furioso, pero nunca te dañaría.
—No te tengo miedo, de alguna forma se siente correcto.
—Somos mates Anna, estamos destinados a estar juntos.
—Nada de esto tiene sentido, y no sé por qué me afecta tanto el que hayas sido herido por mi culpa.
Anna lloraba entre mis brazos, sentía sus estremecimientos y supe que los responsables recibirían un castigo sangriento y largo, muy largo.
—Tranquila, cariño —traté de consolarla—. Sé que esto es muy difícil para ti, pero poco a poco todo cobrará sentido.
Empecé a besarla y ella respondió con intensidad.
—Temo lastimarte Anna, soy muy grande.
—Lo he pensado —dijo sonrojándose— no sé cómo funcionaría. Pienso que la naturaleza es sabia sin embargo…
—Vamos a ir poco a poco. Por ahora solo te necesito entre mis brazos, solo eso.
—Te deseo, Xander. Me asusta la fuerza de mis emociones…
—Vamos a tratar algo entonces.
La acosté en la cama y la besé, con delicadeza y cuidado introduje mi mano entre sus piernas. Sentí la barrera, y con cuidado empecé a jugar con ella.
—Vamos a quitar esto Anna, porque cuando entre en ti, no quiero dolor. ¿Confías en mí?
—Lo hago.
Me coloqué a los pies de la cama atrayéndola hacia mí. Mi lengua hacía movimientos rítmicos mientras mis dedos derribaban la barrera que me hacía ser su primer hombre. Sentí su dolor, pero el placer, ese la ayudó y entre sus muslos sentí su liberación y cediendo a la Bestia, la mordí.
Pensé que se quejaría, que se asustaría, pero sus manos sostenían mi cabeza, me atraía más a su centro, retorciéndose ante mi reclamo.
—Muérdeme de nuevo, más fuerte…
—Anna…
—Por favor…
Anna cayó dormida, la liberación, mi saliva, todo había sido demasiado y dormía, increíblemente saciada y mi lobo, ese ronroneaba feliz.
Estaba descansando cuando sentí sus manos, esta me tocaba y no supe si moverme. Entendía que ella aún se acostumbraba a mí, así que me mantuve quieto, dejándola explorar. ¡Y vaya que lo estaba disfrutando!
En dos segundos estaba totalmente listo para ella, la escuché conteniendo el aliento.
—Sé que estás despierto.
—Anna. Por Dios, deja eso que no sabes cuán difícil me resulta controlarme.
—Quiero tocarte, eres inmenso Xander.
—Y muero por hacerte mía, pero te lastimaré.
Se inclinó sobre mí y empezó a probarme, esta mujer iba a volverme loco.
—Pequeña…
—Xander…
Su boca… esa estaba haciendo magia, era sencillamente perfecta y era mía. Su cabeza bajaba con rítmicos movimientos y antes de poder siquiera procesarlo, exploté en mil pedazos y ella, nunca dejó de succionar.
Cayó a mi lado sonriendo pícara y acurrucada entre mis brazos, cerró los ojos.
¡HIJA DE PUTA! Mi mujer había tragado cada gota sin siquiera protestar.
Gracias por leer Protegida por el Alfa 🐺🌚🐺
Les recuerdo que pueden seguirme en: 👇
F******k: Cassandra Hart
I*******m casshart2021
Un abrazo grande y nos vemos en el siguiente capítulo❗
Narrador omniscienteCuando despertó a la mañana siguiente supo que su vida, que esa había cambiado por completo. La experiencia de la noche anterior, los orgasmos… los mordiscos… demonios… ese hombre la había hecho ver las estrellas.Estaba viva por primera vez en su vida y aunque amarlo significaba abrirse a él y mostrarle lo que ella era de verdad, no tenía miedo pues sentía que Xander era igual de vulnerable y que ella, incluso, podría herirlo más de lo que él lo haría con ella. Sentirse tan responsable de alguien era realmente aterrador, pero al mismo tiempo, esa carga aliviaba el vacío que tenía en su vida y en su corazón.Eran compañeros, eso quería decir que él no se iría, no la abandonaría. ¿Pero realmente podría creerlo? Había tenido experiencias muy feas durante su adolescencia. En dos ocasiones trataron de abusar de ella, bueno, es que viviendo en la calle era común, pero en ambas situaciones, los sujetos cayeron muertos a su lado.LITERAL, COMPLETA Y ABSOLUTAMENTE MUERTOS.
Narrador OmniscienteMientras desayunaba sola en casa de Xander, pues este estaba manejando algunos asuntos, Anna pensaba en todo. Antes de la llegada de Xander a su vida, Anna jamás pensó que uno de los más grandes mitos literarios se haría realidad ante sus ojos. Esas criaturas de las películas, las que la aterrorizaron de niña eran reales. Existían, la acechaban, uno de ellos quería mantenerla a salvo, otros matarla.Para sobrevivir debía adaptarse a su mundo, aprender de sus costumbres y confiar en aquel que quería tenerla a su lado por toda la eternidad. Alexander le gustaba, a su lado se sentía segura y el sexo era impresionante, sino de prueba tenía ese dolor agradable en la entrepierna.Mismo que en aquel momento generaba calor y ansiedad, lo necesitaba con ella, pero sabía que estaba ocupado.Conforme avanzaban las primeras horas de la tarde, aquello no se sentía agradable, así que en la cama, retorciéndose de dolor, empezó a llorar mientras lo llamaba por teléfono.—Anna.—Ay
Narrador OmniscienteAlgunas horas después, Anna estaba tomando un baño. De alguna manera, cuando su cuerpo entró en contacto con el agua y gimió con el placer del deleite, pudo percibir los gruñidos inconformes de sus tres compañeros.¿Qué tanto estarían conectados sus lobos sin haberse vinculado? —pensaba juguetona—Lo supo cuando comenzó a enjabonarse los hombros y descendió a sus senos. Inmediatamente, la puerta del baño se abrió, causando que gritara aterrorizada.—Lo siento, cariño, pero si no quieres que en esa tina haya 4 en lugar de 1, deja los jueguitos. Tu loba transmite en directo tus sensaciones y pensamientos.—Quería probar, ya sabes Alexander, ese vínculo. Lo sentí con tus hermanos, pero no sabía si era tan fuerte. Es decir, que si mi mano bajara por mi estómago y más allá del ombligo...—Sí, los tres estaríamos locos por tenerte…— ¿Podrían controlarse como hasta ahora?—No.— ¿Y si yo no quiero que se controlen? Los deseo, a los tres. ¿Qué sucede si lo hacemos juntos,
Narrador omniscienteAl despertar se sintió distinta. Sin moverse de la cama, supo dónde estaban sus compañeros.—IncreíbleDe pronto vino el dolor. Sentía como si fuese un cascarón que empezaba a quebrarse.—Ayuda…Ya sus hombres estaban ahí, le quitaban la ropa para que el cambio fuera sencillo.—Si luchas, dolerá. Esto pasa en cachorros y es más sencillo. Respira, bonita, pasará pronto.— ¿Cómo regreso de nuevo?—Cuando quieras cambiar, tu loba lo sabrá. Confía en ella y déjala salir, porque si la retienes, ella también sufre.—Va a querer salirse a la calle…—No, nos transformaremos también, nuestros lobos evitarán que se vaya. Tenemos detrás de la casa cuatro hectáreas de terreno para que la dejes correr.Al cambiar fue como un pop, similar al sonido de una gaseosa al abrirse. Sus hombres le pusieron un espejo delante. Era totalmente blanca y sus ojos eran amarillos; sus hombres cambiaron y resultó ser de un tamaño similar a ellos, aunque un poco más pequeña.Corrieron, juguetearo
Narrador omniscienteDespués de que Anna abriera el refugio, entró a buscar sus cosas. Mirar las fotos de su mamá, los dibujos, todo aquello fue muy duro.—Tranquila, mi niña.—La extraño.—Lo sé y ella, estoy seguro, te cuida desde algún sitio. Lo importante es que tienes todas estas cosas. Las llevaremos a casa y podrás descansar.Anna descansaba en una postura que dejaba claro que se sentía bien, a pesar de las descargas emocionales a las que se había sometido. Y sus compañeros guardaron sus cosas; sabían que ella no estaba lista aún para ver todo aquello. Un miembro de la manada llegó por la nueva loba; era necesario que otros la cuidaran durante las siguientes treinta y seis horas y ellos tres ya tenían demasiado entre manos con Anna.Alec, que estaba en la cocina, sonrió al mirarla bajar a comer.—Hola, cariño.—¿Y Mary?—Vinieron por ella de la manada, ¿quieres comer?—Muero de hambre. ¿Podrías, por favor, guardarme las cosas que trajimos? Sé que es importante para la manada que
Narrador omniscienteAnna intentaba nunca mirar atrás, las cosas que ya habían pasado no tenían forma de cambiarse, la sensación de ira, arrepentimiento o incluso miedo ya no tenían cabida en su corazón. Su realidad —una bastante desagradable, por cierto— era que su padre no la quería. No recordaba a su mamá y su papá le decía que la había abandonado cuando era una bebé.A su padre no le importaba qué hacía durante el día, mientras no le estorbara estaba bien porque si se atrevía a ser una molestia, la golpeaba. Aquella tarde en especial se sentía nerviosa. Había visto ese todoterreno varias veces y, cuando lo hacía, una marca de nacimiento empezaba a picar.Se decía que los dueños eran tres hermanos, cada uno más guapo que el otro, quienes ocasionalmente bajaban al pueblo y aquel era uno de esos días. Mientras caminaba por allí, se dio cuenta de que su padre tenía razón al llamarla torpe, pues por ir pensando en cómo solucionar su vida se estrelló con una inmensa pared de músculos. Su
Narrador omniscienteAlexander se alejó de Alec y recogió a su mujer del suelo, retando a sus hermanos a seguirlo y ninguno lo hizo. Caminó con ella hasta sentarla dentro de su auto.—Tranquila.—Quiero recordar, pero me duele.—Encontraremos la respuesta a todo, no te preocupes. No quiero enviarte con tu padre, así que te llevaré a una cabaña cerca de aquí. Pertenece a mi familia y nadie salvo nosotros tres entra ahí.—Las autoridades vendrán por mí, aún no cumplo 21 años.—Tienes casi 22 años. Si alguien trata de sacarte de ahí, morirá y esa es mi promesa. Eres nuestra mujer, nuestra compañera y te engañaron para alejarte de nosotros. Pero no sucederá de nuevo.Alec estaba lejos de sus hermanos, tratando de lidiar con las cosas que vio en la mente de su mujer, ella no recordaba, pero todo estaba ahí. Pudo ver a la niña pequeña llorar la muerte de su madre, los recuerdos de ellos y lo que la había llevado a olvidarlos, y lloró, por su compañera, por lo que le quitaron. También se vio
Narrador omniscienteMirándola dormir tranquila, Luca supo que la mordida había funcionado. Eso lo dejaba tranquilo, pero sentir el sabor de su sangre fue difícil; no pudo evitar que su bestia tomara el control. Había pensado, como los demás, que Ágata estaba muerta, pero estaba ahí, solo que se mantenía inmóvil. No sabía si era por debilidad o porque los culpaba por no proteger a Anna.Convocó entonces a Alec y a Xander, quienes llegaron poco después.—La mordida funcionó.—Sí, estaba tan mal, aterrada de que encendiera la luz. Pero le he dicho que le diríamos lo que pasó, y Alec, tú lo viste todo. Sin embargo, la loba está ahí, atrofiada, diría yo, por decirlo de algún modo.—¿Atrofiada?—No funcional… no lo sé. Piensa en una gata, enroscada sobre una alfombra, dormitando. Ella está así, miró a mi lobo, pero simplemente suspiró y siguió descansando. La sentí vibrar con mi presencia, así que me reconoció.—Hablaré con ella si Anna me lo permite.Anna salió un par de horas después, vié