Capítulo 3

                                                            Narrador omnisciente

Cuando despertó a la mañana siguiente supo que su vida, que esa había cambiado por completo. La experiencia de la noche anterior, los orgasmos… los mordiscos… demonios… ese hombre la había hecho ver las estrellas.

Estaba viva por primera vez en su vida y aunque amarlo significaba abrirse a él y mostrarle lo que ella era de verdad, no tenía miedo pues sentía que Xander era igual de vulnerable y que ella, incluso, podría herirlo más de lo que él lo haría con ella. Sentirse tan responsable de alguien era realmente aterrador, pero al mismo tiempo, esa carga aliviaba el vacío que tenía en su vida y en su corazón.

Eran compañeros, eso quería decir que él no se iría, no la abandonaría. ¿Pero realmente podría creerlo? Había tenido experiencias muy feas durante su adolescencia. En dos ocasiones trataron de abusar de ella, bueno, es que viviendo en la calle era común, pero en ambas situaciones, los sujetos cayeron muertos a su lado.

LITERAL, COMPLETA Y ABSOLUTAMENTE MUERTOS.

Por eso pensar en una relación física con alguien le generaba terror. Ahora con su compañero, las cosas parecían ir mejor. Sin embargo, se sentía incómoda. Por años había pensado que su madre estaba medio chiflada, ahora este hombre por el que estaba tan atraída le decía cosas que confirmaban las de su madre. Irse no era siquiera una opción, pero no era sencillo pensar que su mamá era más que una creadora de historias fantásticas. Y esto llenaba aún de más preguntas lo relacionado con su muerte.

—Anna, estás agitada y parece que quieres encontrar una salida. Y sé cómo retenerte.

Xander estaba desvistiéndose, lo habían hecho durante la madrugada, un par de días después de la primera vez.

—Me has dicho que estamos en el calor del apareamiento.

—Correcto, por eso no nos cansamos el uno del otro.

—Pero sigues sin entrar en mí.

—Me aterra herirte.

—Me sentaré sobre ti y entrarás poco a poco. Te necesito… pero me asusta embarazarme.

—No estás en tus días fértiles.

—¿Puedes olerme o algo así?

—No cariño, sí, el calor del apareamiento nos hace máquinas de sexo, pero si estuvieses en tus días fértiles, ya habría entrado en ti, no tendría control.

—¿Y cada vez que esté en mis días fértiles serás así…?

—Cuando nos acoplemos, cariño, mi bestia estará bajo control. Para ello debo venirme dentro de ti y morderte. Pero hay cosas que no sabes aún, cosas que cambiarán nuestra dinámica. Por ahora, solo jugaremos.

Anna introdujo el miembro de Xander, era grande y grueso y no tomó más que una parte. Sus movimientos de caderas, sus senos moviéndose mientras ella se daba placer, su mujer era perfecta.

Unas horas después, mientras cenaban, le comentó sus inquietudes. Ella le dejó saber lo que pasaba.

—No voy a irme, pero me siento asfixiada, necesito aire…

—Estás teniendo un ataque de pánico, ven Anna, déjame abrazarte.

Ir a sus brazos fue como cuando su mamá le había ordenado que entrara al refugio. No pudo resistirse.

— ¿Qué me haces?

— ¿Qué te hago?

—Para que vaya contigo, digo.

Le dijo poco antes de estar entre sus brazos y acabar sentada en su regazo. Él la confortaba y hacía que su corazón latiera con calma.

—Se llama compulsión, eso te ayuda a hacerme caso y es útil en casos como este, donde tu pánico toma el control. Sé que todo en tu vida está ahora mal, de cabeza, pero si te quedas conmigo entenderás todo.

—Sufro ataques de pánico todo el tiempo.

Anna se quedó callada pensando en todo, él se daba cuenta y esa especie de sincronía la asustaba.

—Anna, desde aquí escucho los engranajes de tu cerebro.

—Pienso en mamá, en lo que me dijo sobre cosas de Mates. He leído suficiente para medio entender a qué se refiere la palabra.

—Y si te dijera que soy tu Mate. ¿Qué pensarías?

—Lo dijiste antes, lo recuerdo, eso significa que serías entonces una especie de cambiante… hombre lobo quizás…

—No entiendo cómo sabes de esto. Hemos hablado, pero no sabía qué tanto entendías.

—Los libros, en las novelas de fantasía siempre hablan de lobos y vampiros. De que un Alfa tiene a su Luna y que deben ser mates.

—Correcto.

—Sé que mamá era diferente, que soy diferente. Cuando mamá murió… yo estaba oculta como cobarde.

—Anna, se ve que la amabas. Si hubiese estado en tus manos hubieses luchado con ella. ¿Qué edad tenías?

—8 años, mamá me contaba historias, cuentos de hadas. Me aseguró que un día encontraría a mi mate. Cuando llegaron a casa me hizo meterme a un escondite secreto de donde no podrían escucharme. Ella usó compulsión conmigo, fue imposible negarme a obedecer, pero no sé porque pude oír todo.

—Tu audición es mejor que la de los humanos normales y si eres la princesa, pues aún más.

—Cuando murió sentí tristeza, pero era como si alguien más dentro de mí, lloraba conmigo.

—Esa cariño, fue tu loba. Ella las sintió, a tu mamá y a su loba morir.

—Papá me odiaba, me dijo que no era de su sangre y cuando cumplí catorce me botó a la calle.

—¿Vives en la calle desde los catorce? Dios bendito… ¿qué edad tienes? Es extraño que no sé siquiera eso.

—Estoy a tres días de cumplir 21.

Durante bastante tiempo le contó lo que había vivido y Alexander sintió que su lobo rabiaba. ¿Cómo pudo tirarla a la calle siendo tan solo una niña?

—Maldito idiota. Si ya sabes que somos mates, quédate conmigo. Tendrás tu propia habitación y nos conoceremos bien. Mi pueblo, nuestro pueblo te necesita. Cuando papá murió y el lazo con mi madre se rompió nuestro pueblo quedó sumido en una especie de maldición. Los hombres no pueden controlar el cambio y asesinan humanos, en nuestros hogares solo nacen machos, sus compañeras son humanas…

—Y por no poder acercarse, están sin compañeras. ¿Y es como en las novelas, eso de que sin sus compañeras sus lobos pueden morir?

—No tanto así, es más el peligro. Una compañera apacigua a las bestias.

—Me gustaría tratar. Mamá decía que muchas veces tenemos responsabilidades y sé que ayudar a tu pueblo es mi responsabilidad. Tampoco diré que no me siento atraída hacia ti y supongo que mi loba siente lo mismo por el tuyo. Ahora, dime, ¿por qué nunca he cambiado? Lamento hacerte preguntas, pero…

—Cariño, soy tu compañero. Pregunta lo que quieras. Y no vas a ayudar a mi pueblo sino a nuestro pueblo. Tú eres la última loba hembra nacida en todos los clanes del mundo. No sabemos qué cambió, pero sé poco sobre el porqué de que tu loba se oculta. Si me fuese a base de lógica diría que así te protege. Muchos querrán asesinarte.

— ¿Por qué?

—Porque un mate o pareja destinada no puede imponerse. Si ellos te llevaban y resultabas no ser compatible te asesinarían. Porque una vez que tú, una princesa y su loba se unan a su compañero, ese clan será indestructible. Por ende, no les sirve a otros. Tu loba ha esperado a encontrar a su pareja porque sabe que ya con tu mate, estarás a salvo.

—Sé el porqué de no poder cambiar. Según los cuentos de mamá, que asumo fueron instrucciones que me iba dando, mencionaba una piedra lunar. Decía que una vez que la princesa Anna, y pensaba que había nombrado así a la princesa por mí y no que era yo, y su mate se encontraran esa piedra lunar liberaría la maldición de los demás clanes. Pero decía que la princesa y su príncipe debían ser los únicos en control de esa piedra. Si cae en manos equivocadas hará más daño.

— ¿Recuerdas qué más decía el cuento…?

—No y cuando trato de recordar me duele la cabeza.

—No lo hagas entonces. ¿Esos cuentos… quedaron escritos?

—Sí, mamá me los dejó todos en papel, ella escribía y los ilustraba para mí. Son viejos cuadernos que escondí en mi habitación, en el escondite de mamá. Y cuando mi padre quiso abrirlo no pudo. Solo puedo abrirlo yo.

—Tenemos que ir a tu casa.

—Mi padre no me dejará entrar.

—Descuida cariño, a mí sí me va a dejar entrar y si se atreve a siquiera mirarte mal, se las verá conmigo.

—Tengo algo de sueño, pero no quiero dormir sola. ¿Podrías abrazarme?

—Claro que sí, Anna. Claro que sí.

El sueño llegó vívido y violento, solo que, en lugar de solo llevarse a su madre, la hicieron mirar cómo la desmembraban. Luego la pusieron a ella en el suelo y empezaron a golpearla. Trataba de cubrirse el rostro con las manos y cuando pensó que no aguantaba más, algo la sacó del sueño.

—Todo está bien, Anna. Fue solo un sueño.

—Lo vi, lo que le hicieron y lo sentí… fue como si me lo hicieran a mí. Ella sufrió para protegerme, es culpa mía tal cual lo dijo él, el hombre al que vi como a un padre.

—No quiero que pienses eso, Anna.

—Este sueño es real, lo sé. No entiendo por qué ahora, después de tantos años.

—Quizás el encontrarme, quizás tu loba sale a la superficie y te da acceso a tus recuerdos.

Una llamada al teléfono de Alexander detuvo la plática y ella aprovechó para ir al baño. Al salir lo notó molesto.

—¿Qué sucede?

—Una pelea que está pactada para esta noche.

—No vayas, estás herido…

—Si miras bien mi pecho, no hay nada ahí. Iré si vas conmigo.

—Bien, me da miedo, pero tienes que ir.

—Los que van a sufrir son los otros, descuida.

Una limusina llegó por ellos, Anna miraba todo con mofa.

—Vaya vida que te das.

—Parte de los beneficios que me da la compañía.

—Pues esto sí es viajar con estilo.

—Cuando lleguemos, quédate conmigo. Te llevaré con la persona que te cuidará.

—¿Una niñera?

—Correcto, cariño, correcto.

El lugar estaba a reventar, su compañero de verdad acabó con su oponente tan a prisa que si hubiese parpadeado no lo habría mirado. Su agente le pedía que fuesen con los patrocinadores a cenar.

—Iremos porque mi mujer así lo quiere.

—¿Tu mujer? Mira Lobo, parte de tu éxito se debe a las mujeres que te siguen. Si esta es tu ligue del momento, acuéstate con ella y ya. Pero a la celebración del equipo, no va.

Lobo lo agarró del cuello y lo pegó contra la pared.

—El éxito lo traen las peleas que gano semana tras semana. ¿O me equivoco?

—Lo siento, tienes razón.

Llegaron al bar donde ella solía trabajar, el dueño la miraba con temor y se mantuvo lejos, porque nadie quería meterse con Lobo y Anna, para todos quedaba claro que era suya.

—¿Qué quieres beber, cariño?

—Gaseosa por favor. Iré un momento al baño.

Xander vio un tono amarillento en los ojos de su Luna y fue tras ella. No iba a intervenir, pero sentía curiosidad de ver qué iba a pasar.

Anna estaba por doblar la esquina que llevaba al baño, cuando el dueño del bar la agarró del brazo.

—Mosca muerta, así que te lo estás tirando. Pero tu trabajo aquí aún no termina, me debes meses de contrato aún.

Anna, sus ojos, miró con sorpresa a Xander, eran dorados. El hombre empezó a mirarla con miedo y antes de que pudiese pensar en lo que hacía, se fue al bar, agarró su arma y se voló la cabeza. El caos estalló y Lobo la tomó en brazos, sacándola del lugar. Ahora entendía bien todo aquello que le sucedía a Anna y aunque no conocía todas las catástrofes que le habían sucedido, comprendía que su loba la había protegido.

Su compañera, drenada por el poder de su loba dormía entre sus brazos y él le prometió al universo, velar porque nadie más lograse herirla. Porque si Anna tomaba consciencia de que ella realmente era quien generaba aquellas tragedias, quizás su compañera no lo resistiría.

La naturaleza de Anna era calma, tranquila. Su loba era fuerte y no lo pensaba ni dos veces antes de matar por cuidar a Anna.

 La mantuve a salvo estos años, compañero.

Xander se maravilló ante la fuerza y poder de la loba de Anna.

 Se decía que algunas princesas y sus lobas, eran independientes una de la otra.

 Así es, y solo se da en mujeres, ningún lobo tiene esto y Anna, ella es la última que existe. Sus hijas disfrutarán de esto.

 Tendremos niñas.

 No al inicio, no. Porque ellas van a necesitar de férreos protectores, por eso primero tendrán varones. No digas esto a Anna, no por ahora. Mi nombre es Ágata.

 Como la piedra preciosa, por eso a Anna se le ponen los ojos amarillos.

 Correcto, no le digas de mí. Lo haré cuando sea el tiempo y cuando sepa que ella aceptará y que podrá lidiar con el saber lo que hice para protegerla. En este momento ella es frágil emocionalmente.

 De acuerdo.

 Cuando hablemos, ella no lo recordará, es lo mejor.

Anna no recordaba cómo habían llegado a casa de Xander, ni cómo había acabado desnuda bajo las sábanas. Su compañero entró a la habitación con una toalla en su cintura y demonios, lo deseaba.

Pero estaba demasiado cansada, drenada prácticamente.

—Xander…

—Cariño, ya estás despierta.

—¿Qué pasó anoche?

—El dueño del bar te arrinconó. Te saqué de ahí después de empujarlo, pero enloqueció, fue por un arma para matarte y uno de mis guardaespaldas le disparó.

—No sabía que fuese tan desequilibrado.

—Lo era, maldito idiota.

—¿Y cómo acabé desnuda?

—Llegamos a casa y te desnudé para que estuvieses más cómoda. No hicimos nada, pero me deleité la vista toda la noche.

—Ahora me siento hambrienta y no de desayuno tradicional.

Anna caminó hasta situarse frente a él, le quitó la toalla y cayó de rodillas.

—Anna…

Su compañera jugueteaba, acercaba la boca y soplaba mientras con la lengua acariciaba la punta. La mano de Xander fue a su cabeza y ella supo que el tiempo de jugar había acabado. Lo tomó casi todo, los sonidos de ahogo que hacía lo estimulaban. Jamás imaginó que se sentiría así, pero antes de venirse la llevó a la cama y entró en ella. La lujuria, esa no le permitió analizar que las estocadas que le daba eran fuertes e intensas. Y cuando explotó dentro de ella, tomó consciencia de todo.

—Anna…

—Dios mío, ha sido alucinante.

—Entré casi todo…

—Y te quiero así, crudo y salvaje. Anhelo que tu lado primitivo me tome, lo necesito tanto como ahora necesito dormir. Acabo de levantarme y ya siento que puedo dormir hasta mañana.

—Descansa, cariño, descansa.

¡Hola!

Gracias por leer Protegida por el Alfa 🐺🌚🐺

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Un abrazo grande y nos vemos en el siguiente capítulo❗

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