Capítulo 4

                                                                 Narrador Omnisciente

Mientras desayunaba sola en casa de Xander, pues este estaba manejando algunos asuntos, Anna pensaba en todo. Antes de la llegada de Xander a su vida, Anna jamás pensó que uno de los más grandes mitos literarios se haría realidad ante sus ojos. Esas criaturas de las películas, las que la aterrorizaron de niña eran reales. Existían, la acechaban, uno de ellos quería mantenerla a salvo, otros matarla.

Para sobrevivir debía adaptarse a su mundo, aprender de sus costumbres y confiar en aquel que quería tenerla a su lado por toda la eternidad. Alexander le gustaba, a su lado se sentía segura y el sexo era impresionante, sino de prueba tenía ese dolor agradable en la entrepierna.

Mismo que en aquel momento generaba calor y ansiedad, lo necesitaba con ella, pero sabía que estaba ocupado.

Conforme avanzaban las primeras horas de la tarde, aquello no se sentía agradable, así que en la cama, retorciéndose de dolor, empezó a llorar mientras lo llamaba por teléfono.

—Anna.

—Ayúdame…

—¿Dónde estás?

—En tu cama, pero me duele… empezó como un calor agradable pero ahora mi vientre se contrae y me estoy quemando.

—Estaré ahí pronto, cariño. Lo siento, lamento haberte dejado.

Xander corrió junto a su compañera, pensó que el calor de apareamiento estaba ya controlado, pero no era así, la había dejado sola y ella sufría. La encontró llorando, sosteniéndose el vientre, así que sin perder tiempo la desvistió. Estaba empapada, así que simplemente la lamió. El dolor de Anna se detuvo y empezó a mover sus caderas, anhelando, buscando más.

Xander se desvistió y entró en ella, tal como en la mañana, y entonces comprendió que ese momento, ese liberar a su bestia empezó el acople y tenía que terminarlo. Pero no podía morderla, no aún.

Ágata tomó el control, estaba ahí. Era su Anna con la fuerza y necesidad de su loba.

—Xander… te necesito…

—Aquí estoy, mi niña, mi Anna.

Durante los siguientes tres días, se mantuvieron así. Xander la veía demasiado cansada, pero mientras aquello no acabara, tenían que seguir.

La mañana del cuarto día Anna se veía más tranquila.

—Anna…

—No siento ganas de saltarte encima y tengo hambre de desayuno tradicional.

—Gracias al cielo, me ibas a dejar muerto.

—Me volví insaciable, pero es tú culpa.

—Lo admito y aunque me angustia verte tan cansada, no te negaré que realmente lo disfruté.

Durante la noche, las pesadillas sobre recuerdos de su infancia llegaron a ella. Thomas, quien pensó era su padre, tenía un rancho. Habían estado ahí muchas veces durante largos periodos después de la muerte de su mamá. A su madrastra no la llevaba, le decía que eran viajes padre e hija para llevarse mejor, pero lo cierto era que en el rancho podía ser él mismo.

No el hombre ecuánime y de negocios que mostraba en la ciudad. Todos la miraban con pena. Sabían que sufría violencia, pero nada podían hacer. Cuando en un par de ocasiones dijeron algo, ella llegó aún más golpeada, así que guardaron silencio.

Aquel día en específico y en el cual estaba atrapada mientras dormía, Thomas llevaba horas tomando licor y como se le estaba acabando, la había enviado al pueblo. Pero en medio de la borrachera no se percató que todo permanecía cerrado pues era un día festivo.

Si duraba mucho tiempo en regresar o llegaba sin nada —cosa que sucedería porque estaba todo cerrado— la golpearía. Intentando tomarse todo de forma calma, se dedicó a caminar. A las dos de la tarde era casi un pueblo fantasma. Al llegar sin nada, la cosa se puso fea y sentir aquello de nuevo la hizo despertar gritando.

Alexander estaba en la cocina con sus hermanos. Estos acababan de llegar a la ciudad, gracias al cielo, cuando el calor de apareamiento había pasado.

—Seguro lo imaginaste, sé que ella puede ser tu compañera, pero ¿una loba y además la princesa Krasnodar? ¿No te habrás golpeado la cabeza?

—Les digo que…

Y cuando el grito de terror de Anna llegó a ellos, los tres fueron a revisarla. Anna estaba en el suelo, en aquella habitación a oscuras y los hermanos de Xander observaron con asombro que los ojos de su Luna eran amarillos. Sin poder evitarlo se inclinaron hacia ella.

—Idiotas, enciendan la luz por favor. La loba de Anna ve bien en la oscuridad, pero ella no.

Anna temblaba y Alexander sabía que debía calmarse. Un primer cambio estando tan asustada sería doloroso.

—Anna, pequeña, escúchame.

—Lo siento, el sueño fue demasiado real, recuerdos que estaban guardados y que han salido.

—¿Quieres decirme?

—Mis pesadillas, mi padre golpeándome.

Alexander sabía que tenía que controlar a su lobo, imaginar a su compañera herida estaba volviéndolo loco, pero si cambiaba a lobo, Anna bien podría asustarse y corrían el riesgo de que su pequeña compañera decidiese esconderse dentro de su loba y no querer salir.

—Son solo sueños. Aquí están mis hermanos, ellos me ayudarán a mantenerte segura. Debes calmarte para permitir a tu loba que se relaje. Ninguno de nosotros quiere dañarla. Sus nombres son Luca y Alec.

Anna los miraba con curiosidad, entonces el amarillo abandonó sus ojos y se desplomó en brazos de su Alfa. La dejaron descansar y regresaron a la cocina.

—Su loba ya se dejó ver, mi lobo me informará si Anna empieza a despertar.

—Una loba. Hace demasiados años de eso. Ella es especial y nos será de apoyo. Nuestra manada se encuentra débil.

—Ella lo sabe y ha accedido a ir con nosotros. Primero quisiera ir a casa de su supuesto padre a traer todas sus cosas, todos los recuerdos de su madre. Pero los necesito a ambos conmigo.

—¿Esperas problemas?

—Sí. Y ahora que mi lobo sabe que fue agredida, con más razón la vida de ese imbécil pende de un hilo.

—Hay un tema que no hemos tocado. Sabes que siempre se dijo que la Luna debía tener de dos a tres parejas. Incluso siempre nos dijimos que entendíamos que nunca sentiríamos unión a una humana porque debíamos esperar por tu mate para compartirla. Pero ahora que Anna ha llegado, ¿piensas igual o preferirías que no estemos cerca de ella?

—Pensé honestamente en que sería raro querer compartirla. Pero siento que eso crearía un vínculo más fuerte. Intuyo que sufrió mucho, quisiera tomar el tema con calma. Darle tiempo a ver si podemos hablarlo con ella.

—Aun no te acoplaste.

—No, porque eso que me has dicho rondaba mi mente. Y hasta que no lo hablemos, preferí no marcarla. Pero siento a la manada más calma.

—Lo están, hermano. Lo están.

Un par de horas después, Anna llegó caminando a la cocina. Vestía solo una de las camisas de Alexander, pero le llegaba más debajo de las rodillas. Xander no le sintió llegar, así que su loba supo esconder la esencia de Anna. A eso se había referido su mamá al decir que otros no la detectarían.

Se acurrucó contra él, buscando su calor. Había visto parejas acoplarse hace bastante, pero no con esa velocidad, la loba de Anna lo aceptaba por completo.

—Hola cariño, ¿tienes hambre?

—Sí, muero de hambre. No sabía la verdad si venir o no…

—Esta es tu casa también. Puedes ir por ella a tu gusto.

Charlaron de cosas agradables, sin embargo, había un tema a tratar.

—Tenemos que ir por tus cosas.

—Lo sé. Tengo miedo.

—Tienes a tres lobos malos dispuestos a matar por ti. Caperucita.

—Muy gracioso. ¿Puedo preguntarte algo?

—Lo que quieras.

—Es sobre sexo.

Sus hermanos desaparecieron de forma prudente.

—Mi parte consciente me dice que eres mi pareja. Pero mi loba, esa me hace sentir cosas por tus hermanos. No quiero que pienses que soy una cualquiera…

—¡Anna! Si dices algo así de nuevo te daré unos buenos azotes.

—Entiendo si quieres castigarme, controlaré a la loba. Debo ir al baño….

Alexander tardó unos segundos en comprender cuán mal había malinterpretado sus palabras. Pero encontrar a una loba capaz de esconder su esencia, en una casa de más de 400 metros cuadrados era misión imposible. Luca y Alec se unieron a él.

—Para ser el alfa eres bien idiota.

—Lo sé. No quisiera usar mi dominio sobre ella, pero me urge encontrarla.

Cerró los ojos y se conectó con su lobo. Este estaba angustiado, era como si su loba no estuviese cerca.

—Anna, cariño, ven aquí.

—Anna. Mírame.

Valiente su lobita.

—No quiero que bajes la mirada, somos iguales. ¿Lo entiendes?

—Sí.

—Cuando dije que, si decías otra vez algo así, me refería a cualquier alusión a que eras una cualquiera. Y cuando amenacé con darte unos buenos azotes, pensaba en sexo, cariño.

Anna abrió los ojos, no había miedo, pero sí lo que parecía ser bastante interés.

—En cuanto a mis hermanos, serías mi compañera, pero también te vincularías a ellos dos y no tengo problema. En nuestra manada fue siempre normal múltiples compañeros para una loba. Por eso, incluso sus lobos no son capaces de vincularse a ninguna otra.

—Si yo hubiese pensado en rechazarlos…

—Les hubieses condenado a la soledad. Eso nos deja la tranquilidad de que, si algo pasa con alguno de nosotros, dos más estarían para compartir tu vida. El duelo sería distinto porque, aunque sentirías pena, podrías sobrevivir. Las parejas vinculadas solo a uno, con el tiempo están más vulnerables. Más adelante estaremos juntos los tres. Ahora quiero que nos concentremos en recuperar tus cosas y llevarte a terreno seguro.

— ¿Dónde es eso?

—Con nuestra manada.

¡Hola!

Gracias por leer Protegida por el Alfa 🐺🌚🐺

Un abrazo grande y nos vemos en el siguiente capítulo❗

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