Narrador Omnisciente
Mientras desayunaba sola en casa de Xander, pues este estaba manejando algunos asuntos, Anna pensaba en todo. Antes de la llegada de Xander a su vida, Anna jamás pensó que uno de los más grandes mitos literarios se haría realidad ante sus ojos. Esas criaturas de las películas, las que la aterrorizaron de niña eran reales. Existían, la acechaban, uno de ellos quería mantenerla a salvo, otros matarla.
Para sobrevivir debía adaptarse a su mundo, aprender de sus costumbres y confiar en aquel que quería tenerla a su lado por toda la eternidad. Alexander le gustaba, a su lado se sentía segura y el sexo era impresionante, sino de prueba tenía ese dolor agradable en la entrepierna.
Mismo que en aquel momento generaba calor y ansiedad, lo necesitaba con ella, pero sabía que estaba ocupado.
Conforme avanzaban las primeras horas de la tarde, aquello no se sentía agradable, así que en la cama, retorciéndose de dolor, empezó a llorar mientras lo llamaba por teléfono.
—Anna.
—Ayúdame…
—¿Dónde estás?
—En tu cama, pero me duele… empezó como un calor agradable pero ahora mi vientre se contrae y me estoy quemando.
—Estaré ahí pronto, cariño. Lo siento, lamento haberte dejado.
Xander corrió junto a su compañera, pensó que el calor de apareamiento estaba ya controlado, pero no era así, la había dejado sola y ella sufría. La encontró llorando, sosteniéndose el vientre, así que sin perder tiempo la desvistió. Estaba empapada, así que simplemente la lamió. El dolor de Anna se detuvo y empezó a mover sus caderas, anhelando, buscando más.
Xander se desvistió y entró en ella, tal como en la mañana, y entonces comprendió que ese momento, ese liberar a su bestia empezó el acople y tenía que terminarlo. Pero no podía morderla, no aún.
Ágata tomó el control, estaba ahí. Era su Anna con la fuerza y necesidad de su loba.
—Xander… te necesito…
—Aquí estoy, mi niña, mi Anna.
Durante los siguientes tres días, se mantuvieron así. Xander la veía demasiado cansada, pero mientras aquello no acabara, tenían que seguir.
La mañana del cuarto día Anna se veía más tranquila.
—Anna…
—No siento ganas de saltarte encima y tengo hambre de desayuno tradicional.
—Gracias al cielo, me ibas a dejar muerto.
—Me volví insaciable, pero es tú culpa.
—Lo admito y aunque me angustia verte tan cansada, no te negaré que realmente lo disfruté.
Durante la noche, las pesadillas sobre recuerdos de su infancia llegaron a ella. Thomas, quien pensó era su padre, tenía un rancho. Habían estado ahí muchas veces durante largos periodos después de la muerte de su mamá. A su madrastra no la llevaba, le decía que eran viajes padre e hija para llevarse mejor, pero lo cierto era que en el rancho podía ser él mismo.
No el hombre ecuánime y de negocios que mostraba en la ciudad. Todos la miraban con pena. Sabían que sufría violencia, pero nada podían hacer. Cuando en un par de ocasiones dijeron algo, ella llegó aún más golpeada, así que guardaron silencio.
Aquel día en específico y en el cual estaba atrapada mientras dormía, Thomas llevaba horas tomando licor y como se le estaba acabando, la había enviado al pueblo. Pero en medio de la borrachera no se percató que todo permanecía cerrado pues era un día festivo.
Si duraba mucho tiempo en regresar o llegaba sin nada —cosa que sucedería porque estaba todo cerrado— la golpearía. Intentando tomarse todo de forma calma, se dedicó a caminar. A las dos de la tarde era casi un pueblo fantasma. Al llegar sin nada, la cosa se puso fea y sentir aquello de nuevo la hizo despertar gritando.
Alexander estaba en la cocina con sus hermanos. Estos acababan de llegar a la ciudad, gracias al cielo, cuando el calor de apareamiento había pasado.
—Seguro lo imaginaste, sé que ella puede ser tu compañera, pero ¿una loba y además la princesa Krasnodar? ¿No te habrás golpeado la cabeza?
—Les digo que…
Y cuando el grito de terror de Anna llegó a ellos, los tres fueron a revisarla. Anna estaba en el suelo, en aquella habitación a oscuras y los hermanos de Xander observaron con asombro que los ojos de su Luna eran amarillos. Sin poder evitarlo se inclinaron hacia ella.
—Idiotas, enciendan la luz por favor. La loba de Anna ve bien en la oscuridad, pero ella no.
Anna temblaba y Alexander sabía que debía calmarse. Un primer cambio estando tan asustada sería doloroso.
—Anna, pequeña, escúchame.
—Lo siento, el sueño fue demasiado real, recuerdos que estaban guardados y que han salido.
—¿Quieres decirme?
—Mis pesadillas, mi padre golpeándome.
Alexander sabía que tenía que controlar a su lobo, imaginar a su compañera herida estaba volviéndolo loco, pero si cambiaba a lobo, Anna bien podría asustarse y corrían el riesgo de que su pequeña compañera decidiese esconderse dentro de su loba y no querer salir.
—Son solo sueños. Aquí están mis hermanos, ellos me ayudarán a mantenerte segura. Debes calmarte para permitir a tu loba que se relaje. Ninguno de nosotros quiere dañarla. Sus nombres son Luca y Alec.
Anna los miraba con curiosidad, entonces el amarillo abandonó sus ojos y se desplomó en brazos de su Alfa. La dejaron descansar y regresaron a la cocina.
—Su loba ya se dejó ver, mi lobo me informará si Anna empieza a despertar.
—Una loba. Hace demasiados años de eso. Ella es especial y nos será de apoyo. Nuestra manada se encuentra débil.
—Ella lo sabe y ha accedido a ir con nosotros. Primero quisiera ir a casa de su supuesto padre a traer todas sus cosas, todos los recuerdos de su madre. Pero los necesito a ambos conmigo.
—¿Esperas problemas?
—Sí. Y ahora que mi lobo sabe que fue agredida, con más razón la vida de ese imbécil pende de un hilo.
—Hay un tema que no hemos tocado. Sabes que siempre se dijo que la Luna debía tener de dos a tres parejas. Incluso siempre nos dijimos que entendíamos que nunca sentiríamos unión a una humana porque debíamos esperar por tu mate para compartirla. Pero ahora que Anna ha llegado, ¿piensas igual o preferirías que no estemos cerca de ella?
—Pensé honestamente en que sería raro querer compartirla. Pero siento que eso crearía un vínculo más fuerte. Intuyo que sufrió mucho, quisiera tomar el tema con calma. Darle tiempo a ver si podemos hablarlo con ella.
—Aun no te acoplaste.
—No, porque eso que me has dicho rondaba mi mente. Y hasta que no lo hablemos, preferí no marcarla. Pero siento a la manada más calma.
—Lo están, hermano. Lo están.
Un par de horas después, Anna llegó caminando a la cocina. Vestía solo una de las camisas de Alexander, pero le llegaba más debajo de las rodillas. Xander no le sintió llegar, así que su loba supo esconder la esencia de Anna. A eso se había referido su mamá al decir que otros no la detectarían.
Se acurrucó contra él, buscando su calor. Había visto parejas acoplarse hace bastante, pero no con esa velocidad, la loba de Anna lo aceptaba por completo.
—Hola cariño, ¿tienes hambre?
—Sí, muero de hambre. No sabía la verdad si venir o no…
—Esta es tu casa también. Puedes ir por ella a tu gusto.
Charlaron de cosas agradables, sin embargo, había un tema a tratar.
—Tenemos que ir por tus cosas.
—Lo sé. Tengo miedo.
—Tienes a tres lobos malos dispuestos a matar por ti. Caperucita.
—Muy gracioso. ¿Puedo preguntarte algo?
—Lo que quieras.
—Es sobre sexo.
Sus hermanos desaparecieron de forma prudente.
—Mi parte consciente me dice que eres mi pareja. Pero mi loba, esa me hace sentir cosas por tus hermanos. No quiero que pienses que soy una cualquiera…
—¡Anna! Si dices algo así de nuevo te daré unos buenos azotes.
—Entiendo si quieres castigarme, controlaré a la loba. Debo ir al baño….
Alexander tardó unos segundos en comprender cuán mal había malinterpretado sus palabras. Pero encontrar a una loba capaz de esconder su esencia, en una casa de más de 400 metros cuadrados era misión imposible. Luca y Alec se unieron a él.
—Para ser el alfa eres bien idiota.
—Lo sé. No quisiera usar mi dominio sobre ella, pero me urge encontrarla.
Cerró los ojos y se conectó con su lobo. Este estaba angustiado, era como si su loba no estuviese cerca.
—Anna, cariño, ven aquí.
—Anna. Mírame.
Valiente su lobita.
—No quiero que bajes la mirada, somos iguales. ¿Lo entiendes?
—Sí.
—Cuando dije que, si decías otra vez algo así, me refería a cualquier alusión a que eras una cualquiera. Y cuando amenacé con darte unos buenos azotes, pensaba en sexo, cariño.
Anna abrió los ojos, no había miedo, pero sí lo que parecía ser bastante interés.
—En cuanto a mis hermanos, serías mi compañera, pero también te vincularías a ellos dos y no tengo problema. En nuestra manada fue siempre normal múltiples compañeros para una loba. Por eso, incluso sus lobos no son capaces de vincularse a ninguna otra.
—Si yo hubiese pensado en rechazarlos…
—Les hubieses condenado a la soledad. Eso nos deja la tranquilidad de que, si algo pasa con alguno de nosotros, dos más estarían para compartir tu vida. El duelo sería distinto porque, aunque sentirías pena, podrías sobrevivir. Las parejas vinculadas solo a uno, con el tiempo están más vulnerables. Más adelante estaremos juntos los tres. Ahora quiero que nos concentremos en recuperar tus cosas y llevarte a terreno seguro.
— ¿Dónde es eso?
—Con nuestra manada.
Gracias por leer Protegida por el Alfa 🐺🌚🐺
Un abrazo grande y nos vemos en el siguiente capítulo❗
Narrador OmniscienteAlgunas horas después, Anna estaba tomando un baño. De alguna manera, cuando su cuerpo entró en contacto con el agua y gimió con el placer del deleite, pudo percibir los gruñidos inconformes de sus tres compañeros.¿Qué tanto estarían conectados sus lobos sin haberse vinculado? —pensaba juguetona—Lo supo cuando comenzó a enjabonarse los hombros y descendió a sus senos. Inmediatamente, la puerta del baño se abrió, causando que gritara aterrorizada.—Lo siento, cariño, pero si no quieres que en esa tina haya 4 en lugar de 1, deja los jueguitos. Tu loba transmite en directo tus sensaciones y pensamientos.—Quería probar, ya sabes Alexander, ese vínculo. Lo sentí con tus hermanos, pero no sabía si era tan fuerte. Es decir, que si mi mano bajara por mi estómago y más allá del ombligo...—Sí, los tres estaríamos locos por tenerte…— ¿Podrían controlarse como hasta ahora?—No.— ¿Y si yo no quiero que se controlen? Los deseo, a los tres. ¿Qué sucede si lo hacemos juntos,
Narrador omniscienteAl despertar se sintió distinta. Sin moverse de la cama, supo dónde estaban sus compañeros.—IncreíbleDe pronto vino el dolor. Sentía como si fuese un cascarón que empezaba a quebrarse.—Ayuda…Ya sus hombres estaban ahí, le quitaban la ropa para que el cambio fuera sencillo.—Si luchas, dolerá. Esto pasa en cachorros y es más sencillo. Respira, bonita, pasará pronto.— ¿Cómo regreso de nuevo?—Cuando quieras cambiar, tu loba lo sabrá. Confía en ella y déjala salir, porque si la retienes, ella también sufre.—Va a querer salirse a la calle…—No, nos transformaremos también, nuestros lobos evitarán que se vaya. Tenemos detrás de la casa cuatro hectáreas de terreno para que la dejes correr.Al cambiar fue como un pop, similar al sonido de una gaseosa al abrirse. Sus hombres le pusieron un espejo delante. Era totalmente blanca y sus ojos eran amarillos; sus hombres cambiaron y resultó ser de un tamaño similar a ellos, aunque un poco más pequeña.Corrieron, juguetearo
Narrador omniscienteDespués de que Anna abriera el refugio, entró a buscar sus cosas. Mirar las fotos de su mamá, los dibujos, todo aquello fue muy duro.—Tranquila, mi niña.—La extraño.—Lo sé y ella, estoy seguro, te cuida desde algún sitio. Lo importante es que tienes todas estas cosas. Las llevaremos a casa y podrás descansar.Anna descansaba en una postura que dejaba claro que se sentía bien, a pesar de las descargas emocionales a las que se había sometido. Y sus compañeros guardaron sus cosas; sabían que ella no estaba lista aún para ver todo aquello. Un miembro de la manada llegó por la nueva loba; era necesario que otros la cuidaran durante las siguientes treinta y seis horas y ellos tres ya tenían demasiado entre manos con Anna.Alec, que estaba en la cocina, sonrió al mirarla bajar a comer.—Hola, cariño.—¿Y Mary?—Vinieron por ella de la manada, ¿quieres comer?—Muero de hambre. ¿Podrías, por favor, guardarme las cosas que trajimos? Sé que es importante para la manada que
Narrador omniscienteAnna intentaba nunca mirar atrás, las cosas que ya habían pasado no tenían forma de cambiarse, la sensación de ira, arrepentimiento o incluso miedo ya no tenían cabida en su corazón. Su realidad —una bastante desagradable, por cierto— era que su padre no la quería. No recordaba a su mamá y su papá le decía que la había abandonado cuando era una bebé.A su padre no le importaba qué hacía durante el día, mientras no le estorbara estaba bien porque si se atrevía a ser una molestia, la golpeaba. Aquella tarde en especial se sentía nerviosa. Había visto ese todoterreno varias veces y, cuando lo hacía, una marca de nacimiento empezaba a picar.Se decía que los dueños eran tres hermanos, cada uno más guapo que el otro, quienes ocasionalmente bajaban al pueblo y aquel era uno de esos días. Mientras caminaba por allí, se dio cuenta de que su padre tenía razón al llamarla torpe, pues por ir pensando en cómo solucionar su vida se estrelló con una inmensa pared de músculos. Su
Narrador omniscienteAlexander se alejó de Alec y recogió a su mujer del suelo, retando a sus hermanos a seguirlo y ninguno lo hizo. Caminó con ella hasta sentarla dentro de su auto.—Tranquila.—Quiero recordar, pero me duele.—Encontraremos la respuesta a todo, no te preocupes. No quiero enviarte con tu padre, así que te llevaré a una cabaña cerca de aquí. Pertenece a mi familia y nadie salvo nosotros tres entra ahí.—Las autoridades vendrán por mí, aún no cumplo 21 años.—Tienes casi 22 años. Si alguien trata de sacarte de ahí, morirá y esa es mi promesa. Eres nuestra mujer, nuestra compañera y te engañaron para alejarte de nosotros. Pero no sucederá de nuevo.Alec estaba lejos de sus hermanos, tratando de lidiar con las cosas que vio en la mente de su mujer, ella no recordaba, pero todo estaba ahí. Pudo ver a la niña pequeña llorar la muerte de su madre, los recuerdos de ellos y lo que la había llevado a olvidarlos, y lloró, por su compañera, por lo que le quitaron. También se vio
Narrador omniscienteMirándola dormir tranquila, Luca supo que la mordida había funcionado. Eso lo dejaba tranquilo, pero sentir el sabor de su sangre fue difícil; no pudo evitar que su bestia tomara el control. Había pensado, como los demás, que Ágata estaba muerta, pero estaba ahí, solo que se mantenía inmóvil. No sabía si era por debilidad o porque los culpaba por no proteger a Anna.Convocó entonces a Alec y a Xander, quienes llegaron poco después.—La mordida funcionó.—Sí, estaba tan mal, aterrada de que encendiera la luz. Pero le he dicho que le diríamos lo que pasó, y Alec, tú lo viste todo. Sin embargo, la loba está ahí, atrofiada, diría yo, por decirlo de algún modo.—¿Atrofiada?—No funcional… no lo sé. Piensa en una gata, enroscada sobre una alfombra, dormitando. Ella está así, miró a mi lobo, pero simplemente suspiró y siguió descansando. La sentí vibrar con mi presencia, así que me reconoció.—Hablaré con ella si Anna me lo permite.Anna salió un par de horas después, vié
Narrador OmnicienteDurante el desayuno, Anna empezó a tocarse la cabeza, sentía un dolor fuerte.—¿Anna?—Murmullos, voces… un canto… no lo puedo describir, pero duele.—Esto suena a un ataque de la manada que la secuestró.—No sé cómo lo sé, pero es ella, Ágata. Siento su pena y su tristeza.—Trataré de que mi lobo charle con ella.Anna se acostó en la cama y tras concentrarse un poco logró que su loba escuchara y de pronto, frente a los hermanos, estaba la hermosa loba.—Ágata.—Lo siento, lo lamento. Los defraudé a todos.—No entiendo.—Cuando me drenaron, anularon nuestro vínculo. Anna no tiene ya la magia de su familia y, por ende, no tengo el derecho de tener tres compañeros. Para mí, en este momento, solo Xander es mi compañero. He charlado con los lobos de Alec y Luca, ellos no tienen sentimientos por mí y asumo que ustedes dos no sienten nada así por Anna, es como si nunca hubiese pasado.Los hermanos se quedaron quietos y comprendieron que ella tenía razón, pero no entendían
Narrador OmniscienteNo duró más que segundos para Xander, pero en el sitio en el que estaba el alma de Anna, pasaron varias horas. Allí recuperó sus memorias y se puso cara a cara con los magos, quienes la veían con orgullo.—Este era el sacrificio, Anna. Esta es la prueba de que veías por otros antes que por ti misma y por eso volverás con él. Nos falta aún la prueba final.—¿Y Ágata?—Ella está siendo castigada ahora; encarnará en algún joven de clase baja, vivirá penurias, pero, sobre todo, perderá sus memorias. Un reinicio limpio.—Pobre.—No te compadezcas; quedan cosas por afrontar. Hay un traidor entre los de Xander y debes descubrirlo, Anna. Aun sufrirán, pero si se mantienen juntos, nada los derrotará. Llevarás en tu cuello una cicatriz, símbolo de ese sacrificio. Vuelve con él; cumple con lo que debas hacer.—¿No tendré ninguna loba? Ágata actuó mal, pero soy quien se queda sin tener una.—Anna, escogiste…—No, es decir sí, escogí salvar a Mary, pero ustedes acaban de decirm