Capítulo 50

Ese pedido bajo, casi un susurro, me hace suspirar con frustración, porque aunque me moleste de sobremanera, es casi como si hubiese saltado con garrocha sobre los muros que acabo de levantar... inútilmente.

¿Por qué no puede dejar las cosas así? ¿Por qué no puede simplemente dejarlo estar? ¿Es tan difícil el hacer lo que le digo? ¿Tan complicado dejar estar el tema?

Miro sus ojos y encuentro inmediatamente la respuesta: no servirá de nada negarme a responder, él no va a dejar de insistir, hasta que no le explique el por qué realmente a fondo. No me va a dejar en paz y solo se pone en peligro inútilmente una y otra vez con su maldita terquedad. Gruño frustrada y hundo mis dedos en mi cabello, tirando de las mechas rubias para intentar mantenerme lo más tranquila que puedo y no hacer una locura de la que me pueda arrepentir. Escojo mentalmente mis palabras con cuidado y respiro profundo cuando creo que puedo hablar sin gruñir.

-Escucha, no puedo, ¿sí? Tú crees que es muy simple, pero
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