Capítulo 5

Ariam era una chica fuerte, pero el asesinato de su padre y ahora la desaparición de su hermana estaba haciendo mella en ella, no había dejado de llorar en ningún momento pensando en como estaría su niña, si tendría frío o hambre.

El dolor era insoportable, después de agarrar un autobús que la llevó a la ciudad de Los Ángeles, revisó la dirección en su móvil, estaba cerca, caminó una cuantas cuadras que era lo que le faltaba por llegar, iba pasando por un callejón, cuando vio a un hombre peleando con una mujer, la tenía arrinconada en la pared, la había golpeado porque la chica tenía sangre en la cara.

Ariam se debatió entre seguir su camino o intervenir en aquello, pero el grito de la chica la hizo decidirse, ya que el hombre tenía la clara intención de abusar de la mujer.

Ari fue corriendo hacia la pareja, vio un palo de madera tirado en el piso, lo agarró y sin pensarlo mucho le dio un palazo al hombre con todas sus fuerzas en la cabeza. El sujeto cayó al instante en el piso, Ariam lo miró horrorizada y más cuando la sangre comenzó a brotar a un lado.

La mujer que estaba tirada en el piso se levantó rápidamente, recogió todas sus cosas y agarró a Ariam de la mano.

—Vamos encanto que este desgraciado no tarda en levantarse de nuevo.

—Pero mira toda esa sangre, está muerto.

—Qué va, ese tiene la cabeza bien dura —La mujer se agachó y le tocó el cuello —Te lo dije, el hijo de puta está vivo, así que no podemos seguir aquí, vamos —la mujer la volvió a agarrar de la mano y la sacó de aquel callejón.

—Gracias, chica, qué malagradecida soy.

Ari esbozó una mueca de sonrisa.

—De nada, no hice nada extraordinario, él quería abusar de ti.

—Qué va, lo que quería era quitarme mi dinero, todo lo que me había ganado en una noche de trabajo.

—¿No iba a violarte?

La mujer sonrió.

Ariam la vio detenidamente y entendió todo.

—Ese imbécil es un proxeneta, no le basta con la cuota que le doy sino que quiere que le de todo mi dinero, está loco.

—Me alegro de haberte ayudado igual.

Esta vez fue la mujer fue la que se quedó mirándola.

—Chica guapa, tú no eres de aquí, conozco a todas las chicas de este barrio.

—No, he venido aquí a buscar a Costello ¿Lo conoces?

La mujer negó con la cabeza.

—No me suena para nada.

Ariam buscó en su móvil la dirección y se la enseñó a la mujer.

—Sé donde queda esto, vamos que yo te acompaño.

Ariam sonrió.

La mujer extendió su mano.

—Mucho gusto, soy Nilvia.

—Yo soy Ariam. —Contestó la chica tomándole la mano en un saludo.

Nilvia la llevó a la dirección que tenía apuntada en su móvil.

Era un viejo edificio, que por fuera daba mal aspecto, pero que, en su interior, era otra cosa, nada que ver con su fachada, al pasar por la entrada estaban unos hombres vestidos de negro y con muy malas caras.

Ariam no se amedrentó en su lugar, se atrevió a preguntarle por el hombre a quien estaba buscando.

—Quiero hablar con Costello —sijo sin ninguna ceremonia.

—Los hombres se miraron las caras y fruncieron el ceño.

—Él no está.

—Necesito hablar con él, soy la hija de Pablo Cairuz.

—Él está fuera del país, tardará unos días en llegar.

—No puede ser —dijo Ariam presa del pánico, ese hombre era su única esperanza para encontrar a su hermana y obtener la protección que buscaba.

Salió del edificio, con el alma en los pies, sin saber a donde ir y sin saber qué hacer.

—Oye, no te pongas así, el tal Costello no tardará sino unos días.

—Es que tú no entiendes, mi hermana está desaparecida y yo no tengo a donde ir, él era mi única esperanza.

Nilvia le acarició el pelo a la chica.

—Tranquila, yo te voy a ayudar, puedes quedarte en mi casa, hasta que ese hombre aparezca y juntas buscaremos a tu hermana.

Ariam se limpió las lágrimas con el dorso de sus manos.

—¿Lo dices en serio?

—Por supuesto, tú me ayudaste hoy, ahora me toca a mí ayudarte, que no se diga que las putas, no somos solidarias.

Ariam sonrió a pesar de la tristeza que la embargaba.

Nilvia la llevó a su casa, era un lugar pequeño, pero muy ordenado y pintoresco. Tal como se lo prometió, después que la mujer llegaba de trabajar toda la noche, dormía un par de horas, para luego salir con ella y buscar a su hermana, preguntaron, en todos lados, enseñaron la foto de Danis a cuanta persona se encontraron, pero nadie la había visto, cada vez que regresaban al pequeño departamento Ariam lo hacía con el alma destrozada.

Una noche llegó Nilvia azorada.

—Ha llegado el tal Costello.

Ariam acaba de salir de la ducha.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque pasé por allí, vi que había unos vehículos parados al frente del edificio, entré, le pregunté a uno de los guardias, era uno con los que hablamos el otro día, me reconoció, por eso me dio la información. Ha llegado y quiere verte.

Ariam sonrió complacida y de inmediato corrió a vestirse, una vez lista, las dos fueron al edificio.

Los guardias al verla la dejaron pasar, mientras que su amiga tuvo que quedarse afuera con los guardias.

Ariam subió las escaleras hasta el tercer piso, tocó la puerta y en pocos segundos se abrió.

Y entonces lo vio, a sus mentes vinieron unas imágenes de un callejón en la noche, de un hombre siendo torturado y de unos ojos grises como unas esquirlas, era él, el hombre que la había dejado ir, el hombre que tenía el tatuaje del escorpión negro.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo