Tras llamar al timbre, la puerta se abrió prácticamente de inmediato, como si Elizabeth estuviera al otro lado, esperándolos con impaciencia. La luz tenue del recibidor apenas iluminaba su rostro, creando un aura de misterio a su alrededor. Sus ojos, cansados pero determinados, se clavaron en los de Alex y de Andrea, como si pudiera leer en sus almas. El silencio se hizo presente por un instante, antes de que Elizabeth rompiera el hielo con un gesto hacia el interior de la casa. —Por favor, pasen —los invitó, haciéndose a un lado, para permitirles entrar.Andrea y Alex intercambiaron una breve mirada, antes de asentir y adentrarse en la vivienda.—Vamos a la biblioteca —repuso la anciana, tras cerrar la puerta con cuidado—. Allí podremos hablar mucho más cómodos.Tras decir esto, Elizabeth comenzó a andar, y Alex y Andrea, la siguieron en silencio.Una vez en el interior de la opulenta biblioteca, la mujer se sentó en uno de los sofás frente a la chimenea y, con un gesto de la mano,
—¿Qué fue eso? —preguntó Andrea, sintiendo que el corazón le latía desbocado, alerta.—No lo sé —respondió Alex—. Abuela, ¿hay algún animal...?Elizabeth negó vehementemente con la cabeza.—No, eso no es un animal —lo interrumpió, frunciendo el ceño en un gesto de preocupación.—Cuando llegamos... —comenzó a decir Andrea, mirando a Alex con los ojos abiertos de par en par—. ¿Crees que alguien se ha metido a la villa?—Eso es imposible —respondió Alex e hizo una mueca, pensativo—. La seguridad de la villa es exce...Sin embargo, Alex se detuvo en seco, recordando cómo Irina había logrado entrar el día en el que había dicho frente a todos que Camila estaba embarazada, aunque aún no sabía cómo se había enterado.Rápidamente, se encaminó hacia la puerta de la biblioteca ante la mirada sorprendida de Andrea y de su abuela.—¿A dónde vas? —preguntó Elizabeth.Sin embargo, Alex no respondió, sino que se limitó a abrir la puerta y desaparecer tras ella.Sin perder tiempo, Andrea corrió tras é
Una semana después.—Alfred, necesito que encuentres toda la información posible. Necesito pruebas en contra de Gabriel Hamilton e Irina Volkova —dijo Alex.Alex se encontraba reunido con Alfred en su oficina. Durante la última semana, se había mantenido bastante alejado de la empresa, dado que Leo se estaba haciendo cargo de los negocios. Sin embargo, Andrea había sido quien lo había convencido de volver. Después de todo, él no podía hacer nada porque Camila despertara, pero sí que podía hacer todo lo posible para atrapar al maldito Gabriel y a la escurridiza Irina.En un primer momento, había acudido a la policía para aportar toda la información que tenía sobre Gabriel e Irina; sin embargo, no había tenido ni la más mínima noticia desde hacía diez días. Por lo que, tras decidir volver a la empresa, lo primero que hizo fue llamar a Alfred. Necesitaba que utilizara todos sus conocimientos, no solo informáticos, para dar con esos dos. Si las autoridades no podían hacer nada para atrapa
Una vez que Xavier estacionó en el aparcamiento del Hospital Central, Alex se apeó rápidamente del vehículo y corrió hacia la entrada con el faldón del saco de su traje ondeando tras él. Sin saber muy bien dónde dirigirse, se encaminó hacia la recepcionista, en el mismo momento en el que Leo doblaba la esquina de un pasillo. —Alex —lo llamó. Alex se dio media vuelta y se encontró con su amigo caminando hacia él con la chaqueta en colgada de un brazo, la camisa arremangada hasta los codos y las manos en los bolsillos. —Leo, ¿qué pasó? ¿Has hablado con el médico? —preguntó, acercándose a él, con el rostro desencajado. —Tranquilo, Alex. Aún no hay ninguna noticia. Pero es bueno que hayas llegado. El médico le comunicó todo a Andrea, quien corrió hacia aquí y me llamó de camino.—¿Te llamó? —preguntó Alex, sorprendido. —Sí —asintió—. Intentó comunicarse contigo, pero…, bueno, ya sabes, no pudo, como yo tampoco, hasta que te dignaste a llamarme. —Lo siento, pero necesitaba enfocarme
Alex, Leo y Andrea abrieron los ojos de par en par con incredulidad.—Eso es imposible —repuso Alex, negando con la cabeza—. Camila apenas demostraba que estaba embarazada, además en las ecografías que le han hecho aquí —añadió, mirando al médico fijamente.El médico asintió, comprensivo.—Lo entiendo, señor, pero tiene que saber que los niños no son demasiado robustos, y no en todos los casos el vientre materno acusa lo que realmente pasa dentro de él. Además, muchas veces solo se ve un niño, ya que sus hermanos están ocultos detrás de él. —Esto… Yo… ¿Puedo verlos? —preguntó Alex, sin saber muy bien qué decir.Estaba efectivamente sorprendido por la noticia, pero aquello no había hecho más que aumentar su felicidad.Tres niños. Dos pequeños Alex y una mini Camila. ¿Qué más podía pedir?«Que Camila despierte y que te perdone para que ambos puedan disfrutar de la vida y de sus hijos», repuso una voz en el interior de su cabeza.Alex sintió en lo más profundo de su ser que eso era lo ú
Cuando el tiempo de Alex con sus tres hijos recién nacidos llegó a su fin, salió de la sala de neonatología tras el médico. Antes de dejar la habitación, se detuvo un momento para contemplar a los pequeños, sintiendo una mezcla de alegría y preocupación; y volvió a prometerse a sí mismo ser el mejor padre posible para ellos, aunque la incertidumbre sobre el futuro con Camila lo invadía.Una vez fuera, se despojó con cuidado de la bata estéril y la depositó en un cesto de basura designado para ese fin. Cada paso que daba hacia la salida lo alejaba de la seguridad que había sentido al lado de sus hijos, y se vio obligado a experimentar una angustiante sensación de vacío.Al regresar al pasillo, Alex se encontró con un entorno hospitalario que parecía ajeno a la alegría que acababa de vivir. El bullicio de las conversaciones, el tintineo de las máquinas y el constante trasiego de personal médico y visitantes creaban un contraste palpable con la calma de la sala de neonatología.Mientras
A la mañana siguiente, Alex se despertó en su espaciosa habitación de la mansión. Instintivamente, su mente vagó hacia el recuerdo de la leve reacción que creía haber visto el día anterior de parte de Camila. Mientras la luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas, Alex se puso de pie y se encaminó hacia el cuarto de baño, donde se aseó antes de cambiar su pijama por su acostumbrado atuendo. Aquel era un nuevo día y la esperanza de que fuera un día más cerca de la recuperación de su esposa, hizo que el sueño quedara a un lado. Una vez estuvo lista, Alex bajó las escaleras en silencio, sumido en sus pensamientos, hasta llegar a la acogedora cocina donde Mary ya preparaba el desayuno. El aroma a café recién hecho llenaba la estancia, mezclándose con el olor de pan tostado. —Buenos días, señor —lo saludó la empleada, mientras le servía una taza de café y un plato de tostadas, mientras él se sentaba en la mesa de la cocina.—Buenos días —respondió Alex, ahogando un bost
Una semana después. En la aséptica habitación de la Unidad de Cuidados Intensivos, en la que se encontraba internada Camila, Alex suspiró, mientras en las yemas de sus dedos sentía las pulsaciones de su esposa, quien aún permanecía inconsciente. Aquel simple latido, junto a la existencia de sus tres hijos, era lo único que le permitía no perder las esperanzas y la fe. Si bien él siempre se había considerado ateo, no podía negar que, en ese momento, se sentía profundamente enfocado en la oración. Si había alguien que podía lograr un milagro, ese era Dios. Al menos, eso se decía en el afán de mantener la calma dentro del caos que era su vida. Por esto, cada mañana, sintiéndose sumamente cansado, había comenzado a dirigirse a la pequeña capilla del hospital, antes de visitar a sus hijos en neonatología y luego acudir a la habitación de Camila, donde, durante la hora que había logrado que le habían habilitado para estar con ella, se encargaba de hablarle, asegurarle que todo estaría bi