A la mañana siguiente, Alex se despertó en su espaciosa habitación de la mansión. Instintivamente, su mente vagó hacia el recuerdo de la leve reacción que creía haber visto el día anterior de parte de Camila. Mientras la luz del sol se filtraba suavemente a través de las cortinas, Alex se puso de pie y se encaminó hacia el cuarto de baño, donde se aseó antes de cambiar su pijama por su acostumbrado atuendo. Aquel era un nuevo día y la esperanza de que fuera un día más cerca de la recuperación de su esposa, hizo que el sueño quedara a un lado. Una vez estuvo lista, Alex bajó las escaleras en silencio, sumido en sus pensamientos, hasta llegar a la acogedora cocina donde Mary ya preparaba el desayuno. El aroma a café recién hecho llenaba la estancia, mezclándose con el olor de pan tostado. —Buenos días, señor —lo saludó la empleada, mientras le servía una taza de café y un plato de tostadas, mientras él se sentaba en la mesa de la cocina.—Buenos días —respondió Alex, ahogando un bost
Una semana después. En la aséptica habitación de la Unidad de Cuidados Intensivos, en la que se encontraba internada Camila, Alex suspiró, mientras en las yemas de sus dedos sentía las pulsaciones de su esposa, quien aún permanecía inconsciente. Aquel simple latido, junto a la existencia de sus tres hijos, era lo único que le permitía no perder las esperanzas y la fe. Si bien él siempre se había considerado ateo, no podía negar que, en ese momento, se sentía profundamente enfocado en la oración. Si había alguien que podía lograr un milagro, ese era Dios. Al menos, eso se decía en el afán de mantener la calma dentro del caos que era su vida. Por esto, cada mañana, sintiéndose sumamente cansado, había comenzado a dirigirse a la pequeña capilla del hospital, antes de visitar a sus hijos en neonatología y luego acudir a la habitación de Camila, donde, durante la hora que había logrado que le habían habilitado para estar con ella, se encargaba de hablarle, asegurarle que todo estaría bi
En la empresa… —Alex, tienes que descansar —repuso Leo en un suspiro—. Ya has hecho demasiado por hoy. Lo mejor es que te enfoques en Camila y los niños, ya te lo he dicho —añadió, cruzando los brazos sobre su pecho. Su amigo lucía completamente agotado, mientras permanecía con la vista fija en el escritorio con la cabeza entre sus manos. Al escuchar por enésima vez aquellas palabras de parte de Leo, Alex suspiró. —Entiendo lo que quieres decir, pero ¿de qué me sirve no hacer nada? —preguntó, alzando la mirada hacia Leo—. Camila está en coma y los niños están en neonatología. No puedo estar con ellos cuanto quisiera, y, cuando no es horario de visitas, no tengo nada más para hacer. Mis pensamientos y la culpa que siento son una tortura —confesó con pesar—. ¿Qué más quieres que haga? Estoy atado de pies y manos, y no me queda más remedio que esperar. —A ver, Alex, lo que dices es comprensible, pero tampoco puedes hacer nada útil en el estado en el que te encuentras. Apenas duermes
—¡¿Gabriel?! —exclamó Alex con incredulidad al ver el nombre en la pantalla del móvil de Leo. Sin esperar respuesta, le arrebató el teléfono de la mano y lo sostuvo con firmeza, con la mirada clavada en la pantalla que mostraba el nombre de Gabriel. Un escalofrío recorrió su espalda al imaginar las posibles intenciones de aquel sujeto. Con manos temblorosas, presionó el botón para contestar y llevó el teléfono a su oreja, sintiendo cómo la furia se apoderaba de él. —¿Qué quieres, Gabriel? —preguntó Alex, su voz denotando tensión y desconfianza.—¡Oh, Alex, no esperaba que me atendieras tú! ¡Siempre tan directo! ¿Cómo estás? —respondió Gabriel con voz burlesca y calmada, como si estuviera disfrutando de la situación; algo que Alex no dudaba. —No tengo tiempo para juegos, Gabriel. ¿Por qué estás llamando? ¿Qué diablos quieres? —insistió Alex, apretando el teléfono con fuerza, mientras intentaba contener su ira.—Tranquilo, tranquilo. No te pongas así. Solo llamaba para felicitarte po
Una semana después de lo ocurrido en la empresa, especialmente en la filial Johnson Tech, Alex se encontraba en la tranquilidad de su habitación, aquel refugio momentáneo entre el caos que lo rodeaba, después de darse una ducha. Se sentía agotado; de hecho, ni siquiera había podido pegar ojo durante toda la noche. No podía dejar de pensar en Camila, en los trillizos y en el maldito Gabriel, que parecía no querer dejarlo en paz.Mientras se vestía, su mente se perdía en un mar de pensamientos. Reflexionaba sobre Gabriel, el hombre que una vez había considerado un hermano, y sobre que, ahora, se veía obligado a enfrentar la realidad amarga de sus acciones pasadas. Había buscado vengarse de James, a través de Camila, sin comprender completamente las consecuencias de sus actos, y ahora, se veía obligado a experimentar en carne propia que alguien lo odiara por el simple hecho de haber nacido y haber tenido más beneficios en la vida.Cada prenda que se ponía era como un recordatorio tangibl
Un mes después.—Vamos, Cami, entiendo cómo te sientes, de verdad. Sé que estás muy dolida por todo lo que Alex te ha hecho, por todo lo que me has contado. Pero, ¿por qué no le das una oportunidad? —preguntó Andrea, quien se encontraba sentada junto a su hermana en la nueva habitación que le habían asignado tras su recuperación.—¿En serio crees que puedo darle una segunda oportunidad, así como así después de todo lo sucedido? —inquirió Camila, con el ceño fruncido en un gesto de incredulidad.—Entiendo que estés dolida, Cami, pero Alex ha estado sufriendo mucho también. Ha cometido errores, pero creo que está arrepentido de verdad. Sería una lástima dejar que el dolor del pasado les impida construir un futuro juntos —insistió Andrea, mirando a su hermana con comprensión.—¿Por qué crees que quiero un futuro con Alex? —preguntó Camila, mirando fijamente a Andrea, buscando una respuesta que la reconfortara.—Vamos, Cami, ¿realmente no sientes nada por él? —inquirió Andrea, observando
—¿Qué? —exclamó Camila, incorporándose en la cama sobresaltada.Alex la detuvo con un simple gesto de la mano, sin apartar la mirada del guardia y la enfermera. ¿Cómo era posible que uno de sus hijos hubiese desaparecido? ¿Acaso eso tenía que ver también con el maldito Gabriel? No lo sabía, pero algo le indicaba que sus suposiciones estaban en lo correcto. No obstante, tenía que asegurarse y encontrar a su hijo. Con el corazón latiéndole desbocado, se puso de pie y se acercó al guardia.Por su parte, Camila sentía que perdería el conocimiento de un momento a otro. ¿Cómo era posible que uno de sus hijos hubiera desaparecido de la sala de neonatología? ¿Qué diablos estaba sucediendo? ¿Y por qué no podía estar en paz por un simple momento?—Díganme que esto es un error —pidió Alex, mirando a la enfermera y al guardia alternadamente.—Tristemente, no es así, señor Johnson. Lamento decirle que no es ningún error, su hija ha desaparecido —dijo la enfermera con firmeza.Alex se sintió abruma
Una vez que llegaron al sitio, se encontraron con una fábrica abandonada que se alzaba ante ellos envuelta en sombras y misterio. Alex y Leo se bajaron de sus coches y, sin decir una palabra, avanzaron con cautela, con cada uno de sus pasos resonando en el vacío del lugar. Al llegar al centro de la fábrica, se encontraron con la silueta de un hombre de pie en el centro de la estancia, dándoles la espalda.Al oírlos llegar, Gabriel, lentamente, se dio la vuelta y los miró con una siniestra sonrisa en el rostro.—Oh, qué placer que estés aquí, querido hermano —repuso Gabriel con un tono que erizó la piel de los brazos de Alex y Leo por igual.—¿Dónde está mi hija, Gabriel? —preguntó Alex con voz firme, decidido a no dejarse intimidar.Gabriel sonrió y se encogió de hombros, manteniendo su actitud desafiante mientras alzaba la barbilla con aspecto de estar divirtiéndose.—¿Tu hija? —preguntó Gabriel, fingiendo sorpresa—. ¿Por qué tendría que saber dónde está?Alex apretó los puños, inten