Una semana después de lo ocurrido en la empresa, especialmente en la filial Johnson Tech, Alex se encontraba en la tranquilidad de su habitación, aquel refugio momentáneo entre el caos que lo rodeaba, después de darse una ducha. Se sentía agotado; de hecho, ni siquiera había podido pegar ojo durante toda la noche. No podía dejar de pensar en Camila, en los trillizos y en el maldito Gabriel, que parecía no querer dejarlo en paz.Mientras se vestía, su mente se perdía en un mar de pensamientos. Reflexionaba sobre Gabriel, el hombre que una vez había considerado un hermano, y sobre que, ahora, se veía obligado a enfrentar la realidad amarga de sus acciones pasadas. Había buscado vengarse de James, a través de Camila, sin comprender completamente las consecuencias de sus actos, y ahora, se veía obligado a experimentar en carne propia que alguien lo odiara por el simple hecho de haber nacido y haber tenido más beneficios en la vida.Cada prenda que se ponía era como un recordatorio tangibl
Un mes después.—Vamos, Cami, entiendo cómo te sientes, de verdad. Sé que estás muy dolida por todo lo que Alex te ha hecho, por todo lo que me has contado. Pero, ¿por qué no le das una oportunidad? —preguntó Andrea, quien se encontraba sentada junto a su hermana en la nueva habitación que le habían asignado tras su recuperación.—¿En serio crees que puedo darle una segunda oportunidad, así como así después de todo lo sucedido? —inquirió Camila, con el ceño fruncido en un gesto de incredulidad.—Entiendo que estés dolida, Cami, pero Alex ha estado sufriendo mucho también. Ha cometido errores, pero creo que está arrepentido de verdad. Sería una lástima dejar que el dolor del pasado les impida construir un futuro juntos —insistió Andrea, mirando a su hermana con comprensión.—¿Por qué crees que quiero un futuro con Alex? —preguntó Camila, mirando fijamente a Andrea, buscando una respuesta que la reconfortara.—Vamos, Cami, ¿realmente no sientes nada por él? —inquirió Andrea, observando
—¿Qué? —exclamó Camila, incorporándose en la cama sobresaltada.Alex la detuvo con un simple gesto de la mano, sin apartar la mirada del guardia y la enfermera. ¿Cómo era posible que uno de sus hijos hubiese desaparecido? ¿Acaso eso tenía que ver también con el maldito Gabriel? No lo sabía, pero algo le indicaba que sus suposiciones estaban en lo correcto. No obstante, tenía que asegurarse y encontrar a su hijo. Con el corazón latiéndole desbocado, se puso de pie y se acercó al guardia.Por su parte, Camila sentía que perdería el conocimiento de un momento a otro. ¿Cómo era posible que uno de sus hijos hubiera desaparecido de la sala de neonatología? ¿Qué diablos estaba sucediendo? ¿Y por qué no podía estar en paz por un simple momento?—Díganme que esto es un error —pidió Alex, mirando a la enfermera y al guardia alternadamente.—Tristemente, no es así, señor Johnson. Lamento decirle que no es ningún error, su hija ha desaparecido —dijo la enfermera con firmeza.Alex se sintió abruma
Una vez que llegaron al sitio, se encontraron con una fábrica abandonada que se alzaba ante ellos envuelta en sombras y misterio. Alex y Leo se bajaron de sus coches y, sin decir una palabra, avanzaron con cautela, con cada uno de sus pasos resonando en el vacío del lugar. Al llegar al centro de la fábrica, se encontraron con la silueta de un hombre de pie en el centro de la estancia, dándoles la espalda.Al oírlos llegar, Gabriel, lentamente, se dio la vuelta y los miró con una siniestra sonrisa en el rostro.—Oh, qué placer que estés aquí, querido hermano —repuso Gabriel con un tono que erizó la piel de los brazos de Alex y Leo por igual.—¿Dónde está mi hija, Gabriel? —preguntó Alex con voz firme, decidido a no dejarse intimidar.Gabriel sonrió y se encogió de hombros, manteniendo su actitud desafiante mientras alzaba la barbilla con aspecto de estar divirtiéndose.—¿Tu hija? —preguntó Gabriel, fingiendo sorpresa—. ¿Por qué tendría que saber dónde está?Alex apretó los puños, inten
Cuando Leo oyó la detonación dentro de la fábrica el corazón se le desbocó. ¿Qué diablos acababa de suceder? —Leo, ¿qué sucede? —preguntó Andrea, al otro lado de la línea. En cuanto su amigo le pidió que saliera, Leo había llamado a la policía, por lo que pudiera suceder, antes de ponerse en contacto con Andrea. La ansiedad que sentía en ese momento era tal que no podía estar en silencio, en medio de la noche, esperando que su amigo saliera de aquella fábrica abandonada. —No lo sé, Andre, no tengo idea. Déjame que vea y luego te llamo, ¿sí? Estos dos… —Suspiró, mientras se acercaba a los enormes portones. —Tranquilo, ve y fíjate, pero ten cuidado, ¿sí? —repuso Andrea, con voz preocupada. —No te preocupes. Hablamos luego —dijo Leo y cortó la comunicación. Sin perder tiempo, se guardó el móvil en el bolsillo y corrió hacia el interior, al vislumbrar, a lo lejos, que Alex se encontraba de rodillas. —¡Alex, ¿qué ha pasado?! —preguntó Leo, en cuanto llegó junto a su amigo. Alex, qu
—¿Qué? —exclamó Leo, alertando a Alex, quien lo miró con los ojos abiertos de par en par, mientras arrullaba a la pequeña quien se quejaba en sus brazos—. ¿Han revisado las cámaras? ¿Crees que ha podido salir del hospital?—Sí, Leo, revisamos las cámaras y no aparece en ninguna de las salidas. Pero hay ciertas secciones del hospital que no tienen cámara por protocolo y, aunque llevamos una hora buscándola, no hemos podido encontrarla. No sabemos dónde se puede haber metido —respondió Andrea, agitada—. No sé en qué momento se ha marchado, porque solo me ausenté unos diez minutos, que fui al bufete a buscar algo de comer y de beber. —Está bien, ahora mismo vamos para allá, pero si la encuentras dile que hemos encontrado a la pequeña —le informó, con la esperanza de que esa noticia relajara a Camila. —¿Qué? ¿Es en serio? —preguntó Andrea y Leo se pudo imaginar cómo se llevaba una mano al pecho. —Sí, Andre, la hemos encontrado y está con Alex. Pero ahora vamos de camino hacia allí. Cu
CAPÍTULO 96 – —¡Camila! —gritaron, a su vez, el doctor McCarthy y Andrea, con los ojos abiertos de par en par. Camila se precipitó al vacío, dejando a todos completamente helados, hasta las fuertes manos de Alex, quien corrió a toda velocidad y se acostó boca abajo contra el borde del edificio, asieron uno de los brazos de Camila. Alex se aferró con todas sus fuerzas al brazo de Camila, sintiendo cómo la fuerza de la gravedad tiraba de ella hacia abajo. —¡Camila, agárrate a mí! ¡No te sueltes! —exclamó, su voz resonando en la noche, mientras sentía el miedo y la desesperación, abriéndose paso en su pecho.El doctor McCarthy y Andrea se acercaron rápidamente.—Vamos, Camila, alza el otro brazo —la apremió Andrea, tendiendo sus brazos, al igual que el doctor McCarthy—. No te dejaremos caer. —No creo poder hacerlo —dijo Camila, bajando la mirada y viendo el precipicio que se extendía bajo sus pies. Era una caída de más de treinta metros y, si caía, no habría Dios que pudiera salvar
DOS MESES DESPUÉS Después de dos semanas más después del accidente en la azotea y de que Camila hubiera buscado apoyo de un psicólogo, además del de su hermana, de Leo y del propio Alex, a quien había decidido darle una nueva oportunidad, Camila había sido dada de alta y ahora se encontraba en la seguridad de la mansión, en la habitación de los trillizos, junto a Andrea. La noche era tranquila y serena. —¿A dónde vas? —preguntó Camila, sorprendida, al ver que su hermana se dirigía a la puerta de la habitación, mientras ella se encontraba dándole el pecho a uno de los trillizos, mientras los otros dos dormían apaciblemente. —Acabo de recibir un mensaje de Leo. No sé qué quiere, pero ya regreso. Camila alzó una ceja y sonrió, divertida. —Luego dices que no hay nada entre tú y él. —La miró por entre las pestañas sin dejar de sonreír. —No hay nada. Si lo hubiera, serías la primera en saberlo. —Ya lo sé, solo que tú no lo quieres reconocer. Andrea la fulminó con la mirada, mientras