Alex frunció el ceño al ver que su amigo mantenía el teléfono en sus manos, observando la pantalla con una expresión de indecisión. La luz del teléfono se reflejaba en su rostro, resaltando la sorpresa en sus ojos.—¿Qué te sucede, Leo? ¿Por qué no atiendes? —preguntó, desconcertado.—Alex, es Andrea —respondió Leo, alzando la mirada hacia su amigo. —¿Andrea? —repitió, haciendo una mueca de incredulidad. Leo asintió, antes de preguntar:—¿Qué querrá? —No lo sé, pero si no atiendes tampoco lo averiguaremos —respondió Alex, arrebatándole el teléfono de las manos, mientras se ponía de pie. —Oye, no es bueno que te escuche en un sitio como este… —dijo Leo con un gesto de incomodidad—. ¿Qué crees que pensará si oye que estás en un lugar como este mientras su hermana está en coma? Alex lo pensó por un momento. Leo tenía razón, no podía dejar que Andrea malinterpretara la situación. Pensativo y sintiendo cómo el móvil sonaba una y otra vez, se humedeció los labios y rechazó la llamada,
Alex abrió los ojos de par en par. ¿Qué diablos estaba diciendo aquella muchacha? ¿Acaso el accidente de su hermana le había afectado tanto como para inventar cosas completamente absurdas?—Andrea, por favor, ¿qué estás diciendo? ¿Acaso te has vuelto loca? —preguntó en un tono sarcástico mientras alzaba las cejas.Por su parte, Leo alternaba la mirada entre su amigo y aquella muchacha, aunque realmente le costaba apartarla de esta última, atento a sus palabras.—Alex, lo que te estoy diciendo no es parte de un ataque de esquizofrenia ni de ningún tipo de locura —aclaró Andrea, mirándolo fijamente—. Esto, tristemente, es la verdad. Alex negó con la cabeza, completamente incrédulo. Lo que estaba diciendo Andrea no tenía ni pies ni cabeza.—Es imposible que seamos primos —repuso con firmeza.—Sé que te puede resultar sumamente difícil de comprender, pero mi padre me lo acaba de confesar. —Andrea bajó la mirada en un gesto de pena.—¿Qué? ¿En serio vas a creerle esa absurdez? —exclamó.—
—Es mi abuela... —respondió, tomando la llamada.¿Qué era lo que quería a esa hora? ¿Acaso sabía lo que le había sucedido a Camila? Y si así era..., ¿cómo se había enterado? —¿Qué? ¿Tu abuela? —preguntó Leo, igual lo más sorprendido que Alex—. ¿No se supone que ella ya debería estar en la cama?—Eso creí —respondió Alex, mirando la pantalla de su teléfono.Andrea alternó la mirada entre Leo y Alex, frunciendo el ceño antes de decir:—¿No piensas atender?Alex cerró los ojos por un par de segundos y suspiró, antes de volver a abrirlos y deslizar el dedo por la pantalla de su móvil.—Hola, abuela. ¿Qué sucede? —preguntó, llevándose el móvil a la oreja.—Hijo, ¿qué ha pasado? ¿Por qué no me has llamado? —inquirió Elizabeth con tono autoritario.Alex frunció el ceño, desconcertado. ¿Por qué diablos le estaba recriminando aquello a esa hora de la noche?—¿Has visto la hora que es? La anciana soltó un profundo suspiro.—Por eso mismo, ¿en qué momento piensas decirme lo que pasó con Camila
Tras llamar al timbre, la puerta se abrió prácticamente de inmediato, como si Elizabeth estuviera al otro lado, esperándolos con impaciencia. La luz tenue del recibidor apenas iluminaba su rostro, creando un aura de misterio a su alrededor. Sus ojos, cansados pero determinados, se clavaron en los de Alex y de Andrea, como si pudiera leer en sus almas. El silencio se hizo presente por un instante, antes de que Elizabeth rompiera el hielo con un gesto hacia el interior de la casa. —Por favor, pasen —los invitó, haciéndose a un lado, para permitirles entrar.Andrea y Alex intercambiaron una breve mirada, antes de asentir y adentrarse en la vivienda.—Vamos a la biblioteca —repuso la anciana, tras cerrar la puerta con cuidado—. Allí podremos hablar mucho más cómodos.Tras decir esto, Elizabeth comenzó a andar, y Alex y Andrea, la siguieron en silencio.Una vez en el interior de la opulenta biblioteca, la mujer se sentó en uno de los sofás frente a la chimenea y, con un gesto de la mano,
—¿Qué fue eso? —preguntó Andrea, sintiendo que el corazón le latía desbocado, alerta.—No lo sé —respondió Alex—. Abuela, ¿hay algún animal...?Elizabeth negó vehementemente con la cabeza.—No, eso no es un animal —lo interrumpió, frunciendo el ceño en un gesto de preocupación.—Cuando llegamos... —comenzó a decir Andrea, mirando a Alex con los ojos abiertos de par en par—. ¿Crees que alguien se ha metido a la villa?—Eso es imposible —respondió Alex e hizo una mueca, pensativo—. La seguridad de la villa es exce...Sin embargo, Alex se detuvo en seco, recordando cómo Irina había logrado entrar el día en el que había dicho frente a todos que Camila estaba embarazada, aunque aún no sabía cómo se había enterado.Rápidamente, se encaminó hacia la puerta de la biblioteca ante la mirada sorprendida de Andrea y de su abuela.—¿A dónde vas? —preguntó Elizabeth.Sin embargo, Alex no respondió, sino que se limitó a abrir la puerta y desaparecer tras ella.Sin perder tiempo, Andrea corrió tras é
Una semana después.—Alfred, necesito que encuentres toda la información posible. Necesito pruebas en contra de Gabriel Hamilton e Irina Volkova —dijo Alex.Alex se encontraba reunido con Alfred en su oficina. Durante la última semana, se había mantenido bastante alejado de la empresa, dado que Leo se estaba haciendo cargo de los negocios. Sin embargo, Andrea había sido quien lo había convencido de volver. Después de todo, él no podía hacer nada porque Camila despertara, pero sí que podía hacer todo lo posible para atrapar al maldito Gabriel y a la escurridiza Irina.En un primer momento, había acudido a la policía para aportar toda la información que tenía sobre Gabriel e Irina; sin embargo, no había tenido ni la más mínima noticia desde hacía diez días. Por lo que, tras decidir volver a la empresa, lo primero que hizo fue llamar a Alfred. Necesitaba que utilizara todos sus conocimientos, no solo informáticos, para dar con esos dos. Si las autoridades no podían hacer nada para atrapa
Una vez que Xavier estacionó en el aparcamiento del Hospital Central, Alex se apeó rápidamente del vehículo y corrió hacia la entrada con el faldón del saco de su traje ondeando tras él. Sin saber muy bien dónde dirigirse, se encaminó hacia la recepcionista, en el mismo momento en el que Leo doblaba la esquina de un pasillo. —Alex —lo llamó. Alex se dio media vuelta y se encontró con su amigo caminando hacia él con la chaqueta en colgada de un brazo, la camisa arremangada hasta los codos y las manos en los bolsillos. —Leo, ¿qué pasó? ¿Has hablado con el médico? —preguntó, acercándose a él, con el rostro desencajado. —Tranquilo, Alex. Aún no hay ninguna noticia. Pero es bueno que hayas llegado. El médico le comunicó todo a Andrea, quien corrió hacia aquí y me llamó de camino.—¿Te llamó? —preguntó Alex, sorprendido. —Sí —asintió—. Intentó comunicarse contigo, pero…, bueno, ya sabes, no pudo, como yo tampoco, hasta que te dignaste a llamarme. —Lo siento, pero necesitaba enfocarme
Alex, Leo y Andrea abrieron los ojos de par en par con incredulidad.—Eso es imposible —repuso Alex, negando con la cabeza—. Camila apenas demostraba que estaba embarazada, además en las ecografías que le han hecho aquí —añadió, mirando al médico fijamente.El médico asintió, comprensivo.—Lo entiendo, señor, pero tiene que saber que los niños no son demasiado robustos, y no en todos los casos el vientre materno acusa lo que realmente pasa dentro de él. Además, muchas veces solo se ve un niño, ya que sus hermanos están ocultos detrás de él. —Esto… Yo… ¿Puedo verlos? —preguntó Alex, sin saber muy bien qué decir.Estaba efectivamente sorprendido por la noticia, pero aquello no había hecho más que aumentar su felicidad.Tres niños. Dos pequeños Alex y una mini Camila. ¿Qué más podía pedir?«Que Camila despierte y que te perdone para que ambos puedan disfrutar de la vida y de sus hijos», repuso una voz en el interior de su cabeza.Alex sintió en lo más profundo de su ser que eso era lo ú