—¿Me podría facilitar una fotografía de Alex Johnson? —preguntó el oficial, mirando a Leo. Necesitaba comparar; ambos hombres eran demasiado parecidos. Leo asintió y, rápidamente, tomó el teléfono de la mano del oficial Jones, para buscar una foto de su mejor amigo, antes de entregarle nuevamente el aparato al hombre. El oficial Jones comparó las fotografías y analizó la situación, dándose cuenta de que, en efecto, parecía que aquel sujeto retratado junto a diferentes dictadores era nada más y nada menos que Gabriel. Sin embargo, había algo más que lo preocupaba: las firmas que aparecían en los documentos de tratos espurios. ¿Era posible que las hubieran falsificado? —Tendré que enviar esto a analizar con los peritos —repuso el oficial frunciendo el ceño—. Sin embargo, hay algo más que me gustaría saber. ¿Podrían conseguir algún documento con la firma real de Alex Johnson? Camila miró al oficial por un momento y, pensativa, abrió su bolso de donde sacó su libreta de matrimonio.
Tras aquella breve conversación, Leo puso el coche en marcha y ambos se dirigieron hacia la mansión.Si bien Camila quería saber todo, absolutamente todo, sobre Alex y su pasado, así como también qué lo había motivado a querer vengarse de su padre y de ella, no podía negar que su estómago estaba completamente vacío. No había probado bocado desde la noche anterior y no podía permitirse continuar así después de lo que había pasado y de la droga que le habían suministrado en la bebida. No podía permitirse poner en riesgo aún más su embarazo.Por este motivo, no se opuso a los deseos de Leo de comer algo. Después de todo, había pasado los últimos meses sumergida en una vida en la que apenas conocía a su esposo, por lo que saber la verdad podía esperar un poco más.Una vez que llegaron a la casa de Leo, ambos se apearon del coche rápidamente y se encaminaron hacia el interior de la vivienda. —Erika —llamó Leo, mientras colgaba su abrigo en el perchero que se encontraba detrás de la puerta
Leo pudo ver como el rostro de Camila se desfiguraba por la impresión y no pudo evitar sentirse horriblemente mal de haber sido el portador de aquella angustiante noticia. No obstante, ahora que ya lo había hecho, no había vuelta atrás y, quizás, así ella podría comprender mejor toda la situación.«Tal vez, si se lo hubiera dicho Alex…»Leo cortó sus pensamientos en seco. No tenía ni la más mínima idea de qué hubiera sucedido, por lo que, ¿qué sentido tenía siquiera pensarlo?Los ojos de Camila se habían anegado en lágrimas que no había sido capaz de contener y que ahora rodaban por sus mejillas sin control. Se sentía devastada, traicionada, pero lo peor de todo era que no sabía por quién. Inspiró profundo mientras apretaba los dientes. Necesitaba respuestas y las necesitaba cuanto antes.—Por eso quiere vengarse de mi padre —dijo con un tono de voz apenas audible. No era una pregunta, sino más bien una afirmación, una constatación de que no había entendido mal.Leo asintió con la cab
Camila salió de la villa con la mente llena de pensamientos sumamente confusos. Leo tenía razón, habían pasado demasiadas cosas aquel día y su cuerpo apenas le respondía. No obstante, si no hubiera conocido a Alex Johnson, nunca habría pasado por todo aquello, por lo que debía hablar con él cuánto antes. Luego de caminar alrededor de veinte minutos, llegó a una de las calles cercanas donde había una parada de taxis. Sin pensarlo dos veces, se montó en uno de los coches y le indicó la dirección.—Señorita, ¿se encuentra bien? —le preguntó el taxista al ver su rostro demacrado por el cansancio. —Sí, no se preocupe. Solo lléveme a la dirección que le acabo de indicar —respondió Camila, mientras miraba por la ventanilla, deseosa de que se pusiera en marcha cuanto antes.El hombre le dedicó una última mirada antes de poner el coche en marcha y encaminarse hacia la villa de Alex.Cuando Camila llegó a la villa, lo hizo con el corazón acelerado y la mente llena de pensamientos confusos y d
Al ver a Camila en el suelo, Alex sintió un nudo en la garganta y un peso abrumador en el pecho. Sus piernas temblaban mientras descendía las escaleras corriendo, con el miedo y la desesperación latiendo en su pecho. Se arrodilló a su lado, su corazón latiendo con fuerza mientras tomaba su mano, sintiendo el frío de su piel y su débil pulso.—¡Camila! ¡Camila! —gritó con desesperación sacudiendo la suavemente, pero no obtuvo respuesta.Las lágrimas brotaron de sus cristalinos ojos mientras luchaba por contener un sollozo. Se culpaba a sí mismo por lo que había sucedido, recordando cada momento en el que había lastimado a Camila, cada palabra hiriente y cada acto de egoísmo.Se sentía como el peor de los monstruos, incapaz de proteger a la mujer que amaba; y se maldijo a sí mismo por haber caído en la venganza ciega, por no haber sido lo suficientemente valiente para enfrentar sus propios miedos y demonios.Ahora, todo lo que quería era que Camila abriera los ojos y lo mirara, para ten
Cuando llegó al hospital, Alex se bajó de su coche y se encaminó detrás de los paramédicos que llevaban a Camila hacia la sala de urgencias. La noche estaba fría y la iluminación del hospital creaba sombras alargadas que se movían con la actividad frenética.Las luces parpadeantes de las ambulancias iluminaban el camino, y el sonido de los motores resonaba en el aire. Alex se apresuró a seguir a los paramédicos, sintiendo la urgencia y la preocupación crecer en su pecho mientras se acercaban al área de emergencias.Una vez dentro, las enfermeras y los médicos rodearon la camilla de inmediato, formando un equipo coordinado que trabajaba a toda velocidad.—¡Traigan la bomba de infusión y preparen la sala de cirugía! —gritó uno de los médicos.—¡Necesitamos una resonancia magnética urgente! —ordenó otra voz desde el otro lado de la sala.Alex se mantuvo cerca, observando con ansiedad mientras el personal médico evaluaba la situación y tomaba medidas para estabilizar a Camila. La sala de
—Alex —lo llamó Leo.En cuanto había llegado al nosocomio, Leo se había bajado del vehículo y se había encaminado a la sala de urgencias, aunque no sabía si era allí donde encontraría a su amigo. No obstante, su intuición no le había fallado y lo encontró allí, sentado en una de las sillas azules de la sala de espera, con los codos hincados sobre sus rodillas y el rostro oculto entre sus manos.Al escuchar la voz de su mejor amigo llamándolo, Alex alzó la cabeza y lo miró con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas.Leo no podía creer lo que estaba viendo. Era la primera vez en su vida que veía a Alex en ese estado, y no pudo evitar sentir que se le estrujaba el corazón. Ese hombre, aparentemente tan fuerte y rudo, estaba destrozado, y él no podía evitar compartir su sentir.—Leo, ¿qué hice? ¿Qué hice? —preguntó, repitiendo sus palabras como un autómata, mientras se ponía de pie y tomaba a su mejor amigo por los hombros—. ¿Qué hice?Leo, incrédulo pero conmovido, lo tomó por el ante
La pausa del médico solo sirvió para poner a Alex aún más nervioso. ¿Por qué diablos no le decía las cosas de una vez? ¿Es que acaso era necesario que le pusiera tanto suspenso?—Doctor, ¿qué pasó con ella? —preguntó Alex y tragó saliva.—La señora se encuentra estable —respondió el médico—, hemos realizado con éxito la cirugía necesaria para suturar la herida de su cabeza, además de realizarle todos los estudios pertinentes.Al escuchar esto, Alex no sabía cómo reaccionar. Por un lado, se sentía más tranquilo al saber que Camila estaba bien, o tan bien como cabía esperar. Sin embargo, por otro lado, no dejaba de maldecirse; si ella se encontraba en esa situación, era pura y exclusivamente por su culpa.Alex cerró los ojos, inspiró profundamente y soltó el aire con lentitud antes de preguntar:—¿Puedo verla?—A pesar de que todo ha salido bien durante la intervención y de que los resultados han sido positivos, la señora Johnson se encuentra inconsciente.—¿Qué quiere decir con eso? —p