Camila salió de la villa con la mente llena de pensamientos sumamente confusos. Leo tenía razón, habían pasado demasiadas cosas aquel día y su cuerpo apenas le respondía. No obstante, si no hubiera conocido a Alex Johnson, nunca habría pasado por todo aquello, por lo que debía hablar con él cuánto antes. Luego de caminar alrededor de veinte minutos, llegó a una de las calles cercanas donde había una parada de taxis. Sin pensarlo dos veces, se montó en uno de los coches y le indicó la dirección.—Señorita, ¿se encuentra bien? —le preguntó el taxista al ver su rostro demacrado por el cansancio. —Sí, no se preocupe. Solo lléveme a la dirección que le acabo de indicar —respondió Camila, mientras miraba por la ventanilla, deseosa de que se pusiera en marcha cuanto antes.El hombre le dedicó una última mirada antes de poner el coche en marcha y encaminarse hacia la villa de Alex.Cuando Camila llegó a la villa, lo hizo con el corazón acelerado y la mente llena de pensamientos confusos y d
Al ver a Camila en el suelo, Alex sintió un nudo en la garganta y un peso abrumador en el pecho. Sus piernas temblaban mientras descendía las escaleras corriendo, con el miedo y la desesperación latiendo en su pecho. Se arrodilló a su lado, su corazón latiendo con fuerza mientras tomaba su mano, sintiendo el frío de su piel y su débil pulso.—¡Camila! ¡Camila! —gritó con desesperación sacudiendo la suavemente, pero no obtuvo respuesta.Las lágrimas brotaron de sus cristalinos ojos mientras luchaba por contener un sollozo. Se culpaba a sí mismo por lo que había sucedido, recordando cada momento en el que había lastimado a Camila, cada palabra hiriente y cada acto de egoísmo.Se sentía como el peor de los monstruos, incapaz de proteger a la mujer que amaba; y se maldijo a sí mismo por haber caído en la venganza ciega, por no haber sido lo suficientemente valiente para enfrentar sus propios miedos y demonios.Ahora, todo lo que quería era que Camila abriera los ojos y lo mirara, para ten
Cuando llegó al hospital, Alex se bajó de su coche y se encaminó detrás de los paramédicos que llevaban a Camila hacia la sala de urgencias. La noche estaba fría y la iluminación del hospital creaba sombras alargadas que se movían con la actividad frenética.Las luces parpadeantes de las ambulancias iluminaban el camino, y el sonido de los motores resonaba en el aire. Alex se apresuró a seguir a los paramédicos, sintiendo la urgencia y la preocupación crecer en su pecho mientras se acercaban al área de emergencias.Una vez dentro, las enfermeras y los médicos rodearon la camilla de inmediato, formando un equipo coordinado que trabajaba a toda velocidad.—¡Traigan la bomba de infusión y preparen la sala de cirugía! —gritó uno de los médicos.—¡Necesitamos una resonancia magnética urgente! —ordenó otra voz desde el otro lado de la sala.Alex se mantuvo cerca, observando con ansiedad mientras el personal médico evaluaba la situación y tomaba medidas para estabilizar a Camila. La sala de
—Alex —lo llamó Leo.En cuanto había llegado al nosocomio, Leo se había bajado del vehículo y se había encaminado a la sala de urgencias, aunque no sabía si era allí donde encontraría a su amigo. No obstante, su intuición no le había fallado y lo encontró allí, sentado en una de las sillas azules de la sala de espera, con los codos hincados sobre sus rodillas y el rostro oculto entre sus manos.Al escuchar la voz de su mejor amigo llamándolo, Alex alzó la cabeza y lo miró con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas.Leo no podía creer lo que estaba viendo. Era la primera vez en su vida que veía a Alex en ese estado, y no pudo evitar sentir que se le estrujaba el corazón. Ese hombre, aparentemente tan fuerte y rudo, estaba destrozado, y él no podía evitar compartir su sentir.—Leo, ¿qué hice? ¿Qué hice? —preguntó, repitiendo sus palabras como un autómata, mientras se ponía de pie y tomaba a su mejor amigo por los hombros—. ¿Qué hice?Leo, incrédulo pero conmovido, lo tomó por el ante
La pausa del médico solo sirvió para poner a Alex aún más nervioso. ¿Por qué diablos no le decía las cosas de una vez? ¿Es que acaso era necesario que le pusiera tanto suspenso?—Doctor, ¿qué pasó con ella? —preguntó Alex y tragó saliva.—La señora se encuentra estable —respondió el médico—, hemos realizado con éxito la cirugía necesaria para suturar la herida de su cabeza, además de realizarle todos los estudios pertinentes.Al escuchar esto, Alex no sabía cómo reaccionar. Por un lado, se sentía más tranquilo al saber que Camila estaba bien, o tan bien como cabía esperar. Sin embargo, por otro lado, no dejaba de maldecirse; si ella se encontraba en esa situación, era pura y exclusivamente por su culpa.Alex cerró los ojos, inspiró profundamente y soltó el aire con lentitud antes de preguntar:—¿Puedo verla?—A pesar de que todo ha salido bien durante la intervención y de que los resultados han sido positivos, la señora Johnson se encuentra inconsciente.—¿Qué quiere decir con eso? —p
Cuando llegó a la cafetería que se encontraba frente al Hospital Central, Andrea se apeó del coche y se encaminó hacia el interior del local.Una vez cruzó el umbral de las puertas acristaladas, en un rincón de la cafetería vio que Alex se encontraba sentado a una mesa, junto a un hombre sumamente guapo.Inspirando profundamente, se acercó a ellos, sintiéndose ansiosa de saber qué había sucedido con su hermana. Al ver a la muchacha, Leo no pudo evitar abrir los ojos de par en par, sorprendido por su belleza. No le parecía ilógico, después de todo, Camila era sumamente guapa, sin embargo…«Cálmate, Leo», se dijo. «Recuerda por qué estás aquí».Suspiró y tragó saliva, mientras Alex se ponía de pie y él lo imitaba, para saludar a la joven.—Hola, Andrea. Gracias por venir —saludó Alex, con un asentimiento, pero con el rostro inexpresivo, antes de tomar asiento una vez más, invitándola a hacer lo mismo—. Él es Leo, mi mejor amigo —los presentó.Andrea esbozó una sonrisa forzada y asintió
Al salir de la cafetería, Andrea se dirigió hacia el hospital a toda velocidad. No sabía muy bien a quién preguntarle dónde estaba su hermana, por lo que decidió no perder tiempo y se encaminó hacia la recepción.—Buenas noches. Estoy buscando a una paciente que ha sido trasladada esta misma tarde. Su nombre es Camila Goodwin.La recepcionista, una mujer de unos cincuenta años con el cabello rubio peinado hacia atrás en una coleta sumamente tirante, y unas gafas de montura fina, alzó la mirada de la revista que tenía en sus manos y la miró con un gesto de cansancio.—¿Es usted familiar de la paciente? —preguntó la mujer con voz monótona, casi como si se tratara de un robot.Andrea suspiró, preguntándose qué tipo de selección de personal realizaban para que en todos los lugares a los que iba se encontrara con recepcionistas que siempre estaban de mal humor.—Sí, soy su hermana. Acaban de avisarme de que ha sido hospitalizada y me gustaría hablar con el médico que está a cargo de ella —
—Andrea, ¿dónde estás? —la interrogó su padre, en cuanto ella atendió la llamada—. Te estuve buscando. Pensé que estabas en tu habitación. ¿Dónde te has metido? Andrea suspiró, se humedeció los labios y observó a su hermana, antes de responder. No estaba muy segura de cómo tomaría su padre aquella noticia, sin embargo, él debía saberlo.«Debí haberlo llamado antes, o haberle avisado que saldría», pensó.Sin embargo, la noticia la había tomado tan desprevenida y había causado tal impacto en ella, que ni siquiera se había detenido a pensar en la preocupación que su ausencia despertaría en su padre.—Estoy en el Hospital Central —dijo, sin pensar, y se arrepintió inmediatamente.—¡¿Qué?! ¿Cómo? ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —James lanzó las preguntas, una tras otra, como una ametralladora, casi sin respirar.—S-sí, papá, estoy bien —afirmó Andrea con la voz llena de pesar.—¿Entonces? ¿Qué pasa? ¿Qué haces en el hospital? —preguntó James, evidentemente desconcertado.—Papá, es Camila —resp