Cuando llegó al hospital, Alex se bajó de su coche y se encaminó detrás de los paramédicos que llevaban a Camila hacia la sala de urgencias. La noche estaba fría y la iluminación del hospital creaba sombras alargadas que se movían con la actividad frenética.Las luces parpadeantes de las ambulancias iluminaban el camino, y el sonido de los motores resonaba en el aire. Alex se apresuró a seguir a los paramédicos, sintiendo la urgencia y la preocupación crecer en su pecho mientras se acercaban al área de emergencias.Una vez dentro, las enfermeras y los médicos rodearon la camilla de inmediato, formando un equipo coordinado que trabajaba a toda velocidad.—¡Traigan la bomba de infusión y preparen la sala de cirugía! —gritó uno de los médicos.—¡Necesitamos una resonancia magnética urgente! —ordenó otra voz desde el otro lado de la sala.Alex se mantuvo cerca, observando con ansiedad mientras el personal médico evaluaba la situación y tomaba medidas para estabilizar a Camila. La sala de
—Alex —lo llamó Leo.En cuanto había llegado al nosocomio, Leo se había bajado del vehículo y se había encaminado a la sala de urgencias, aunque no sabía si era allí donde encontraría a su amigo. No obstante, su intuición no le había fallado y lo encontró allí, sentado en una de las sillas azules de la sala de espera, con los codos hincados sobre sus rodillas y el rostro oculto entre sus manos.Al escuchar la voz de su mejor amigo llamándolo, Alex alzó la cabeza y lo miró con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas.Leo no podía creer lo que estaba viendo. Era la primera vez en su vida que veía a Alex en ese estado, y no pudo evitar sentir que se le estrujaba el corazón. Ese hombre, aparentemente tan fuerte y rudo, estaba destrozado, y él no podía evitar compartir su sentir.—Leo, ¿qué hice? ¿Qué hice? —preguntó, repitiendo sus palabras como un autómata, mientras se ponía de pie y tomaba a su mejor amigo por los hombros—. ¿Qué hice?Leo, incrédulo pero conmovido, lo tomó por el ante
La pausa del médico solo sirvió para poner a Alex aún más nervioso. ¿Por qué diablos no le decía las cosas de una vez? ¿Es que acaso era necesario que le pusiera tanto suspenso?—Doctor, ¿qué pasó con ella? —preguntó Alex y tragó saliva.—La señora se encuentra estable —respondió el médico—, hemos realizado con éxito la cirugía necesaria para suturar la herida de su cabeza, además de realizarle todos los estudios pertinentes.Al escuchar esto, Alex no sabía cómo reaccionar. Por un lado, se sentía más tranquilo al saber que Camila estaba bien, o tan bien como cabía esperar. Sin embargo, por otro lado, no dejaba de maldecirse; si ella se encontraba en esa situación, era pura y exclusivamente por su culpa.Alex cerró los ojos, inspiró profundamente y soltó el aire con lentitud antes de preguntar:—¿Puedo verla?—A pesar de que todo ha salido bien durante la intervención y de que los resultados han sido positivos, la señora Johnson se encuentra inconsciente.—¿Qué quiere decir con eso? —p
Cuando llegó a la cafetería que se encontraba frente al Hospital Central, Andrea se apeó del coche y se encaminó hacia el interior del local.Una vez cruzó el umbral de las puertas acristaladas, en un rincón de la cafetería vio que Alex se encontraba sentado a una mesa, junto a un hombre sumamente guapo.Inspirando profundamente, se acercó a ellos, sintiéndose ansiosa de saber qué había sucedido con su hermana. Al ver a la muchacha, Leo no pudo evitar abrir los ojos de par en par, sorprendido por su belleza. No le parecía ilógico, después de todo, Camila era sumamente guapa, sin embargo…«Cálmate, Leo», se dijo. «Recuerda por qué estás aquí».Suspiró y tragó saliva, mientras Alex se ponía de pie y él lo imitaba, para saludar a la joven.—Hola, Andrea. Gracias por venir —saludó Alex, con un asentimiento, pero con el rostro inexpresivo, antes de tomar asiento una vez más, invitándola a hacer lo mismo—. Él es Leo, mi mejor amigo —los presentó.Andrea esbozó una sonrisa forzada y asintió
Al salir de la cafetería, Andrea se dirigió hacia el hospital a toda velocidad. No sabía muy bien a quién preguntarle dónde estaba su hermana, por lo que decidió no perder tiempo y se encaminó hacia la recepción.—Buenas noches. Estoy buscando a una paciente que ha sido trasladada esta misma tarde. Su nombre es Camila Goodwin.La recepcionista, una mujer de unos cincuenta años con el cabello rubio peinado hacia atrás en una coleta sumamente tirante, y unas gafas de montura fina, alzó la mirada de la revista que tenía en sus manos y la miró con un gesto de cansancio.—¿Es usted familiar de la paciente? —preguntó la mujer con voz monótona, casi como si se tratara de un robot.Andrea suspiró, preguntándose qué tipo de selección de personal realizaban para que en todos los lugares a los que iba se encontrara con recepcionistas que siempre estaban de mal humor.—Sí, soy su hermana. Acaban de avisarme de que ha sido hospitalizada y me gustaría hablar con el médico que está a cargo de ella —
—Andrea, ¿dónde estás? —la interrogó su padre, en cuanto ella atendió la llamada—. Te estuve buscando. Pensé que estabas en tu habitación. ¿Dónde te has metido? Andrea suspiró, se humedeció los labios y observó a su hermana, antes de responder. No estaba muy segura de cómo tomaría su padre aquella noticia, sin embargo, él debía saberlo.«Debí haberlo llamado antes, o haberle avisado que saldría», pensó.Sin embargo, la noticia la había tomado tan desprevenida y había causado tal impacto en ella, que ni siquiera se había detenido a pensar en la preocupación que su ausencia despertaría en su padre.—Estoy en el Hospital Central —dijo, sin pensar, y se arrepintió inmediatamente.—¡¿Qué?! ¿Cómo? ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —James lanzó las preguntas, una tras otra, como una ametralladora, casi sin respirar.—S-sí, papá, estoy bien —afirmó Andrea con la voz llena de pesar.—¿Entonces? ¿Qué pasa? ¿Qué haces en el hospital? —preguntó James, evidentemente desconcertado.—Papá, es Camila —resp
Cuando el médico regresó a la habitación para indicarles que el tiempo asignado con Camila había terminado, Andrea, Alex y James salieron hacia el pasillo. En ese momento, Alex le dirigió una breve mirada al padre y a la hermana de su esposa antes de encaminarse hacia la salida. No podía ni quería pasar más tiempo con James Goodwin.—Alex, espera, ¿podríamos hablar un momento, por favor? —preguntó Andrea, sintiendo la mirada fulminante de su padre sobre ella.Alex se volteó y miró a Andrea antes de lanzarle un rápido vistazo a James.—Discúlpame, no creo que sea un buen momento —respondió Alex sin ninguna expresión en su rostro y con la voz fría.Alex imaginaba la cantidad de preguntas que tenía Andrea. Sin embargo, lo mejor era que su padre se las respondiera. Era momento de que James Goodwin se hiciera cargo de lo que había hecho.—Alex, por favor… —insistió Andrea con gesto de pena.Sin embargo, él no estaba dispuesto a dar el brazo a torcer.—Lo siento, Andrea, pero considero que
Después de buscar Alex por alrededor de una hora, en cada rincón de la ciudad donde creía que podría encontrarlo, Leo finalmente llegó al último sitio que le quedaba por revisar; un bar que se hallaba a solo un par de kilómetros del hospital, y que pertenecía a la cadena de bares de su amigo.Desesperado, Leo se adentró en el local, sintiendo cómo la música pulsante golpeaba su pecho. Con paso decidido, se acercó al área principal, donde la multitud bailaba y conversaba animadamente. Sus ojos escudriñaron cada rincón en busca de su amigo, mientras se abría paso entre la gente y esquivaba mesas y sillas ocupadas. Sin embargo, los rayos de las luces estroboscópicas destellaban a su alrededor, dificultándole ver con claridad, por lo que casi le resultaba imposible distinguir los rostros de quienes lo rodeaban.No obstante, Leo continuó buscando a Alex entre el tumulto, recorriendo cada rincón del lugar con la mirada. Hasta que, finalmente, distinguió a su amigo de pie junto a la barra co