La lluvia casi había cesado por completo, cuando Leo estacionó en un amplio jardín en cuyo centro había una lujosa edificación, aunque menos imponente que la de Alex.Camila miró el lugar, alzando las cejas. Leo era mucho menos ostentoso que su amigo, pero no por eso faltaban lujos en aquel edificio.Sin embargo, antes de que pudiera expresar su asombro, Leo se apeó del coche, lo rodeó, abrió su puerta y le extendió la mano para ayudarla a bajarse.Camila dudó por un momento, antes de tomar su mano y descender del vehículo.Acto seguido, Leo tomó las maletas que había guardado en el maletero y, con una en cada mano, se encaminó hacia la vivienda.Camila lo siguió contimidez. Se sentía sumamente extraña de encontrarse en aquel sitio con un hombre que acababa de conocer. Sin embargo, sus reparos desaparecieron al pensar en que se había casado, estaba enamorada y esperaba un hijo de un hombre al que apenas conocía.Cuando Leo traspasó el umbral de la puerta de entrada, Camila inspiró pro
Al escuchar las palabras de Leo, Camila se quedó de piedra. ¿Una noticia buena y otra mala? ¿Qué quería decir con aquello? Sin embargo, antes de que pudiera abrir la boca para preguntar, Leo continuó:—La buena noticia es que Joseph analizó tus muestras y descubrió que no has sido drogada. En tu sangre hay solo una dosis de alcohol…—¿Y la mala? —preguntó Camila, abriendo los ojos de par en par. —Ha encontrado un medicamento en tu orina… —comenzó a decir Leo, sin saber muy bien cómo explicarlo—. Parece ser que se trata de un químico normalmente utilizado para inducir abortos. —¿Qué? —preguntó Camila, sintiendo que el corazón se le saldría del pecho.¿Qué diablos le había colocado Irina en la bebida? ¿Y por qué ella y Gabriel querían deshacerse de su hijo?Intentó formular una pregunta más elaborada, pero las palabras se atoraron en su garganta. —Lo siento —repuso el bioquímico y suspiró—. El doctor Gilman podría explicárselo mejor. El médico intercambió una breve mirada con el ana
Al ver que Camila había cerrado los ojos y que su respiración era mucho más acompasada, se levantó con suavidad del sofá, la arropó con una manta qué tenía doblada sobre el respaldo del mismo, y salió del despacho, sin hacer ruido. Cuando por fin se encontró en el pasillo, atendió la llamada y se llevó el móvil a la oreja, mientras bajaba las escaleras. —¿Leo? —preguntó Alex al otro lado de la línea—. Te estuve llamando, pero… —Alex —lo interrumpió. Si voz casi como un gruñido. Alex guardó silencio, casi en automático, sorprendido de aquel trato. El tono de voz de Leo era cortante, como un cuchillo bien afilado, algo poco propio en él. Y él, mejor que nadie, sabía que cuando Leo se ponía en ese modo, significaba que algo no andaba para nada bien. Sin embargo, el silencio fue demasiado largo, solo roto por el sonido de sus respiraciones, por lo que Alex, ansioso, se vio obligado a preguntar: —Leo, ¿qué pasa? Por favor, dime… Leo tragó saliva y suspiró. Adoraba a su amigo como a
—Leo —dijo Camila, bajando las escaleras con cuidado—. ¿Qué sabes sobre mi padre y Alex?Leo la miró fijamente, pensativo. Era consciente, de lo que le había dicho a Alex. Sin embargo, no se sentía del todo seguro de hacerlo, consideraba que lo mejor era que se lo confesara su esposo. «Sabes que no lo hará y, si lo hace, puede que sea demasiado tarde», dijo una voz en su cabeza. —Leo —lo llamó Camila, alzando las cejas y buscando su mirada—. ¿No piensas responder? ¿Sabes por qué Alex quiso casarse conmigo? ¿Qué relación hay en verdad entre él y mi padre? ¿Por qué quiere vengarse de papá? —Camila lanzó las preguntas, una tras otra, como una ametralladora. —¿Es necesario que hablemos de este tema ahora? —preguntó Leo—. Estás muy cansada… —Ya tomé una siesta —lo interrumpió Camila. Lo cierto era que no había descansado en absoluto. Unos cuantos minutos no eran suficientes para recuperarse. Pero no le importaba, sus ansias de saber la verdad eran mucho más fuertes. —Bueno, en ese ca
—¿Me podría facilitar una fotografía de Alex Johnson? —preguntó el oficial, mirando a Leo. Necesitaba comparar; ambos hombres eran demasiado parecidos. Leo asintió y, rápidamente, tomó el teléfono de la mano del oficial Jones, para buscar una foto de su mejor amigo, antes de entregarle nuevamente el aparato al hombre. El oficial Jones comparó las fotografías y analizó la situación, dándose cuenta de que, en efecto, parecía que aquel sujeto retratado junto a diferentes dictadores era nada más y nada menos que Gabriel. Sin embargo, había algo más que lo preocupaba: las firmas que aparecían en los documentos de tratos espurios. ¿Era posible que las hubieran falsificado? —Tendré que enviar esto a analizar con los peritos —repuso el oficial frunciendo el ceño—. Sin embargo, hay algo más que me gustaría saber. ¿Podrían conseguir algún documento con la firma real de Alex Johnson? Camila miró al oficial por un momento y, pensativa, abrió su bolso de donde sacó su libreta de matrimonio.
Tras aquella breve conversación, Leo puso el coche en marcha y ambos se dirigieron hacia la mansión.Si bien Camila quería saber todo, absolutamente todo, sobre Alex y su pasado, así como también qué lo había motivado a querer vengarse de su padre y de ella, no podía negar que su estómago estaba completamente vacío. No había probado bocado desde la noche anterior y no podía permitirse continuar así después de lo que había pasado y de la droga que le habían suministrado en la bebida. No podía permitirse poner en riesgo aún más su embarazo.Por este motivo, no se opuso a los deseos de Leo de comer algo. Después de todo, había pasado los últimos meses sumergida en una vida en la que apenas conocía a su esposo, por lo que saber la verdad podía esperar un poco más.Una vez que llegaron a la casa de Leo, ambos se apearon del coche rápidamente y se encaminaron hacia el interior de la vivienda. —Erika —llamó Leo, mientras colgaba su abrigo en el perchero que se encontraba detrás de la puerta
Leo pudo ver como el rostro de Camila se desfiguraba por la impresión y no pudo evitar sentirse horriblemente mal de haber sido el portador de aquella angustiante noticia. No obstante, ahora que ya lo había hecho, no había vuelta atrás y, quizás, así ella podría comprender mejor toda la situación.«Tal vez, si se lo hubiera dicho Alex…»Leo cortó sus pensamientos en seco. No tenía ni la más mínima idea de qué hubiera sucedido, por lo que, ¿qué sentido tenía siquiera pensarlo?Los ojos de Camila se habían anegado en lágrimas que no había sido capaz de contener y que ahora rodaban por sus mejillas sin control. Se sentía devastada, traicionada, pero lo peor de todo era que no sabía por quién. Inspiró profundo mientras apretaba los dientes. Necesitaba respuestas y las necesitaba cuanto antes.—Por eso quiere vengarse de mi padre —dijo con un tono de voz apenas audible. No era una pregunta, sino más bien una afirmación, una constatación de que no había entendido mal.Leo asintió con la cab
Camila salió de la villa con la mente llena de pensamientos sumamente confusos. Leo tenía razón, habían pasado demasiadas cosas aquel día y su cuerpo apenas le respondía. No obstante, si no hubiera conocido a Alex Johnson, nunca habría pasado por todo aquello, por lo que debía hablar con él cuánto antes. Luego de caminar alrededor de veinte minutos, llegó a una de las calles cercanas donde había una parada de taxis. Sin pensarlo dos veces, se montó en uno de los coches y le indicó la dirección.—Señorita, ¿se encuentra bien? —le preguntó el taxista al ver su rostro demacrado por el cansancio. —Sí, no se preocupe. Solo lléveme a la dirección que le acabo de indicar —respondió Camila, mientras miraba por la ventanilla, deseosa de que se pusiera en marcha cuanto antes.El hombre le dedicó una última mirada antes de poner el coche en marcha y encaminarse hacia la villa de Alex.Cuando Camila llegó a la villa, lo hizo con el corazón acelerado y la mente llena de pensamientos confusos y d