Cuando el taxista estacionó frente a la mansión, Camila le abonó el viaje y se bajó del coche, sin esperar el cambio.Rápidamente, abrió la reja que la separaba de los jardines de la villa y se encaminó hacia la vivienda, con paso lento y vacilante, mientras la neblina que invadía su mente, la cual no había desaparecido por completo, se mezclaba con el peso de la vergüenza y la confusión. Cada paso que daba en dirección a la vivienda, era como un recordatorio de lo que había sucedido aquella noche; una noche que quería borrar por completo, no solo de su memoria.Decidida a darse una ducha y meterse en la cama, abrió la puerta y se adentró en la mansión. Sin embargo, aquella idea desapareció cuando vio que Alex se encontraba allí, esperándola con una expresión fría de furia contenida.Alex la escudriñó con una mirada intensa, buscando respuestas en su rostro. ¿Dónde diablos se había metido y por qué llegaba a esas horas? ¿Acaso no le había dicho a Mary que solo estaría un par de horas
Camila sintió que un nuevo escalofrío la recorría de pies a cabeza y el mundo a su alrededor se detenía, al ver que Alex había encontrado el papel en el que figuraba el resultado positivo de su embarazo.—Dime, ¿por qué me lo has ocultado? —insistió Alex, con la voz llena de ira y de decepción.Camila permaneció en silencio sin saber qué decir. Sus ojos se clavaron nuevamente en las palabras impresas, mientras sentía que sus piernas le fallaban. No obstante, se obligó a continuar de pie, mientras el resultado de su embarazo temblaba en sus manos.—¡Dime qué diablos es esto! ¿Estás embarazada y soy el último en enterarme? —exclamó Alex, perdiendo los estribos.Después de llegar a la mansión, se había encaminado hacia la habitación de Camila, esperando encontrarla allí. Sin embargo, el dormitorio lo había recibido vacío y silencioso.En ese momento, obedeciendo un impulso, Alex había comenzado a revolver todos y cada uno de los cajones y bolsos de Camila. Si bien había sido consciente d
Alex observó con incredulidad cada uno de los videos, sintiendo que aquello debía de ser una broma de muy mal gusto. Sin embargo, la fecha y la hora que aparecían en la esquina inferior derecha le indicaban que habían sido grabados la noche anterior. Su rostro reflejaba una mezcla de ira, confusión y dolor, sin poder apartar la mirada de la pantalla, donde veía a Camila entregarse a Gabriel, su hermano, sin oponer la más mínima resistencia, e incluso parecía disfrutar de aquel encuentro.Alex bufó, sonriendo de manera sarcástica.El corazón le latía con fuerza, sintiendo aquello en lo más profundo. Si bien se había intentado mentalizar de que Camila no le importaba, no podía evitarlo que sí lo hiciera y se sentía horriblemente traicionado; porque no solo aparentemente lo había engañado, sino que, para colmo de males, lo había hecho con su hermano, con uno de los sujetos que más detestaba sobre la faz de la tierra. De repente, un sentimiento de furia lo invadió. Sin pensarlo ni una s
Camila abrió los ojos de par en par, y lo miró boquiabierta, completamente incrédula. —¿Qué? ¿Qué estás queriendo decir? —Lo que escuchas, Camila. Pensé que eras otro tipo de mujer, pero me has demostrado que me equivocaba. —¿En serio? ¿Acaso no te estás describiendo a ti mismo? Tú fuiste quien quiso casarse conmigo. Te lo recuerdo, por si lo has olvidado. Tú me hablas de ser una cualquiera y no me quieres creer que realmente fui abusada por ese monstruo que tienes como hermano, pero tú puedes estar con Irina sin que yo diga nada. ¡Eres un maldito, Alex! —exclamó Camila. Ya no tenía sentido agachar la cabeza. Si él pensaba destruirla, moral y psicológicamente, ella no se quedaría de brazos cruzados. —Deja de decir estupideces y haz algo bueno. Te ordeno que te marches de mi vista. No quiero verte más. Tendrás ese hijo, llevará mi apellido, pero no quiero saber más nada de ti —sentenció con dureza. Camila se sintió aturdida, mientras un puñal invisible se clavaba en su corazón.
Cuando Camila salió de la mansión, Xavier frunció el ceño, intrigado, al verla con dos maletas y un bolso de mano. —Señora, ¿todo bien? ¿Se va de viaje? —preguntó, ladeando la cabeza y acercándose a ella para ayudarla. Camila suspiró, y bajó la mirada, sin saber cómo poner en palabras lo que acababa de suceder en la vivienda. Le dolía demasiado. Porque sí, sabía que Alex era un maldito que no era capaz de creerle, pero ella no podía evitar sus sentimientos hacia él, y eso le hacía aún más daño que las propias palabras de Alex. Inspiró profundo, forzó una sonrisa y asintió, mientras dejaba escapar el aire con lentitud a través de sus fosas nasales. —Sí, Xavier solo me iré por unos días —mintió—. Mi padre me necesita en casa. Xavier la miró con el ceño fruncido. No sabía por qué, pero sus ojos y su nariz, rojos por el llanto, le decían que aquello era por mucho más tiempo. ¿Acaso los señores habían discutido? ¿Qué había pasado para que una mujer tan dulce se fuera así, sin más? Si
«Jamás debí haberme enamorado de ti». Alex repetía una y otra vez, como en bucle, las últimas palabras de Camila. ¿Realmente, ella lo amaba? ¿Por qué no se lo había dicho hasta ese momento? ¿Por qué había esperado a acostarse con su hermano para decírselo? «¿Y si es cierto lo que dijo? ¿Y si Gabriel realmente abusó de ella?», inquirió la voz de su razón. No obstante, lo apartó de inmediato. Pensar en aquello lo hacía sentir mucho peor de lo que ya se sentía. Luego de la partida de Camila, Alex se encontraba en su despacho, con una botella de whisky frente a él y un vaso en la mano. Después de que su esposa se hubiera marchado de la mansión, tras el maltrato que había recibido de su parte, se sentía el peor ser humano de la faz de la tierra, un completo idiota.Él sabía que lo que le había dicho a Camila no era cierto. Le dolía en lo más profundo recordar esos videos, pero, después de que ella se había marchado, los había visto varias veces más y había podido descubrir que, en efec
—¿Leo? —preguntó Camila, abriendo los ojos de par en par.En efecto, se trataba de Leo Smith, el mejor amigo de Alex, quien se encontraba junto al Mustang, mojándose por la lluvia, mientras la miraba con las cejas en alto.—¿Dónde vas con esta lluvia? —inquirió, cerrando la puerta del coche y acercándose a ella—. ¿Y qué son estas maletas? ¿Estás bien?Camila lo miró con desconfianza. ¿Podía confiar en él? No lo sabía, pero, dado el estado en el que se encontraba, no se lo pensó demasiado cuando respondió:—No, Leo, no estoy bien. Acabo de pelearme fuertemente con tu querido amigo y no quiero volver a verlo.Un nuevo nudo se instaló en su garganta, impidiéndole respirar con normalidad, mientras nuevas lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.—¿Qué? ¿Qué ha hecho ahora ese cabrón? —inquirió Leo, con el ceño tan fruncido que casi se formaba una V entre sus ojos.Camila abrió los ojos de par en par. ¿De verdad no sabía nada? ¿Acaso Alex no lo había llamado para comunicarle lo que hab
La lluvia casi había cesado por completo, cuando Leo estacionó en un amplio jardín en cuyo centro había una lujosa edificación, aunque menos imponente que la de Alex.Camila miró el lugar, alzando las cejas. Leo era mucho menos ostentoso que su amigo, pero no por eso faltaban lujos en aquel edificio.Sin embargo, antes de que pudiera expresar su asombro, Leo se apeó del coche, lo rodeó, abrió su puerta y le extendió la mano para ayudarla a bajarse.Camila dudó por un momento, antes de tomar su mano y descender del vehículo.Acto seguido, Leo tomó las maletas que había guardado en el maletero y, con una en cada mano, se encaminó hacia la vivienda.Camila lo siguió contimidez. Se sentía sumamente extraña de encontrarse en aquel sitio con un hombre que acababa de conocer. Sin embargo, sus reparos desaparecieron al pensar en que se había casado, estaba enamorada y esperaba un hijo de un hombre al que apenas conocía.Cuando Leo traspasó el umbral de la puerta de entrada, Camila inspiró pro