Seguimiento

Simulando que hacía fila para obtener una mesa, Rebeca siguió con la mirada a la pareja y vio que, después de haberse besado dos veces, ahora compartía la entrada de rollitos como dos enamorados, bebía vino y hablaba entre sonrisas y coqueteos sobre cuál era la mejor opción del menú que el mesero acababa de pasarles.

«¡Me provocan náuseas!», pensó Rebeca mientras se hacía una idea de lo que podía hacer para arruinar a Luisa. «No es justo, no es para nada justo que ella sí haya conseguido llamar la atención de Mario en las pocas semanas que me estuvo reemplazando, mientras que yo, que llevo algunos años, no he logrado siquiera que se fije en los implantes que me puse. Pero esto no va a seguir así y es un llamado de atención para que actúe de inmediato, sin perder más tiempo en coqueteos en los que él ni siquiera se percata y que lo haga de forma más drástica».

—Señorita, ¿viene sola? —preguntó el maitre a Rebeca, sacándola de sus pérfidas divagaciones.

—¿Qué? Ah, no, ¿cómo se le ocurre
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