Luisa ya estaba acostando a los trillizos cuando reconoció la voz de su hermana y tuvo que controlar a los tres pequeños para que no salieran de la habitación con la intención de saludar a Viviana. —Mañana la podrán ver —dijo Luisa en el momento en que se interpuso entre los tres hermanos y la puerta de la alcoba—. Ahora deben descansar, o no habrá quién sea capaz de levantarlos mañana.—Pero… —Iba a protestar Jacob cuando su mirada se cruzó con la de Luisa que, pese a que lo seguía mirando con cariño, también lo hizo con cierta rudeza. —Te pareces a mi mamá —dijo Javier, que había estado a un paso de levantarse de la cama.—¿Qué? —exclamó Luisa, sorprendida por las palabras del pequeño. Antes de que Javier o cualquiera de sus dos hermanos pudiera contestar, oyeron la voz de su papá y se olvidaron del asunto, metiéndose entre las cobijas entre risas y simulando estar asustados. —Bueno, niños, que duerman. Nos vemos mañana —dijo Luisa al apagar la luz y oír las risas apagadas de lo
Mario cerró la puerta de la habitación cuando Luisa salió, para así no hacer ruido a Viviana. —Hablé con la niñera titular, Rebeca —dijo Mario, con el hombro recostado en la pared del pasillo de las habitaciones—. Todavía necesita de cuatro semanas para recuperarse del todo. Pese a que era una noticia que beneficiaba a Luisa, que sintió que volvía a respirar, no pudo dejar de sentirse mal por su colega. —¿Es muy grave lo que tiene? Mario negó con la cabeza. —No, en realidad solo necesita descanso y recuperarse, para evitar una infección, porque tuvieron que extraerle las amígdalas, así que le aconsejé que se tomara ese tiempo. Luisa recordó que había tenido a una amiga que también debió recuperarse tras una amigdalitis, pero no le había tomado más de quince días hacerlo y no dejó de resultarle extraño que Mario le hubiera pedido a Rebeca que se tomara hasta cuatro semanas. —¿Entonces, sobre mañana…? —preguntó Mario. —¿Mañana? —exclamó Luisa, del todo distraída. Mario sonri
Esa noche, Luisa no pudo dormir, las mariposas en su estómago no la dejaban en paz y, a la vez, creía que, si se dormía, no tardaría en sentir las heladas manos de la esposa difunta de Mario tomándola por las pantorrillas. —¡Deja en paz a mi esposo! —diría el espectro a Luisa mientras le tapaba la boca para que no pudiera gritar y, aterrorizada, la joven creería estarse viendo a sí misma mientras intentaba llamar la atención de su hermano, que dormía a su lado, pero la cama era tan grande que, incluso con su brazo estirado, Luisa no alcanzaba a rozar el hombro de Viviana— ¡Y a mis hijos! ¡No te metas con mis hijos! ¡Nadie puede reemplazar a la señora de la casa, nadie, muchachita impetuosa! Luisa se despertó con una terrible sensación de ahogo en el pecho y el sonido de la alarma del despertador retumbando en su cabeza, a la vez que una voz gutural y siniestra la llamaba por su nombre. —¡Lu, Lu, Lu, Lu! Al abrir los ojos y volver a la realidad, Luisa vio a Viviana presionándole e
Con el corazón dando tumbos, Luisa llegó a la empresa de Mario, contando los minutos para poder regresar y recoger a los trillizos, que estaban a menos de una hora de salir del colegio. —Buenas tardes, señorita —saludó Luisa en la recepción de la empresa—. Estoy buscando al señor Mario Aristizábal. ¡Es urgente, por favor!La recepcionista miró a Luisa de arriba a abajo, como si se hubiera topado con una loca recién escapada de un sanatorio.—Y a mí me gustaría conocer a Brad Pitt y casarme con él. ¡También es urgente! —Se burló la recepcionista.Luisa no entendió a qué se refería la recepcionista hasta que cayó en cuenta de que nadie en la empresa la conocía, ni siquiera la habían visto y mucho menos iban a llevarla con Mario por el solo hecho de presentarse en la recepción y solicitarlo. «Pero no por eso, debería esta joven ser así de mala conmigo», pensó Luisa mientras se sonrojaba al escuchar que la recepcionista compartía la broma con su compañera.—Mira, entiendo que no me cono
El auto llegó al colegio de los trillizos faltando un minuto para que sonara el timbre de salida y Luisa sintió que el corazón volvía a ocupar su lugar.—¿Lu, te puedo hacer una pregunta? —dijo Viviana cuando los trillizos estaban por entrar al auto. Luego de abrir la puerta del auto a los tres pequeños, Luisa vio, por el brillo de la mirada de su hermana, que Viviana quería preguntarle algo concerniente a Mario.—Más tarde, Vivi. ¿Ahora por qué no vamos por un helado, les parece, chicos? La algarabía de una invitación a comer helado debía ser suficiente para que Viviana se distrajera, e incluso olvidara, lo que quizá había alcanzado a ver hacía un momento, en la empresa.«Y de lo que estoy más que arrepentida, porque no me corresponde a mí ser la mujer que reemplace a la señora», pensó Luisa cuando forzaba una sonrisa con la que respondía a la pregunta de los trillizos sobre la invitación a comer helado.—Pero me prometen que después hacemos juiciosos las tareas, ¿está bien?Los tr
Cuando el reloj marcó las seis de la tarde, Luisa todavía no se había decidido si debía o no aceptar la invitación de Mario. Había varios factores en contra de la decisión, empezando porque no tenía un vestido adecuado para una gala de la altura que la invitación sugería, tampoco tenía tiempo para ir al salón de belleza a hacerse un peinado adecuado, y mucho menos dinero. Pero lo que más la restringía a inclinarse por aceptar la invitación era su decisión de no dejarse tentar por las insinuaciones de su jefe. «No he venido a tener romances, sino a trabajar y quizá tener la oportunidad de seguirlo haciendo, pero no a costa de ser la novia o amante de los niños a los que cuido», se dijo Luisa al tiempo que pasaba por el estudio, de donde sentía emanar la energía de la que fuera la señora de la casa.A favor de aceptar la invitación solo estaba la cordialidad y no hacer un desplante a Mario, de quien dependía no solo que conservara su trabajo, sino también una recomendación para quizá t
Los trillizos no tardaron en quedarse dormidos y cuando Luisa fue a acostar a su hermana, notó que, pese a que también estaba que se caía de sueño, algo la inquietaba.—¿Vas a salir esta noche con Mario? —preguntó Viviana a su hermana mientras se ponía el pijama. Luisa, que en ese momento se estaba cepillando los dientes, casi se atragantó con su propia saliva. Por un instante, pensó en mentir, ¿pero acaso podía en realidad hacerlo con una niña genio?—¿Cómo lo sabes? —preguntó Luisa con el único propósito de darse unos segundos.—Vi el vestido que Mario te dio, y es de los que se usan en la noche. Luego de enjuagarse la boca, Luisa salió del baño de la habitación y se acercó a la cama. —Sí, el señor Mario me ha invitado a que lo acompañe a un evento de caridad que tiene esta noche y, como no tiene con quién más ir, me ha pedido que vaya con él. —¿Y por eso te dio ese vestido tan hermoso?—¿Cómo sabes que es hermoso si ni siquiera lo he sacado de su bolsa?—Pero se ve hermoso —dij
A la salida de la mansión, Luisa vio un auto que entraba y la camioneta se detuvo para que Mario pudiera bajar el vidrio y saludar a su madre, que llegaba para hacerse cargo de los sus nietos.—Creo que solo nos veremos hasta mañana, mamá —dijo Mario tras un breve saludo a su madre—. Estaremos de vuelta pasada la medianoche. Aunque no alcanzó a verla bien, Luisa se llevó una impresión agradable de la mamá de Mario. —¿Vive con tu papá? —preguntó Luisa cuando la camioneta se puso de nuevo en marcha. Mario inclinó la mirada y pareció enterrarla en lo más bajo del suelo del vehículo. Al verlo, Luisa temió haber sido imprudente.—Mi papá nos dejó, a mi mamá y a mí, cuando a él dejó de irle tan bien —respondió Mario después de algunos segundos en silencio.—Lo siento, no quise…—No, Luisa, no tienes que disculparte por nada. De eso se trata esta salida, de conocernos mejor, ¿no te parece?Luis asintió, aunque también temió que, en cualquier momento, las preguntas recaerían sobre ella y