21. CELOS.

Arthur.

La cabeza me latía tan fuerte que parecía a punto de explotar. Abrí los ojos, sentí una presión horrible, y el dolor en el brazo era insoportable. Giré la cabeza y vi a Lía, sentada en una silla a mi lado. Estaba medio dormida, la cabeza cayendo a un lado. Cuando moví el brazo para sostenerla, solté un quejido por el dolor, y ella se despertó de inmediato.

—¡Ay, señor Arthur! —exclamó, poniéndose de pie rápidamente—. Se despertó. ¿Está bien?

—Hasta donde sé, sí, pero me duele la cabeza como si me estuvieran martillando por dentro —le respondí con voz cansada.

—Ire a llamar al médico.—Replico apurada.

—Sí, ¿Pero qué hace aquí? —pregunté, extrañado.

—Estoy cuidándolo. Ahora soy su niñera —dijo con una sonrisa.

No pude evitar reírme, aunque el dolor me obligó a detenerme. ¿Lía cuidando de mí? Quien lo diría, pensé que me odiaba, siempre me había dado la impresión de ser dura y sin tiempo para tonterías, ahora bromeaba en el peor de los momentos.

—Tienes unas ganas de juga
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