Estimado Sr. Engreído,Se me ha pedido que escriba un informe detallado acerca de la entrevista que se llevó a cabo el día de hoy y no tengo la menor idea de cómo comenzar a escribir la sarta de mentiras que me veré obligada a decir. Porque ¿Quién me creería? ¿Qué pensarían todos si me atreviera a decir que el famoso doctor, el aclamado Heredero de Gales en realidad no es más que un patán, un cretino egocéntrico indigno de ser admirado? Nadie me tomaría en serio, o peor aún: nadie me creería, así que prefiero exorcizar mis demonios siendo jodidamente honesta y escribir estas líneas (que tus preciosos ojos turquesa jamás llegarán a contemplar) diciendo lo que realmente pienso sobre ti. Comenzaré por decir lo mucho que me ha desagradado haberte conocido, fuiste una completa decepción. Ni siquiera tus logros académicos son suficientes para ignorar la calidad de persona que eres. En la vida me he cruzado con alguien tan prepotente, superficial y vanidoso como tú. Honestamente, esperé que u
—Engreído PetulanteBufé molesta mientras aceleraba el paso hasta el ascensor...Siempre quise que mi historia comenzara con el mágico "Erase una vez... " Y si, posiblemente quería citar una de las frases más trilladas y manidas por el mundo de la literatura infantil, y en la realidad ningún cuento de hadas comienza con una universitaria a punto de ser despedida del trabajo que tanto necesita.Un minuto había transcurrido desde que recibí aquella llamada que me hizo correr a la oficina de presidencia. La voz de Scarlett no tuvo un solo atisbo de amabilidad, cuando a través del teléfono gritó "Ross, Mueve tu trasero aquí ¡Ahora!"Tenía alrededor de cinco minutos intentando convencerme de que no había hecho nada malo, que no era lo que estaba pensando y "'Él" no había llegado a cumplir su amenaza de destruir mi vida. Sin embargo tenía la horrible sensación de que en cualquier momento el suelo se abriría en dos para que el mismísimo infierno pudiera tragarme.Lo más irónico de todo es qu
Moralmente destrozada y sepultada bajo el lodo de la culpa. Así quedaría su consciencia al día siguiente, al recuperar la poca cordura que le quedaba y recordar la magnitud de la estupidez que había cometido.El corderito obediente, la estudiante ambiciosa que deseaba hacerse un camino al éxito, besando a un sujeto a quien con suerte había visto un par de veces en toda su vida, alguien que fue cruel y grosero con ella, un perfecto imbécil.Aunque a decir verdad, aquello parecía no tener ni un poco de importancia, ya que al descubrir el efecto del alcohol sobre su cuerpo, unas cuantas copas resultaron ser suficientes para despojarse del pudor y ser arrojada a los brazos de la imprudencia.Lo que no esperaba es que en respuesta a su deliberado arrebato de locura, el respetado doctor se dejara gobernar por sus instintos y finalmente terminara por empotrar su cuerpo contra una pared mientras le profanaba la boca con su lengua.El alcohol fue el culpable... o tal vez era la excusa perfecta
Siendo aún presa del asombro, la ojizaul se dirigió a su puesto de trabajo rebosante de felicidad. Al llegar notó como un par de compañeras se dirigían a tomar su hora de almuerzo. En ese instante su estómago protestó, y contempló la idea de ir por algo de comer aunque esta fue descartada rápidamente.Era el momento perfecto para trabajar en su investigación sin ningún tipo de interrupciones ahora que se quedaría completamente sola. Quedaba poco tiempo para prepararse antes de su encuentro con Hannover y al menos debía hacerse la idea de quién era él, así que la única opción era sacrificar su estómago al menos durante unas cuantas horas más.Ian Gabriel Hannover, había nacido en Gales en el seno de una familia importante. El primogénito de Robert Hannover no solo era conocido por su apellido y riqueza, según los medios, Hannover contaba con una inteligencia prodigiosa y sus incontables logros académicos eran la prueba de ello. Estudiado en Cambridge, graduado con honores en la escuela
La pregunta asaltó su mente como si nunca antes la hubiese formulado ¿La extrañaba? ¿De verdad lo hacía? Cuatro horas y casi trescientos cincuenta kilómetros separaban a Londres de Liverpool. Sin embargo, la distancia no era lo suficientemente grande para evitar las extrañas ocasiones en que su madre dejaba atrás su antiguo hogar para hacerle una de sus incómodas, inesperadas y desagradables visitas.Cinco años habían transcurrido desde que tomo la decisión de marcharse de casa, sin dinero para pagar una plaza y terminar una carrera universitaria sin el apoyo moral o económico de su madre cuyo único propósito en la vida parecía ser tenerla subyugada a su voluntad.—Hola Madre...Marines Williamson era una mujer hermosa, quien aun con el pasar de los años mantenía un rostro casi intacto. A Angie no dejaba de sorprenderse por el increíble parecido físico que compartía con ella, aunque físicamente eran como dos gotas de agua, no podía ser más diferente la una de la otra. Era una mujer he
Ian Gabriel Hannover era un hombre con cualidades dignas de admirar: Era atractivo, cabal, inteligente, de facciones tanto hermosas como frías, incluso algunos decían que fácilmente podría ser considerado un príncipe pero la verdad que pocos conocían era que detrás del hermoso rostro del nieto predilecto de Thomas Hannover, también habitaba barba Azul.Luego de una noche difícil, la jornada milagrosamente había terminado, y justo antes de marcharse había recibido una noticia que alteró potencialmente su escaso buen humor, así que a último minuto decidió cambiar su curso... Mientras caminaba, todo aquel que se interponía en su camino le abría paso.Todos sabían que Hannover era un profesional como pocos, la estrella más joven en el campo de la cirugía, y un auténtico hijo de puta cuando alguien se cruzaba de manera inoportuna en su camino y en ese momento cualquiera que se interpusiera podía despedirse de su cabeza.—Tengo que hablar contigo. — Profirió en voz alta.El director del hos
Ella también la había sentido, esa corriente extraña subiendo por la extensión de su brazo derecho hasta llegar a recorrerle el cuerpo entero. Aunque el famoso doctor era escandalosamente atractivo, Angie no sabía exactamente qué era lo que había en él que la hacía sentir abrumada, pequeña e indefensa.Durante ese breve instante en que sus manos se tocaron, Él pasó saliva y entrecerró los ojos, retirando su mano de inmediato casi como si el contacto le quemara la palma hasta terminar por meterla en los bolsillos de sus pantalones Armani. —También es un gusto conocerlo, Señor Hannover.Expresó con un hilo de voz.—Por favor, el Señor Hannover era mi abuelo o incluso mi padre. —Corrigió con su delicioso acento Galés acariciando su oído — A mí puede llamarme Ian, o como se sienta más cómoda. — Añadió — Si gusta en acompañarme.Angie asintió como en piloto automático y prosiguió a seguirlo hasta un cómodo sofá de cuero negro. En el centro había una pequeña mesita de cristal con tazas de
Parpadeó con incredulidad.—Mm, que si profesa alguna fe ¿Tiene creencias religiosas?Angie lo miró por primera vez en un largo rato. De pronto, Ian vio en sus ojos azules el reflejo de los suyos. Una chispa de verdadero interés se encendió dentro de ellos.— ¿Me pregunta que sí creo en Dios?Angie asintió vacilante sin entender su tono de asombro. Los labios de él dibujaron una sonrisa traviesa, se inclinó un poco hacia adelante y contestó:— ¿Qué clase de pregunta es esa?— se burló— Es solo una pregunta— lo interrumpió con un susurro, apabullada por su cercanía y la fuerte esencia proveniente de sus poros.— ¿Cree en algo... en alguien?El doctor frunció los labios en rictus amargo. Se puso de pie y apoyó las manos en el espaldar del sillón. Angie vio como los músculos se le tensaban bajo la camisa, pasó saliva.— Creo en mí, yo soy mi propio Dios. — Respondió — humillarse a pedir perdón es para miserables, personalmente creo que pueden hacer cosas mejores de rodillas que solo rezar