Parpadeó con incredulidad.—Mm, que si profesa alguna fe ¿Tiene creencias religiosas?Angie lo miró por primera vez en un largo rato. De pronto, Ian vio en sus ojos azules el reflejo de los suyos. Una chispa de verdadero interés se encendió dentro de ellos.— ¿Me pregunta que sí creo en Dios?Angie asintió vacilante sin entender su tono de asombro. Los labios de él dibujaron una sonrisa traviesa, se inclinó un poco hacia adelante y contestó:— ¿Qué clase de pregunta es esa?— se burló— Es solo una pregunta— lo interrumpió con un susurro, apabullada por su cercanía y la fuerte esencia proveniente de sus poros.— ¿Cree en algo... en alguien?El doctor frunció los labios en rictus amargo. Se puso de pie y apoyó las manos en el espaldar del sillón. Angie vio como los músculos se le tensaban bajo la camisa, pasó saliva.— Creo en mí, yo soy mi propio Dios. — Respondió — humillarse a pedir perdón es para miserables, personalmente creo que pueden hacer cosas mejores de rodillas que solo rezar
En alguna parte de su cerebro una voz interior intentaba comunicarle algo de importancia cósmica, pero se había negado rotundamente a escucharla. Las abrumadoras emociones que había experimentado durante el día consumieron toda la energía de su pequeño, frágil y extenuado cuerpo, anulando las posibilidades de poder despertar por voluntad propia.La noche anterior, al llegar a casa había despotricado todo su odio escribiendo furiosamente un documento, una especie de carta dedicada a Ian en la cual le escribía a detalle cada una de las cualidades y carencias del joven doctor. La manera en que la había hecho sentir, esos ojos turquesa que desprendían rayos de electricidad cada vez que lo miraba, la forma en que sus músculos se tensaban bajo lino blanco de su camisa, como su manzana de Adán que subía cada vez que pasaba saliva y como esta acción provocaba que su boca se secara por completo.«No es nadie» recordó con ardor todos insultos que profirió en contra del hombre y como este en res
La cánula nasal comenzó a picar en su nariz y el olor esterilizado de las sábanas le provocaron náuseas. ¡Odiaba los malditos hospitales! Su brazo derecho estaba morado por los pinchazos de agujas y a pocos metros se encontraba su morena amiga acurrucada en un sillón color café.— Por fin ¡Despertaste! ¡Vaya susto me has dado, mujer! ¿Cómo te sientes?Preguntó caminando en dirección a ella. Maia tenía el cabello despeinado y una expresión de cansancio predominando en su bonito rostro. Aun así, sus preciosos ojos color café brillaron de alivio al ver que ella se encontraba bien..— Siento que me va a explotar la cabeza ¿En dónde rayos estamos? — miró a su alrededor— ¿Qué hora es? debo ir a trabajar, sácame de aquí.—Ya es de noche, te encontré casi inconsciente, te prohíbo que me asustes de esa manera— sentenció. Angie adoraba el complejo maternal de Maia— Todo está en orden, llame a tu trabajo para solicitar una licencia médica. Así que tienes el tiempo suficiente para descansar un po
8 HORAS ANTES...Al llegar Ian fue saludado por su personal de seguridad con un leve asentimiento de cabeza, mientras uno de sus escoltas le sostenía la puerta del vehículo sin llegar a mirarlo directamente a los ojos, el galés correspondió al saludo con un amago de seriedad tatuado en su perfilado y estoico rostro, para luego entrar al vehículo sin decir una sola palabra.Estaba de mal humor, el tiempo parecía no surtir el efecto correcto y hacer que olvidara la ridícula escena que protagonizó con la pasante del Herald. Por el contrario, la mente y el orgullo herido del doctor se negaban por completo a dejar ir el recuerdo de la testaruda jovencita que le gritó a la cara como si se tratara de un igual, que azotó la puerta y lo dejó con la palabra en la boca provocando que hirviera de la rabia, la escandalosa discusión retumbó en las paredes y los sacudió la mansión hasta sus cimientos.Estaba furioso... colérico mejor dicho, y a causa de eso quería destruir el Herald, destruiría a Ev
Estimado Sr. Engreído,Se me ha pedido que escriba un informe detallado acerca de la entrevista que se llevó a cabo el día de hoy y no tengo la menor idea de cómo comenzar a escribir la sarta de mentiras que me veré obligada a decir. Porque ¿Quién me creería? ¿Qué pensarían todos si me atreviera a decir que el famoso doctor, el aclamado Heredero de Gales en realidad no es más que un patán, un cretino egocéntrico indigno de ser admirado? Nadie me tomaría en serio, o peor aún: nadie me creería, así que prefiero exorcizar mis demonios siendo jodidamente honesta y escribir estas líneas (que tus preciosos ojos turquesa jamás llegarán a contemplar) diciendo lo que realmente pienso sobre ti. Comenzaré por decir lo mucho que me ha desagradado haberte conocido, fuiste una completa decepción. Ni siquiera tus logros académicos son suficientes para ignorar la calidad de persona que eres. En la vida me he cruzado con alguien tan prepotente, superficial y vanidoso como tú. Honestamente, esperé que u
—Engreído PetulanteBufé molesta mientras aceleraba el paso hasta el ascensor...Siempre quise que mi historia comenzara con el mágico "Erase una vez... " Y si, posiblemente quería citar una de las frases más trilladas y manidas por el mundo de la literatura infantil, y en la realidad ningún cuento de hadas comienza con una universitaria a punto de ser despedida del trabajo que tanto necesita.Un minuto había transcurrido desde que recibí aquella llamada que me hizo correr a la oficina de presidencia. La voz de Scarlett no tuvo un solo atisbo de amabilidad, cuando a través del teléfono gritó "Ross, Mueve tu trasero aquí ¡Ahora!"Tenía alrededor de cinco minutos intentando convencerme de que no había hecho nada malo, que no era lo que estaba pensando y "'Él" no había llegado a cumplir su amenaza de destruir mi vida. Sin embargo tenía la horrible sensación de que en cualquier momento el suelo se abriría en dos para que el mismísimo infierno pudiera tragarme.Lo más irónico de todo es qu
Moralmente destrozada y sepultada bajo el lodo de la culpa. Así quedaría su consciencia al día siguiente, al recuperar la poca cordura que le quedaba y recordar la magnitud de la estupidez que había cometido.El corderito obediente, la estudiante ambiciosa que deseaba hacerse un camino al éxito, besando a un sujeto a quien con suerte había visto un par de veces en toda su vida, alguien que fue cruel y grosero con ella, un perfecto imbécil.Aunque a decir verdad, aquello parecía no tener ni un poco de importancia, ya que al descubrir el efecto del alcohol sobre su cuerpo, unas cuantas copas resultaron ser suficientes para despojarse del pudor y ser arrojada a los brazos de la imprudencia.Lo que no esperaba es que en respuesta a su deliberado arrebato de locura, el respetado doctor se dejara gobernar por sus instintos y finalmente terminara por empotrar su cuerpo contra una pared mientras le profanaba la boca con su lengua.El alcohol fue el culpable... o tal vez era la excusa perfecta
Siendo aún presa del asombro, la ojizaul se dirigió a su puesto de trabajo rebosante de felicidad. Al llegar notó como un par de compañeras se dirigían a tomar su hora de almuerzo. En ese instante su estómago protestó, y contempló la idea de ir por algo de comer aunque esta fue descartada rápidamente.Era el momento perfecto para trabajar en su investigación sin ningún tipo de interrupciones ahora que se quedaría completamente sola. Quedaba poco tiempo para prepararse antes de su encuentro con Hannover y al menos debía hacerse la idea de quién era él, así que la única opción era sacrificar su estómago al menos durante unas cuantas horas más.Ian Gabriel Hannover, había nacido en Gales en el seno de una familia importante. El primogénito de Robert Hannover no solo era conocido por su apellido y riqueza, según los medios, Hannover contaba con una inteligencia prodigiosa y sus incontables logros académicos eran la prueba de ello. Estudiado en Cambridge, graduado con honores en la escuela