La pregunta asaltó su mente como si nunca antes la hubiese formulado ¿La extrañaba? ¿De verdad lo hacía? Cuatro horas y casi trescientos cincuenta kilómetros separaban a Londres de Liverpool. Sin embargo, la distancia no era lo suficientemente grande para evitar las extrañas ocasiones en que su madre dejaba atrás su antiguo hogar para hacerle una de sus incómodas, inesperadas y desagradables visitas.
Cinco años habían transcurrido desde que tomo la decisión de marcharse de casa, sin dinero para pagar una plaza y terminar una carrera universitaria sin el apoyo moral o económico de su madre cuyo único propósito en la vida parecía ser tenerla subyugada a su voluntad.
—Hola Madre...
Marines Williamson era una mujer hermosa, quien aun con el pasar de los años mantenía un rostro casi intacto. A Angie no dejaba de sorprenderse por el increíble parecido físico que compartía con ella, aunque físicamente eran como dos gotas de agua, no podía ser más diferente la una de la otra. Era una mujer hermética y fría, poco dada a los sentimentalismos.
— ¿Qué te parece si tomamos una taza de té y charlamos un poco, querida?
¿Té? Angie odiaba el té, le repugnaba.
—Claro.
Maia apareció en la habitación con esa máscara de seriedad que solo era visible cuando la madre de Angie estaba cerca. Ambas se habían convertido en mejores amigas en aquel tormentoso periodo de lo que fue su adolescencia, cuando eran dos jóvenes idealizando una vida completamente distinta a la que estaban viviendo. Aun así todo era un paraíso siempre y cuando Marines no se encontrara cerca para socavar la autoestima de su propia hija.
—Marines querida... ¿Qué tal Liverpool?— preguntó Maia sonriendo con picardía, tras propinarle un largo sorbo a su cerveza de una manera poco femenina.
— No me apetece quedarme en este lugar durante mucho tiempo, si es lo que realmente deseas saber, pero agradezco la amabilidad de tu hipocresía. — Respondió mordaz— ¿Qué hay sobre ti? ¿Aún sigues desempleada?
—Se llama residencia médica—Marines ignoró a la morena dirigiendo toda su atención a su hija menor.
— Quería saber cómo estabas, ahora que casi no llamas a casa o visitas a tu madre, tuve que venir personalmente para saber el porqué has estado evitándome.
» ¿Por qué me asfixias? « Gritó en su fuero interno.
—No es así, madre. Lo siento mucho, el trabajo, la universidad. Todo esto es demasiado para mí, es absorbente aunque satisfactorio.
— ¿Encuentras satisfacción en ello? ¡Por favor! Si es demasiado para ti entonces déjalo— replicó con escudriñando su aspecto físico con desdén—Solo mírate, estás pálida y huesuda. Pareces enferma ¿Para eso querías venir a Londres?
Angie inhaló con todas sus fuerzas intentando que las palabras que salían de su boca no llegasen a lastimarla. A estas alturas ya debía estar acostumbrada a las palabras hirientes de Marines pero no lo hacía, estaba a punto de terminar sus estudios y aun así su madre se negaba a perdonarle el haberse marchado de casa.
—En fin...no vine hablar sobre eso —súbitamente el rostro de la mujer se iluminó con una sonrisa— tengo una magnífica noticia que darte.
— ¿SI? Te escucho
—Daphne... nuestra adorada Daphne se casará muy pronto ¿No es maravilloso?
— Fantástico — musitó poco convencida.
No veía el matrimonio o los hijos como un anhelo para su vida, y quizás esa era otras de las razones por las que era una completa decepción para su madre.
Mientras su madre continuaba sonriendo mientras las entrañas de Angie se sacudían violentamente al ver una expresión de infinita felicidad y orgullo que jamás en su vida le había dedicado a ella. En su interior tenía la seguridad de que su madre la comparaba con Daphne, deseaba que fuera como ella.
— Vendrá a la ciudad en unos días... ya sabes, preparativos para la boda, y lo mejor de todo es que desea que tú seas su madrina, he aceptado en tu nombre claro está, ya sabes cuánto te quiere. Le dije que estarías a su completa disposición.
— Pero ¿Qué estás diciendo? — Protestó Maia— ¿es que a caso no escuchas? Angie está a punto de terminar el semestre... no puede con más responsabilidades.
— Creo que mi hija es perfectamente capaz de hablar por sí misma ¿No es cierto?
—Sí madre... yo — suspiró —No tengo ningún problema. Estaría encantada de ayudar en lo que necesiten.
No, no quería hacerlo, pero las palabras emergieron de su boca antes de que pudiera hacer algo para detenerlas. Maia la fulminó con la mirada tras darle un puntapié atinando en su rodilla. Angie se quejó en silencio simulando felicidad ante su progenitora mientras tomaba su té a pequeños sorbos.
— Mi tesis está casi lista... y para entonces la entrevista con el señor Hannover será agua pasada.
Comentó dándole un sorbo al té, reprimió una arcada de asco. Dios santo ¡Cuánto odiaba el té!
—Espera un momento ¿Cómo que Hannover? ¿De qué me perdí?
—Evans me llamó a su oficina. Me asignaron una entrevista con el Señor Ian Hannover.
— Santísima m****a ¿Hablas en serio?— May casi se ahogó con la bebida, Angie no pudo evitar reír.
— El doctor Hannover ¿Lo conoces?
— ¿Qué si lo conozco? Es la nueva cabecilla de la Jet set Inglesa y un excelente doctor cirujano, en mi vida aspiro a ser la mitad de buena que él ¿Cómo es que conseguiste una entrevista con semejante personaje?
— No lo sé, supongo que tuve algo de suerte
Como era costumbre en aquellas visitas, la noche se hizo más larga de lo normal. Su madre se había aprovechado de ella como siempre y aunque Maia se quemara de rabia por dentro, había aprendido a no entrometerse en el interminable drama familiar que rodeaba a los Ross.
Mentalmente Angie también había cuestionado la rápida e impulsiva decisión de ayudar a su madre y acceder a la ridícula propuesta de ser la madrina de algo en lo que no creía en absoluto. La idea de ser usada como un objeto decorativo para rellenar los espacios en las fotografías le parecía nefasto, ella misma quería golpearse por ello. Aun así, el hecho de que su progenitora enfocara toda su atención en el ''Gran acontecimiento'' hizo que el encuentro no se convirtiera en un completo infierno para ella, a excepción por el comentario sobre su extrema delgadez, esa noche pasó desapercibida así que el sacrificio había valido un poco la pena. Al día siguiente a esa misma hora, Marines estaría de camino a Liverpool y la normalidad que había construido lejos de ella volvería a reinar en su vida.
Ambas amigas tomaron asiento en el estrecho y avejentado sofá de la sala, Maia se obligó a cerrar la boca y hacer silencio a regañadientes. Acto seguido, ambas observaron el contenido de la carpeta que Evans le había entregado a la ojiazul unas cuantas horas atrás con la boca abierta. En esta había una serie de documentos y credenciales de valor. Pases a ruedas de prensa y una carta de invitación con el nombre de Angie a la residencia de Hannover.
— ¿Kensington? Joder, esa casa es un castillo— expresó May negando con la cabeza— esto tiene que ser una broma... Angie ¿sabes lo que significa?
— ¿Qué si cometo el más mínimo error no podré encontrar trabajo en lo que me reste de vida?
May ladeo la cabeza dudando por un segundo.
—También, pero me refiero a que esta puede ser una gran oportunidad. — Hizo una pausa— Escucha, Hannover no solo es el Doctor más famoso de todo el continente, es heredero de la fortuna más grande de Gales ¿entiendes? Después de la realeza están los Hannover... de hecho, yo solicité hacer residencias en su hospital. Pero tendré que conformarme con una institución pública.
—Estás exagerando, y... estés en el lugar que estés, tu residencia será genial. Ya lo verás.
—Lo adoro, De verdad quisiera tener tu optimismo, amiga. Pero no estoy exagerando, esa gente es muy poderosa.
—No comprendo ¿Si es tan importante porque querría ser un simple doctor?
— ¿Simple? —Maia bufó— Aquí lo verdaderamente importante es que el nunca ha dado una entrevista antes y nadie sabe porque ¿ahora entiendes porque te digo que es la oportunidad de tu vida? Todo el mundo verá lo que tienes para decir sobre él.
Las palabras de Maia quedaron resonando en la mente de Angie. La emoción que había sentido fue eclipsada por la realidad y lo importante que sería conocer a Ian, comprendió que con él tendría la oportunidad podría cambiar su vida drásticamente.
Ian Gabriel Hannover era un hombre con cualidades dignas de admirar: Era atractivo, cabal, inteligente, de facciones tanto hermosas como frías, incluso algunos decían que fácilmente podría ser considerado un príncipe pero la verdad que pocos conocían era que detrás del hermoso rostro del nieto predilecto de Thomas Hannover, también habitaba barba Azul.Luego de una noche difícil, la jornada milagrosamente había terminado, y justo antes de marcharse había recibido una noticia que alteró potencialmente su escaso buen humor, así que a último minuto decidió cambiar su curso... Mientras caminaba, todo aquel que se interponía en su camino le abría paso.Todos sabían que Hannover era un profesional como pocos, la estrella más joven en el campo de la cirugía, y un auténtico hijo de puta cuando alguien se cruzaba de manera inoportuna en su camino y en ese momento cualquiera que se interpusiera podía despedirse de su cabeza.—Tengo que hablar contigo. — Profirió en voz alta.El director del hos
Ella también la había sentido, esa corriente extraña subiendo por la extensión de su brazo derecho hasta llegar a recorrerle el cuerpo entero. Aunque el famoso doctor era escandalosamente atractivo, Angie no sabía exactamente qué era lo que había en él que la hacía sentir abrumada, pequeña e indefensa.Durante ese breve instante en que sus manos se tocaron, Él pasó saliva y entrecerró los ojos, retirando su mano de inmediato casi como si el contacto le quemara la palma hasta terminar por meterla en los bolsillos de sus pantalones Armani. —También es un gusto conocerlo, Señor Hannover.Expresó con un hilo de voz.—Por favor, el Señor Hannover era mi abuelo o incluso mi padre. —Corrigió con su delicioso acento Galés acariciando su oído — A mí puede llamarme Ian, o como se sienta más cómoda. — Añadió — Si gusta en acompañarme.Angie asintió como en piloto automático y prosiguió a seguirlo hasta un cómodo sofá de cuero negro. En el centro había una pequeña mesita de cristal con tazas de
Parpadeó con incredulidad.—Mm, que si profesa alguna fe ¿Tiene creencias religiosas?Angie lo miró por primera vez en un largo rato. De pronto, Ian vio en sus ojos azules el reflejo de los suyos. Una chispa de verdadero interés se encendió dentro de ellos.— ¿Me pregunta que sí creo en Dios?Angie asintió vacilante sin entender su tono de asombro. Los labios de él dibujaron una sonrisa traviesa, se inclinó un poco hacia adelante y contestó:— ¿Qué clase de pregunta es esa?— se burló— Es solo una pregunta— lo interrumpió con un susurro, apabullada por su cercanía y la fuerte esencia proveniente de sus poros.— ¿Cree en algo... en alguien?El doctor frunció los labios en rictus amargo. Se puso de pie y apoyó las manos en el espaldar del sillón. Angie vio como los músculos se le tensaban bajo la camisa, pasó saliva.— Creo en mí, yo soy mi propio Dios. — Respondió — humillarse a pedir perdón es para miserables, personalmente creo que pueden hacer cosas mejores de rodillas que solo rezar
En alguna parte de su cerebro una voz interior intentaba comunicarle algo de importancia cósmica, pero se había negado rotundamente a escucharla. Las abrumadoras emociones que había experimentado durante el día consumieron toda la energía de su pequeño, frágil y extenuado cuerpo, anulando las posibilidades de poder despertar por voluntad propia.La noche anterior, al llegar a casa había despotricado todo su odio escribiendo furiosamente un documento, una especie de carta dedicada a Ian en la cual le escribía a detalle cada una de las cualidades y carencias del joven doctor. La manera en que la había hecho sentir, esos ojos turquesa que desprendían rayos de electricidad cada vez que lo miraba, la forma en que sus músculos se tensaban bajo lino blanco de su camisa, como su manzana de Adán que subía cada vez que pasaba saliva y como esta acción provocaba que su boca se secara por completo.«No es nadie» recordó con ardor todos insultos que profirió en contra del hombre y como este en res
La cánula nasal comenzó a picar en su nariz y el olor esterilizado de las sábanas le provocaron náuseas. ¡Odiaba los malditos hospitales! Su brazo derecho estaba morado por los pinchazos de agujas y a pocos metros se encontraba su morena amiga acurrucada en un sillón color café.— Por fin ¡Despertaste! ¡Vaya susto me has dado, mujer! ¿Cómo te sientes?Preguntó caminando en dirección a ella. Maia tenía el cabello despeinado y una expresión de cansancio predominando en su bonito rostro. Aun así, sus preciosos ojos color café brillaron de alivio al ver que ella se encontraba bien..— Siento que me va a explotar la cabeza ¿En dónde rayos estamos? — miró a su alrededor— ¿Qué hora es? debo ir a trabajar, sácame de aquí.—Ya es de noche, te encontré casi inconsciente, te prohíbo que me asustes de esa manera— sentenció. Angie adoraba el complejo maternal de Maia— Todo está en orden, llame a tu trabajo para solicitar una licencia médica. Así que tienes el tiempo suficiente para descansar un po
8 HORAS ANTES...Al llegar Ian fue saludado por su personal de seguridad con un leve asentimiento de cabeza, mientras uno de sus escoltas le sostenía la puerta del vehículo sin llegar a mirarlo directamente a los ojos, el galés correspondió al saludo con un amago de seriedad tatuado en su perfilado y estoico rostro, para luego entrar al vehículo sin decir una sola palabra.Estaba de mal humor, el tiempo parecía no surtir el efecto correcto y hacer que olvidara la ridícula escena que protagonizó con la pasante del Herald. Por el contrario, la mente y el orgullo herido del doctor se negaban por completo a dejar ir el recuerdo de la testaruda jovencita que le gritó a la cara como si se tratara de un igual, que azotó la puerta y lo dejó con la palabra en la boca provocando que hirviera de la rabia, la escandalosa discusión retumbó en las paredes y los sacudió la mansión hasta sus cimientos.Estaba furioso... colérico mejor dicho, y a causa de eso quería destruir el Herald, destruiría a Ev
Estimado Sr. Engreído,Se me ha pedido que escriba un informe detallado acerca de la entrevista que se llevó a cabo el día de hoy y no tengo la menor idea de cómo comenzar a escribir la sarta de mentiras que me veré obligada a decir. Porque ¿Quién me creería? ¿Qué pensarían todos si me atreviera a decir que el famoso doctor, el aclamado Heredero de Gales en realidad no es más que un patán, un cretino egocéntrico indigno de ser admirado? Nadie me tomaría en serio, o peor aún: nadie me creería, así que prefiero exorcizar mis demonios siendo jodidamente honesta y escribir estas líneas (que tus preciosos ojos turquesa jamás llegarán a contemplar) diciendo lo que realmente pienso sobre ti. Comenzaré por decir lo mucho que me ha desagradado haberte conocido, fuiste una completa decepción. Ni siquiera tus logros académicos son suficientes para ignorar la calidad de persona que eres. En la vida me he cruzado con alguien tan prepotente, superficial y vanidoso como tú. Honestamente, esperé que u
—Engreído PetulanteBufé molesta mientras aceleraba el paso hasta el ascensor...Siempre quise que mi historia comenzara con el mágico "Erase una vez... " Y si, posiblemente quería citar una de las frases más trilladas y manidas por el mundo de la literatura infantil, y en la realidad ningún cuento de hadas comienza con una universitaria a punto de ser despedida del trabajo que tanto necesita.Un minuto había transcurrido desde que recibí aquella llamada que me hizo correr a la oficina de presidencia. La voz de Scarlett no tuvo un solo atisbo de amabilidad, cuando a través del teléfono gritó "Ross, Mueve tu trasero aquí ¡Ahora!"Tenía alrededor de cinco minutos intentando convencerme de que no había hecho nada malo, que no era lo que estaba pensando y "'Él" no había llegado a cumplir su amenaza de destruir mi vida. Sin embargo tenía la horrible sensación de que en cualquier momento el suelo se abriría en dos para que el mismísimo infierno pudiera tragarme.Lo más irónico de todo es qu