Cizaña

—¿Tiene que ser ahora? —preguntó Seth, con un tono molesto.

—Es una urgencia. —la voz femenina volvió a responder. —Seth, voy a pasar.

—Que ni se te ocurra, Astrid. —gruñó él, mirándome con posesión y luego, tapándome con la manta para cubrir mi desnudez.

Todavía sentía mi corazón latiendo muy fuerte. Esto que me ocurría no era para nada fácil de explicar.

Seth soltó un rugido estrepitoso para mostrar superioridad. Se vistió y salió de allí sin decirme nada. No era comunicativo conmigo. Su manera de comportarse era muy extraña cuando estaba a mi lado.

Apenas salió, busqué ropa para cubrirme. Encontré un vestido sencillo de color celeste. No poseía un guardarropa tan grande como el que tenía en casa.

Wendy ingresó nuevamente. Esta vez, traía en sus manos una bandeja con un desayuno completo.

Me sentí un poco mal de que me trajera el desayuno como si fuera mi sirvienta.

—Soy la esclava a cargo de atenderte a ti y a Seth. —dijo ella, con un tono triste. —Debo estar al pendiente de lo que
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