Capítulo 32

Golpeo, grito, maldigo y bramo todo lo que se me ocurre, llevaba más de cinco horas desde que Abel me encerró, se fue sin decir nada, solo me besó, pasó su mano por mi coño, deslizó sus dedos y argumentó que eso era solo de él, que arreglaría las cosas referente al dichoso papel en el que aparezco como esposa de Zed, y desapareció de mi vista, luego intenté salir y no pude, me encerraron como a una jodida prisionera.

—¡Déjenme salir! —exclamo en vano porque obtengo silencio como respuesta.

Joder.

Camino por la habitación en la que me dejó Abel, con la esperanza de encontrar una salida pero desisto al ver que es imposible. La casa de Abel era más bien una jodida man

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