—Nat, las cosas no son como las piensas —me dice Abel entrando detrás de mí.
—¡No me jodas! —Le lanzo el puto anillo de compromiso en la cara—. ¡No pienso casarme contigo!
—Lo harás, mierda, claro que lo harás —toma el anillo y yo giro sobre mis talones con la intención de entrar a la habitación.
Horas antes…
—No estoy seguro de querer ir con ellos, los amigos de Karyne son… algo…
Sonrío al verlo indeciso como un niño pequeño, como lo recordaba.
—¿Extrovertidos?
—Locos, dementes, chiflados, marihuanos, como le quieras llamar, uno incluso dijo que al bar al que me
Los parloteos y de mi tía y de Karyne mientras se dedican a darme los últimos detalles de maquillaje, hacen que mis miedos y la ansiedad que siento porque todo esto acabe, me consuman poco a poco, hace dos días que no veo a Abel, habíamos quedado en mutuo acuerdo que nos tomaríamos ese tiempo, pero sinceramente, moría por verlo, abrazarlo, besarlo. —Tranquila, cuando salgas estará esperándote en el altar —me susurra mi tía con una calidez que me reconforta. —Lo sé, es solo que los nervios me traicionan —respondo mirando mi reflejo en el espejo. —Yo sabía que este día llegaría, desde que eran niños y observé como Abel te miraba, supe que estaban destinados a ser el uno para el otro. —Eso suena muy romántico, muy… cursi —Karyne arru
Los murmullos de la gente hacen eco en el lugar y logro escuchar con nítido enojo los susurros intencionados de las mujeres, soltando cosas hirientes hacia mi persona.Mujerzuela.Zorra.¡Ojalá te mueras por mentirosa!Todas esas exclamaciones provenían de las personas que estaban ciegamente defendiendo a un jodido acosador sexual, el tipo que fue mi jefe cuando trabajaba en su restaurante de comida rápida, y que al verme no tardó ni dos semanas en acosarme, hasta que un día, mientras revisaba el itinerario en la bodega de carnes frías, intentó abusar de mi. Ahora me encuentro bajo las miradas inquisidoras de mis vecinos y de gente del pueblo, de
Llevo más de media hora esperando a que mi tía aparezca en el aeropuerto, afuera no estaba nevando pero la gélida brisa del invierno calaba en los huesos y me obligaba a estremecerme. Veo a la gente pasar y trato de imaginarme cómo es su vida, o los problemas que los aquejan día con día. A lo lejos, a unos cuantos metros de mí, hay una pareja joven reencontrándose, no puedo evitar realizar una mueca de desagrado cuando ella no deja de parlotear que lo ama y él, de exagerar con falsas promesas de amor eterno.Era como estar viendo la escena cliché de una película con muy mal presupuesto y una tirada de actores poco famosos.“Pero tú hubieras dado todo porque Karlo te viera de ese modo”
—No te preocupes, suele pasar, creo que dejaré mi maleta, no tardo —me acerco, le doy un beso en la mejilla y le regalo mi mejor sonrisa a su amigo.—Pero no tardes demasiado —me detiene del brazo—. Quiero decir… apenas te tengo de vuelta y no quiero dejar pasar ni un solo segundo separada de ti.Actuaba raro.—Solo iré al baño un segundo, tranquila tía.—Bueno, confiaré en ti —no parecía muy convencida y no sabía por qué.Sin decir algo más, caminé hasta la puerta y respiré hondo y profundo una vez estando en el corredor. No hacía falta pedir ind
La gélida ráfaga del viento golpea con brutalidad mi rostro, el cielo estaba cubierto por nubes y pese a que estábamos en plena época de invierno, lo cierto era que esperaba ver un poco de sol. Abel me mira como si yo fuera un bicho al que quisiera aplastar en cualquier momento y lo acepto, luego de aquella extraña presentación frente a Zed, el capullo me arrastró hasta la terraza del hospital. Y ahora estábamos aquí, frente a frente, sin nadie que nos interrumpa.—Si no me vas a decir nada, tengo que…—¿Por qué mierda estás aquí, Nat? —Masculla entre dientes—. ¿Has venido por más? ¿En verdad quieres joderme la vida a estas alturas? Me ir
—¿De qué mierda me hablas?—Abel, el mismo chico al que le rompí el corazón —comienzo a caminar de un lado a otro dentro del pequeño espacio—. Casi me asfixia, me odia.—¿El chico obeso que estaba enamorado de ti y que terminaste por gordo?Pongo los ojos en blanco.—No lo dejé por gordo, lo dejé porque vi la oportunidad de independizarme, de ser alguien importante, quería probar la libertad, y estancada en este pueblo no iba a lograr nada, cuando logré establecerme y quise regresar, mi tía dijo que se había hecho novio de Sandra Hamish, una creída de mierda y seguí con mi vida, lo vi regresé y p
El sonido de la alarma hace que comience a gruñir, odiaba levantarme tan temprano, y no recordaba haber puesto el despertado a determinada hora, quiero abrir los ojos, en verdad, pero mis párpados se han convertido en dos enormes piedras que no están dispuestas a liberarme de las cadenas del sueño.No deja de sonar, giro sobre mi cama y olvidando que esta no era tan grande como la que solía tener, caigo y mi espalda se impacta contra el suelo cubierto por una alfombra rosa.—Mierda —hago puchero y respiro hondo.Me mentalizo para el día de hoy, hago mi cuenta regresiva cuando la puerta se abre y mi tía Nora entra con un enorme plato de cereales en mano, mi estómago ruge ante la visión que se me presenta, por bre
—¿Quién eres? —Ajusta su agarre y hago una mueca de dolor y repugnancia—. ¿Eres alguna puta de Abel? Porque sí es así… Alguien toca la puerta y entra la misma enfermera de antes.—Oh, me alegra que haya encontrado a su primo, señorita, temí que se perdiera y aproveché para traer estos documentos —dice dejando una carpeta azul sobre el escritorio de Abel, quien ya se había colocado la camisa como un maestro, con las mangas arremangadas.—¿Prima? —pregunta la pelirroja.—Sí, la señorita vino y me dijo que era su prima, doctor —confiesa la enfermera dirigiéndose a la puerta—.