Siento que la garganta se me seca cuando escucho las palabras de Abel, dejo caer la figurilla de cristal al suelo y cuando impacta, se rompe en mil pedazos, es un sonido parecido al que en estos momentos está sintiendo mi alma. La confusión se cruzó por mis facciones y cuando intentó acercarse a mí, me alejé colocándome al otro extremo de una mesa que se encontraba en medio de la enorme estancia, misma en la que se hallaban papeles, cartas de póker, objetos punzocortantes como navajas y otras cosas que no sabía qué eran.
—Nat…
Veo al tipo que está parado frente a mí y no le reconozco, Abel, mi Abel de antes no era así, la realidad me hace poner los pies en la tierra y siento que el nudo de mi garganta quiere explotar, un sentimiento d
Intento moverme una vez más pero me es imposible, me tiene bien sujeta, su agarre es fuerte y mientras más lucho por liberarme, más se empeña en hacerme daño, en acercarse y en restregarme su erección.—Aun no termino la historia, no me interrumpas.Mueve sus caderas y con otro empuje que me acelera el corazón, me calla.—Cuando llegué a San Francisco mi sorpresa fue que él era el líder de la mafia Stirling, unos hombres sádicos y muy sanguinarios que se encargan de joderle la vida a los demás, su último deseo fue que yo tomara su lugar, ya que su padre antes de morir le dejó la estafeta como cabecilla, el problema es que ahora él iba a morir, muchos se opusieron porque
Nunca imaginé que las ansias por saber algo, me fueran a causar tanto malestar, en cuanto las palabras de la chica se deslizaron de sus labios, sentí como una parte de mi interior se estremecía a tal punto de quebrarse, y ahora me encontraba echa un lío, sentada en la estancia principal a la espera de que ambos aparezcan, ya que Abel le pidió a la chica que se presente después como Rita, que hablaran en su despacho. Llevaban poco más de tres horas sin salir, solo uno de sus empleados entró hace veinte minutos con una charola de plata que contenía fruta picada, leche caliente y un café.Después de eso nada, ni rastros de él, las manos me sudan y el aire que se mantiene comprimido en mis pulmones se desvanece. He olvidado como respirar y estoy a nada de levantarme, cuando escucho la puerta de su despacho ab
—Esto tiene que acabar Abel, las cosas no pueden seguir así, mi sobrina casi pierde la vida —escucho la voz de mi tía Nora, está alterada por más que intenta mantener la calma. —Lo sé, solo necesito un poco más de tiempo —la voz ronca de Abel me pone nerviosa, es incluso más gélida que en otras ocasiones. —No te va a aceptar después de esto. —Lo hará. —Qué más quisiera yo que ustedes estén juntos, la has amado por tanto tiempo y ella a ti aunque se niegue a admitirlo. —No te voy a mentir Nora, estar dentro de la mafia es el infierno, no se sale y no se vive en paz, no pedí esto, pero si te puedo asegurar que mientra
Siento que mi pecho se libera de una gran presión al escuchar las palabras de Abel. —Gracias —soy sincera. —Regresarás a casa de tu tía y quiero que respondas a mis llamadas de vez en cuando ¿vale? Asiento gustosa. Por fin intentaría tener una vida normal. —Por otro lado, déjame ver qué hacer con el asunto de Zed, yo me encargo, pero si no puedo hacer nada tendremos que ir a Rusia a verlo, y digo “tendremos” porque no pienso dejarte subir sola a un avión y que te encuentres con él —es firme en su petición y lo acepto. —Me parece bien. —Y Nat, una última cosa —se acerca y toma uno de mis mechones rubios sueltos y alborotados—.
Ese día y la semana siguiente no tuve noticias de Abel, había encontrado trabajo en una cafetería, mi horario era sencillo, de tres de la tarde a ocho de la noche, quedaba cerca de la casa, lo cual me facilitaba mucho las cosas, los tipos que mandaba Abel me seguían a todas partes, me llevaban al trabajo y de vuelta a casa, mi tía los invitaba a comer de vez en cuando y parecían buenas personas, pero mi mente no dejaba de repetirme una y otra vez que eran gente que trabajaba para Abel, lo que significaba que igual eran asesinos.Las semanas pasaron y no sabía nada de Abel o de mi divorcio, no llamaba y tampoco me buscaba, tampoco tenía noticias de Karola, mi tía no me ayudaba mucho, guardaba montones de secretos que no me compartía. Al final pasó un mes y ahora era viernes, mi día de descanso, y mientras
ZEDRespiro profundo, la rabia que siento hacia mi padre y hacia Abel no desaparecen, me dejaron como si fuera una vil rata, soportando todo un mes de tratos inhumanos, supuestamente es una jodida institución de calidad que le ofrece al paciente un servicio psiquiátrico, pero al parecer se han olvidado de que soy Zed Jefferson, hijo de uno de los doctores más importantes y poderosos del país, y quien tiene muchas conexiones con los gobiernos, amistades con altos cargos como para sacarme con un chasquido de dedos o hundirme en un abrir y cerrar de ojos como lo estaba haciendo en estos momentos.Las terapias a las que me sometían eran dolorosas, no paraban de darme choques eléctricos, colocando máquinas en mi cabeza y dándome descargas de alto voltaje que me nublaban
En mi vida me han sucedido varias cosas llenas de incomodidad, pero sin duda, esta se llevaba todos los trofeos. La mirada penetrante de Abel no dejaba de aniquilarme, mientras mi mejor amiga Karyne no deja de parlotear con Rita, cargando a Jean entre sus brazos. Y es que después del incidente, él insistió en llevarnos a casa de mi tía, no pude negarme, después de todo fue mi culpa, por más que entró al servicio de baño para asearse y no oler a vómito, el ceño fruncido en su rostro seguía bien marcado, y ahora estábamos dentro de su jodida camioneta, viéndonos el uno a otro como si fuéramos enemigos.—Me alegra verte Nat —la voz melódica de Rita me saca de mis cavilaciones y me obliga a girar y darle una falsa sonrisa.&m
—¿Acaso Abel se mostró como jodido enamorado con Rita? No, prefirió sentarse a tu lado, la ignoró por completo y se concentró en ti.—Si eso fuera cierto ¿por qué mierda no me ha buscado, ni llamado? Porque estaba con Rita y con su hijo, todo este tiempo…—Maldita sea Nat, te quiero a montones, pero es que es en estos momentos en los que me dan ganas de abofetearte, tú misma me dijiste que le pediste tiempo, estoy segura de que Abel quiso complacerte, mandó a esos dos pitos que están afuera por tu seguridad, además, estabas tan entretenida intentando mantener tus putos celos a raya, que no escuchaste cuando Rita dijo que Abel se estaba quedando en el hotel, es decir, ni siquiera viven juntos, ¿crees que si él estuviera ena